¿Le parece demasiado difícil el papel de la mujer en su hogar? Dios sabe bien lo difícil que es su trabajo. Pero él no lo ha dejado sola. Con su ayuda la mujer cristiana cumplirá fielmente sus deberes como esposa y madre.
Siempre he admirado a la mujer cristiana en su hogar. Me encanta ver la manera en que ella dirige sus actividades. Me impresionan el cariño, esmero, y cuidado de ella para hacer de su hogar un lugar atractivo y de buen gusto para la familia.
También reconozco la gran responsabilidad que Dios le ha dado a la mujer, de ser una buena esposa y madre. Es importante recordar que se pueden cumplir debidamente esta responsabilidad únicamente con la ayuda de Dios, y manteniéndose fielmente en el lugar donde él la ha puesto. Veamos unos consejos que pueden ayudarla a tener éxito en estos deberes tan importantes.
Para ser buena esposa, la mujer debe mantener su relación con Dios al día y viva. Jesús es la fuente de vida y poder. En Juan 15:5 nos dice: “Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer”. La mujer no puede desempeñar el papel de la buena esposa en su propia fuerza. Es necesario que tome tiempo para orar y meditar en la Palabra de Dios para alimentar el espíritu con la voluntad divina de Dios. Llenarse de la Palabra le ayuda a mantener siempre un espíritu tranquilo, gozoso, y reposado en Dios. Este espíritu es necesario para proveer al esposo de un ambiente atractivo para su esposo y a los hijos de un lugar seguro.
La buena esposa también debe reconocer el orden de autoridad que Dios ha establecido desde la creación y sujetarse a ello. Cuando ella reconoce que Dios la ha puesto bajo la autoridad de su esposo, le será más fácil sujetarse. No sólo esto, sino que lo hará con gusto. Además, estará agradándole al Señor si lo hace. “Casadas, estad sujetas a vuestros maridos, como conviene en el Señor” (Colosenses 3:18).
Un punto muy importante es que la esposa mantenga siempre en su hogar la regla del amor. Por ejemplo, ella procura la felicidad y el bienestar de su esposo antes que los de ella. De esta manera ella le hace saber que él es el número uno en su vida después de Dios.
La esposa que ama a su marido se preocupa por los intereses de él. Saca tiempo por compartir con él, escucharlo, comprenderlo, y darle ánimo. Puede hasta aconsejarlo, pero sin imponerle sus opiniones. La esposa con tal actitud y conducta contribuye positivamente a la felicidad y el bienestar del hogar.
La buena esposa es paciente con su marido. No debe quejarse ni hablarle de manera áspera cuando él hace algo que a ella no le gusta. Si es necesario corregirlo, debe hacerlo de manera amorosa.
La esposa también debe ser cuidadosa de sí misma y su hogar. Debe vestirse con modestia y humildad. Debe procurar una alimentación equilibrada y nutritiva para su familia y de vez en cuando prepararle al esposo su comida preferida. También debe preocuparse por mantener el hogar limpio, en orden, y atractivo. Y cuando el esposo llega a la casa, le es un ánimo encontrarse con su esposa que lo recibe con una sonrisa. ¿A cuál hombre no le es un gusto llegar a la casa donde prevalece un ambiente de alegría y tranquilidad?
Ya hemos visto algunos puntos de cómo es la buena esposa, lo cual se relaciona estrechamente con ser una buena madre. Ninguna mujer puede ser una buena madre si antes no es una buena esposa. Los hijos no son ciegos; a temprana edad observan cómo se comporta la mamá con el papá de ellos. Se ha dicho: “Si la madre quiere hacer algo importante por sus hijos, que ame y respete a su marido”. Esto crea una unión firme y un ambiente de amor y respeto en el hogar en que los niños sentirán seguridad.
Unas características sobresalientes de una buena madre son la gentileza y ternura. Sin importar cuántas veces se impaciente o se equivoque con los niños, es importante que les exprese su amor siempre. Aun cuando tiene que disciplinarlos, debe hacerlo en amor. Al mismo tiempo debe hacerlo con firmeza para que los hijos aprendan a obedecer. De esta manera ella les muestra que los ama y desea lo mejor para ellos. “El que detiene el castigo, a su hijo aborrece; mas el que lo ama, desde temprano lo corrige” (Proverbios 13:24). La madre nunca debe corregir a sus hijos con amenazarlos. Tampoco debe castigarlos cuando esté enojada. Dios manda criarlos en disciplina y amonestación del Señor (Efesios 6:4; Proverbios 19:18). Eso hará que sus hijos la respeten y la amen.
También es imperativo tomar tiempo para sus hijos. Debe escucharles cuando quieren expresar sus ansiedades. Muchas veces los hijos salen con ocurrencias que a la madre le parecen insignificantes, pero para ellos son importantes. Una buena madre no rechaza a sus hijos cuando salen con las suyas. También comparte con ellos y saca tiempo para jugar con ellos. Aunque los platos quedan sin fregar o la casa sin limpiar, la buena madre toma tiempo para enseñarles las cosas importantes de la vida. Su llamado es el sacrificio de sí misma: su tiempo, sus deseos… todo para sus hijos y su esposo. Ella debe buscar el bien de sus hijos antes que su propio bien.
La buena madre inculca valores espirituales en sus hijos, tales como el amor a Dios y el prójimo. Ella instruye a sus hijos de acuerdo al proverbio que dice: “Instruye al niño en su camino, y aun cuando fuere viejo no se apartará de él” (Proverbios 22:6). Ella procura siempre ser un buen ejemplo para sus hijos. Y no debe olvidar nunca que los niños harán lo que vean en ella. Ella les muestra el respeto debido a sus hijos. Al mismo tiempo les enseña a cumplir sus deberes y a vivir de una manera que no sólo le agrade a ella, sino también a Dios.
La buena madre estimula los intereses de sus hijos. Los anima en sus proyectos. Tiene cuidado de no desanimarlos en lo que emprenden, pues podría marcar su desarrollo, trabajo, y su persona futura.
La buena madre además se preocupa por la salud de sus hijos. Se preocupa por suplir todas sus necesidades físicas.
La buena madre también apoya a su esposo delante de sus hijos aun en la ausencia de él. Este ejemplo de la madre les enseñará a los hijos a amar, respetar, y apreciar a su papá. Los hijos son un regalo de Dios, y las madres tiene el sagrado deber de cuidar ese precioso regalo y preparar a sus hijos para esta vida y para la eternidad.
Finalmente, pero no de menos importancia es su relación con Dios. Quiero recalcar esto porque tiene que ver con los valores y las prioridades en la vida. Todos sabemos que la esposa y madre dispone de poco tiempo libre. Y conforme crece la familia, las responsabilidades aumentan. Por un lado, los hijos, y por otro, el esposo. Cada uno tiene distintas necesidades que sólo la mujer de la casa puede suplir. Esto requiere una relación activa y a diario con Dios. Es imperativo que la esposa y madre saque tiempo para la oración y meditación en la Palabra de Dios. Esto le dará el gozo y ánimo que necesita para desempeñar su papel en el lugar donde Dios la ha puesto: su hogar.
Yo creo que Dios no se equivocó cuando dijo: “...le haré ayuda idónea para él” (Génesis 2:18). Sí, Dios sabía lo que el hombre necesitaba. Ahora a cada esposa le queda el sagrado deber de desempeñar fielmente este deber.
¿Le parece demasiado difícil y complicado el papel de la mujer en su hogar? Dios sabe bien lo difícil que es su trabajo. Pero él no la ha dejado sola. Su deseo es que acuda a él y reciba de él la ayuda, la fortaleza, el ánimo, y la fuerza para cumplir con este trabajo tan importante que Dios ha entregado en sus manos.
~Una hermana