La justicia de Dios

Seguimos con el estudio de los atributos de Dios. Nuestro concepto de Dios es sumamente importante, porque nos va a influenciar en la reverencia y el respeto que tenemos por él. A la vez, es imposible conocer por completo a nuestro infinito Dios con nuestra mente finita y limitada. En nuestro estudio hemos visto que Dios es eterno, infalible, inmutable, omnisciente, omnipotente, omnipresente, y fiel. Seguimos ahora con un estudio del atributo de su justicia.

Los atributos de Dios nos ayudan a entender quién es y cómo actúa. Todo lo que Dios hace proviene de lo que es. El que conoce a Dios comprenderá cuáles cualidades de su naturaleza ponen de manifiesto la excelencia de lo que hace. Igualmente, al comprender la naturaleza de Dios, es decir sus atributos, sabemos de antemano qué hará. Lo que Dios hace respecto a su carácter es predecible. Es decir, siempre obra de conformidad con su naturaleza divina. Sus hechos siempre concuerdan con sus atributos. Esto se nota al estudiar su justicia.

Abraham dio testimonio de esta verdad de forma sobresaliente. Él, como amigo de Dios, conocía el carácter de Dios (Santiago 2:23). Cuando intercedía por su sobrino Lot que habitaba en la ciudad de Sodoma, Abraham dijo: “El Juez de toda la tierra, ¿no ha de hacer lo que es justo?” (Génesis 18:25). ¿Por qué tenía Abraham la confianza de que Dios actuaría con justicia en este caso? Porque, conocía a Dios. Sabía que Dios por naturaleza es justo y que su justicia siempre resulta en acciones justas.

¿Qué quiere decir “la justicia de Dios”? Primero, es interesante notar de dónde proviene la palabra “justicia” tal y cómo la conocemos en el idioma castellano. En la época del Nuevo Testamento, se rendía culto a una diosa llamada Iustitia. Era la diosa de la venganza o del juicio. En Hechos 28:1-10 se relata la historia del apóstol Pablo en la isla de Malta donde una serpiente lo mordió. Los habitantes de la isla, al ver lo acontecido, creyeron que Pablo era homicida. Creían que, a pesar de haber escapado del peligro del mar, no se escaparía de la venganza o del juicio de la diosa Iustitia.1

La justicia de Dios, un tanto compleja

Pero en el contexto bíblico, la justicia es más compleja. En la Biblia española, se distinguen dos sentidos distintos en el uso de la palabra “justicia”, aunque son significados sinónimos. Este hecho ha causado mucha confusión a muchos. ¿Cuáles son los dos sentidos? Uno se refiere al justo juicio de Dios, y el otro implica una calidad moral de vida. Éstos, aunque son sentidos distintos, son conceptos inseparables. Con la ayuda de Dios queremos aclarar este atributo de Dios y ampliar nuestro conocimiento y entendimiento al respecto.

La justicia de Dios, una calidad de justo juicio

Como ya vimos en el testimonio de Abraham, Dios es justo en sus juicios. En este sentido “justicia” se refiere a lo que es bueno y recto según lo establecido por la ley de Dios. Es decir, esta definición de justicia se basa en la santa y perfecta ley de Dios. Este “justo juicio de Dios” según Romanos 2:5, da la retribución a cada persona según merecen sus obras y sus intenciones. Es el pago o remuneración que recibimos según nuestros hechos. Con el justo juicio de Dios no cabe ningún capricho ni acepción de personas. Cada quién recibe su justo merecido. Este sentido de la justicia de Dios concuerda muy bien con la justicia que esperamos del gobierno. Hoy día lo conocemos como el debido uso del “derecho” según lo prescribe cada nación.

El Antiguo Testamento relata muchos ejemplos de este aspecto de la justicia de Dios. Lo notamos en el ejemplo de David. En la sentencia que Dios dictó sobre él cuando pecó con Betsabé, Dios no mermó la severidad de su juicio con David solamente porque él era un varón “conforme al corazón de Dios”. Dios ejecutó un juicio recto contra David basado en su santa ley.

De igual modo, cuando el rey Acab fue acusado de homicidio contra Nabot, Dios no ejecutó su juicio con más severidad por ser éste un rey malvado que adoraba a los ídolos. Más bien, se ve la misma severidad del juicio de Dios contra Acab como contra David. Por otra parte, el arrepentimiento de parte de David revela los atributos de la bondad y misericordia de Dios. Su arrepentimiento fue aceptado por Dios y su pecado perdonado. Dios no puede negarse a sí mismo (2 Timoteo 2:13). Siempre actúa en conformidad con sus atributos eternos y perfectos.

La justicia de Dios, una calidad moral de vida

La “justicia de Dios” también significa “rectitud, santidad, y virtud”. Este aspecto de su justicia se basa en la gloria moral y espiritual de Dios ejemplificada tan claramente en la vida de Jesús cuando estaba aquí en la tierra. El carácter de Dios es recto y santo. Se aparta totalmente de la iniquidad.

Moisés testifica de Dios de esta forma: “Él es la Roca, cuya obra es perfecta, porque todos sus caminos son rectitud; Dios de verdad, y sin ninguna iniquidad en él; es justo y recto” (Deuteronomio 32:4). Los ángeles alrededor del trono de Dios aclaman este atributo moral de Dios al cantar día y noche: “Santo, santo, santo, Jehová de los ejércitos” (Isaías 6:3). Dios es santo, apartado de todo lo que es malo y perverso. La justicia de Dios se manifiesta en que él es totalmente recto y santo.

Dios es apartado por completo de toda iniquidad

La palabra “iniquidad” viene del latín y significa “inequidad”; es decir, “sin equidad”. La equidad significa: “Cualidad que consiste en no favorecer en el trato a una persona de forma que perjudica a otra. La inequidad es todo lo contrario. De allí viene la palabra “iniquidad”. El carácter de Dios es misericordioso, imparcial, y totalmente equitativo.

En verdad, Dios es justo en todo sentido. Primero, su justicia es equidad, donde el juicio divino está en perfecta conformidad con su santa ley. En sus juicios, él trata a todos sin parcialidad y sin acepción de personas. En segundo lugar, la justicia de Dios tiene que ver con la rectitud de su carácter de manera que se apega a su santidad y gloria moral. Los dos aspectos de la justicia de Dios se relacionan estrechamente, y a la vez, muestran una distinción significativa. Entender esta distinción, nos amplía el conocimiento del atributo de la justicia de Dios.

La justicia de Dios en la vida del creyente

¿Qué significa la justicia de Dios para nosotros que hemos sido “hechos justicia de Dios en él” (2 Corintios 5:21)? Si el creyente ha sido hecho participante de la naturaleza divina (2 Pedro 1:4), ¿cómo se demuestra esta justicia en la vida práctica?

En las Escrituras abundan los pasajes que nos ayudan a hallar respuestas a estas preguntas. Sólo en el libro de Romanos aparece la palabra “justicia”, en sus variadas formas, unas 50 veces. La frase, “la justicia de Dios”, se usa con mucha frecuencia en este libro y sería interesante profundizarnos en el tema. Sin embargo, aquí nos limitaremos a solamente dos casos.

El primero se encuentra en Romanos 1:16-17: “Porque no me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree; al judío primeramente, y también al griego. Porque en el evangelio la justicia de Dios se revela por fe y para fe, como está escrito: Más el justo por la fe vivirá.” Este texto pone el fundamento para el tema del libro de Romanos. Dice que el Evangelio es el poder de Dios para salvación, y que este Evangelio revela su justicia. Luego, termina declarando esa verdad con el apoyo de una cita de Habacuc 2:4: “Mas el justo por su fe vivirá”. Recibimos la salvación por medio de la fe y esta salvación proporciona la justicia de Dios al que cree en él. (Véase también: Efesisos 2:9; Tito 3:4-5; Juan 3:16.)

Esto nos lleva al otro tema que trata el libro de Romanos, “la justicia que es por fe” (Romanos 9:30). No existe ninguna otra forma de que el hombre pueda llegar a ser justo. La ropa “resplandeciente” de que habla la Biblia, es “las acciones justas de los santos” (Apocalipsis 19:8). Y esta justicia se recibe únicamente por fe. Por el lado contrario, nos dice Roma nos 10:3: “Porque ignorando la justicia de Dios, y procurando establecer la suya propia, no se han sujetado a la justicia de Dios”. Hay los que intentan ser “justos” procurando establecer su propia justicia. No se sujetan a la “justicia de Dios”. Es decir, no sienten su necesidad de una justicia divina y fuera de sus propios esfuerzos. El contexto implica que tales personas son ignorantes del atributo o la virtud de esa justicia divina. La justicia de Dios no se alcanza por las obras de la ley, ni por el esfuerzo humano. Por esa razón, precisamente, necesitamos el poder de Dios para alcanzar la salvación. Cuando comprendemos que es por fe que recibimos la justicia de Dios, nos aclara de una vez que jamás podremos ser justificados por nuestras propias obras ni por nuestra determinación de lograrlo. Esta verdad se recalca en la historia del publicano que oraba afuera del templo: “Dios, sé propicio a mí, pecador” (Lucas 18:13). En realidad, éste es el mensaje del libro de Romanos.

Con esta breve introducción, concluimos que el tema del libro es la justicia de Dios y que esta justicia hace su obra santa en nuestra vida por la fe en Cristo Jesús.

Como ya vimos, la justicia es un atributo inseparable de la santidad de Dios. En algunos casos, la Biblia menciona los dos términos juntos (Efesios 4:24; Lucas 1:75). Como el naranjo produce naranjas y no manzanas, así el creyente produce, por el poder de Dios, el fruto de justicia y santidad en su vida. Dios mismo es la medida. Al obedecer y seguir sus instrucciones, nuestra vida andará de acuerdo con el patrón que vemos en la justicia de Dios. Este sentido de “justicia” aparece cinco veces en el capítulo seis de Romanos (6:13, 16, 18, 19, y 20). En cada versículo, la palabra “justicia” habla de una santa manera de vivir… una vida en conformidad con Dios mismo. La Biblia es clara en cuanto a lo que Dios espera de nosotros respecto a la santidad: 1 Pedro 1:14-15; Romanos 12:1-2; 2 Corintios 7:1.

También notamos que la justicia es todo lo contrario a la “iniquidad”. Romanos 6:19 dice: “Que así como para iniquidad presentasteis vuestros miembros para servir a la inmundicia y a la iniquidad, así ahora para santificación presentad vuestros miembros para servir a la justicia”. Este versículo habla de fruto digno de la santificación; un enfoque en una vida santa. En el Sermón del Monte (Mateo 5, 6, 7), Jesús nos muestra que la justicia es la condición ética de la vida espiritual, conforme a la rectitud y veracidad de Dios. De tal justicia debemos tener hambre y sed (Mateo 5:6). Esta justicia es mayor que la de los escribas y fariseos (Mateo 5:20). Los hijos del Rey buscan primeramente el reino de Dios y su justicia (Mateo 6:33). Tal justicia obedece la regla de oro que es el amor en acción, está llena de misericordia y, como sal y luz en esta tierra, muestra la vida y el espíritu de Jesús. Ésta es la “nueva justicia”, la verdadera justicia de Dios.

Quizá, para comprender mejor lo que es la justicia de Dios, sería de ayuda ver lo contrario de la justicia. Como ya vimos, en un sentido es inequidad. También es “injusticia”. En 1 Juan 5:17 dice: “Toda injusticia es pecado”. El pecado es más que solamente una infracción a la ley. Todo lo bueno que debemos hacer como hijos de justicia y no lo hacemos es injusticia y pecado. Cada oportunidad de ser un testimonio para Cristo que no aprovechamos es injusticia. Cuando no respondemos según el Espíritu de Jesús y según su santa voluntad, la carne reina y el resultado es lo contrario de la justicia de Dios. Es injusticia y pecado. La injusticia jamás puede glorificar a Dios. Está destituida de la gloria de Dios (Romanos 3:23). La justicia de Dios viene por la fe, “y todo lo que no proviene de fe, es pecado” (Romanos 14:23).

Notemos las palabras del apóstol Pablo: “Y ciertamente, aun estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo por basura, para ganar a Cristo, y ser hallado en él, no teniendo mi propia justicia, que es por la ley, sino la que es por la fe de Cristo, la justicia que es de Dios por la fe” (Filipenses 3:8-9). Esta meta del apóstol también debe ser nuestra. Como los héroes de la fe de Hebreos 11, podemos ser herederos “de la justicia que viene por la fe”. Escuchemos al apóstol Juan que nos dice: “Hijitos, nadie os engañe; el que hace justicia es justo, como él es justo” (1 Juan 3:7). Como dijo Jesús: “Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados”. ¿Tengo yo “hambre y sed” de esta justicia, la justicia de Dios?

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1. La deidad Iustitia llegó a ser el equivalente romano de Dice, la deidad griega. Y “Dice” es el término que se emplea en el Nuevo Testamento griego en el relato de Hechos 28.

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Language
Español
Author
Eugenio Heisey
Publisher
Publicadora La Merced
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