Vivimos en un mundo en que la infidelidad es parte del pan de cada día. ¿Dios también es así?
Es de suma importancia que examinemos nuestra propia vida para determinar si existen características de los infiltradores. Si las hay, debemos confesar a Dios nuestro pecado. Que el amor por la iglesia de Cristo nos haga contender por esta fe que nos fue dada, y que perseveremos hasta el fin.
El cristiano no participa en la venganza, dejando todo en las manos de Dios. El amor de Dios nos capacita para responder en amor a cualquier mal que sufriéramos. ¡Que el Príncipe de Paz nos dirija siempre!