Un examen para los padres

¿Qué cambiaría si pudiera comenzar de nuevo como padre en mi hogar?

Esta pregunta la hizo un padre que se sentía un fracaso como padre de familia. Sin embargo, este padre no es el único que ha hecho esta pregunta. Todo padre que toma en serio su responsabilidad para con los hijos en casa, hace bien en considerar conmigo sobre estas ideas que me llegaron a meditar en esta pregunta.

Mostraría más libremente a mis hijos el amor que tengo por su madre.

Yo le demostraría más fielmente a mi esposa, aun en cosas pequeñas, la cortesía y el cariño. Le abriría la puerta del automóvil, le acercaría la silla cuando nos sentamos a la mesa, le daría regalos en ocasiones especiales, y le escribiría notas de amor cuando no estoy en casa. Le tomaría la mano mientras caminamos. La alabaría en presencia de mis hijos.

El niño cuyos padres se aman como se debe, disfruta de una estabilidad y seguridad en la vida que muchos carecen hoy día.

“Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella...” (Efesios 5:25).

Estaría más dispuesto a prestarles oído a mis hijos.

A la mayoría de los padres les es difícil sacar tiempo para escuchar a sus hijos. Después de un día de trabajo, llegan cansados a la casa.

Yo prestaría más atención cuando mis hijos comparten su dolor, sus quejas, o las cosas que les entusiasman. Trataría de refrenar las palabras de impaciencia cuando me interrumpen. Estos momentos pueden ser las mejores oportunidades para mostrarles el amor y el cariño.

Un niño quiso una vez interrumpir a su padre para mostrarle un rasguño en el dedo. Después de repetidos intentos, el padre bajó el periódico que leía, y le dijo con impaciencia:

—¡Bueno, pero yo no puedo hacer nada para aliviarlo, ¿verdad?

—Sí puede, Papi —dijo el niño—. Hubiera podido decir: “¡Ayayay!”

Yo haría un esfuerzo por comprender lo que dice mi hijo. Estoy convencido de que el padre que escucha lo que dice su hijo cuando está pequeño, tendrá un hijo que también prestará atención a lo que diga su padre cuando sea mayor.

Al escucharlo, pondría más cuidado a sus preguntas. Se calcula que el niño normal habrá hecho 500 mil preguntas para cuando tenga los 15 años de edad. Estas son, para los padres, un sinfín de oportunidades para compartir con el hijo las verdades de la vida y su necesidad de Dios.

“Y estas palabras... estarán sobre tu corazón; y las repetirás a tus hijos, y hablarás de ellas estando en tu casa, y andando por el camino, y al acostarte, y cuando te levantes” (Deuteronimio 6:6-7).

Buscaría más oportunidades para hacer que mi hijo se sienta parte del ambiente familiar.

Cuando el niño siente que es parte del hogar y que es una persona de mucho valor para los padres, no le es difícil sentirse aceptado, amado, y de valor para otros y para Dios.

El niño siente que es parte del hogar cuando se incluye en las responsabilidades y los trabajos de la familia. La celebración del cumpleaños del niño, cuando se concentra en su persona y no en los regalos, hacen que él se sienta apreciado por la familia. También se siente igual cuando oye nuestras oraciones por él. No hay nada que desarrolle la confianza de los hijos como las palabras y los hechos que les aseguran de que son personas importantes, y que son parte del ambiente caluroso del hogar.

“He aquí, herencia de Jehová son los hijos; cosa de estima el fruto del vientre” (Salmo 127:3).

Me expresaría con más palabras de aprecio y alabanza

Muchos niños oyen pocas palabras de alabanza cuando hacen bien un trabajo o cuando demuestran una buena conducta.

Yo le ofrecería alabanza. Alguien dijo: “Si mi hijo tocara una flauta, buscaría por lo menos una melodía que me agrada y se lo diría con sinceridad. Si su tarea de la escuela me parece bien, se lo diría, esperando que reciba una buena calificación”. Así que, me expresaría más libremente.

No hay nada que anime más al niño a lograr buenas metas y a tener confianza que la alabanza sincera y apropiada. Se deben evitar las lisonjas, pero los cumplidos sinceros son importantes cuando el niño hace bien su trabajo.

“Mirad que no menospreciéis a uno de estos pequeños; porque os digo que sus ángeles en los cielos ven siempre el rostro de mi Padre que está en los cielos” (Mateo 18:10).

Pasaría más tiempo con ellos.

Un grupo de 300 alumnos del primer y segundo año de colegio, apuntó con precisión durante dos semanas cuánto tiempo pasaba su padre con ellos. La mayoría vieron a sus padres solamente a la hora de la cena. Muchos no vieron a sus padres por varios días seguidos. Durante una semana entera, el promedio de tiempo que pasaron los padres a solas con sus hijos era de 7 minutos y medio.

Arturo Gondeon nos cuenta una experiencia interesante de su juventud: “Sucedió cuando yo tenía más o menos trece años y mi hermano tenía diez. Mi padre prometió llevarnos al circo. Pero a mediodía recibió una llamada telefónica; algún negocio de urgencia le exigía ir al centro. Mi hermano y yo nos estábamos resignando a no poder ir al circo cuando le oímos decir: “No, no puedo llegar. Tendrá que quedar pendiente”. Cuando regresó a la mesa, mi mamá sonrió y dijo:

—El circo volverá otro día, ¿no es cierto?

—Si —dijo mi padre—, pero la niñez no.

“Aprovechando bien el tiempo, porque los días son malos” (Efesios 5:16).

—John M. Drescher
Tomado de: Voice in the Wilderness

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