Dios es amor

Desde el principio de la creación, Dios ha procurado que el ser humano conozca su amor. Sabemos que Dios es amor, porque él nos amó primero. Su amor es lo que motiva al creyente a ministrar y servir y amar a otros.

Hemos estado examinando algunos atributos de Dios y nos damos cuenta de que nuestro concepto de Dios es sumamente importante. Esto influye en la reverencia y el respeto que tenemos por él. También nos enteramos de que es imposible conocer por completo a nuestro infinito Dios con nuestra mente finita y limitada. En esta edición de la Antorcha de la Verdad, queremos ver un atributo que el cristiano tiene en gran estima, el amor. Dios es amor. Él ha manifestado su amor de muchas maneras, y manda que este atributo sea parte de la vida de cada cristiano. Nosotros amamos a otros porque Dios nos amó primero.

El amor de Dios no es una virtud que él haya logrado cultivar en su vida. No es un buen hábito que resalte en su persona. El amor es la misma esencia de Dios. En él se encuentra el origen y el verdadero significado del amor. Dios es amor.

Una enciclopedia, al hablar del amor de Dios, hace referencia a 1 Juan 4:8. En este versículo, el apóstol afirma que Dios es amor. El que conoce a Dios entiende el significado correcto del amor, lo cual incluye sacrificio y entrega. También cita a Berkhof que dice que el amor de Dios es un concepto monoteísta, es decir, que cree en un solo Dios. El amor es un atributo de ese Dios que se ve cuando él se comunica con su creación, ya que es su forma de relacionarse con ella.1

¿Cómo podemos conocer y comprender este atributo de Dios tan misterioso y tan práctico a la vez? En dos ocasiones, el apóstol Juan nos dice que “Dios es amor”. Él expresa en palabras sencillas y explícitas cuál es la forma en que podemos comprenderlo. Primero dice: “El que no ama, no ha conocido a Dios; porque DIOS ES AMOR” (1 Juan 4:8). Antes de estas palabras, Juan había dicho: “El que aborrece [no ama] a su hermano está en tinieblas, y anda en tinieblas, y no sabe a dónde va, porque las tinieblas le han cegado los ojos” (1 Juan 2:11). Después, el apóstol Juan muestra la otra cara de la moneda. Dice: “Y nosotros hemos conocido y creído el amor que Dios tiene para con nosotros. DIOS ES AMOR; y el que permanece en amor, permanece en Dios, y Dios en él” (1 Juan 4:16). Podemos conocer e interpretar correctamente el amor de Dios sólo si hacemos nuestra morada permanente en su amor.

Desde el principio de la creación, Dios ha procurado que el ser humano conozca su amor. Analicemos a continuación algunas maneras en que él nos revela este atributo.

Dios se da a conocer al hombre

A través de toda la historia, Dios se ha complacido en darse a conocer al ser humano. Desde el principio, ha buscado la comunicación con nosotros. En el huerto de Edén buscaba a Adán “al aire del día” para hablar con él (Génesis 3:8). Enoc y Noé caminaron con Dios (Génesis 5:22 y 6:9). Dios se dio a conocer a Abraham (Génesis 17:1) y a 5Moisés (Éxodo 3:14). A su pueblo Israel amonesta que no se alabe en su sabiduría, ni en su valentía, ni en su riqueza, sino en entender y conocer a Dios (Jeremías 9:23-24). Es debido a su infinito amor por el hombre que él busca una relación con nosotros.

Dios envió a su Hijo al mundo

Se puede observar que Dios es amor en el hecho de que podemos encontrar la paz con él mediante la cruz de Jesucristo. Dios expresó su amor cuando envió a Jesucristo al mundo: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna” (Juan 3:16; véase también 1 Juan 4:9). Ésta fue la máxima manifestación del amor de Dios para con el ser humano. Todos sus actos de amor y misericordia para con el hombre, desde la creación del mundo hasta hoy, encuentran su significado pleno en este hecho: Cristo murió por nosotros. Sería imposible aun estimar cuánto significaron el sacrificio y la entrega del Hijo de Dios cuando dejó su gloria y se humilló hasta la muerte de la cruz (Filipenses 2:6-8). Y lo hizo por amor a nosotros, siendo nosotros todavía pecadores y enemigos. “Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros” (Romanos 5:8). Esto nos lleva a otra manera en que él nos ha revelado su amor:

Dios nos amó primero

También sabemos que Dios es amor, porque él nos amó primero. Éstas son las palabras del apóstol Juan: “Nosotros le amamos a él, porque él nos amó primero” (1 Juan 4:19). ¿Podríamos nosotros conocer el verdadero amor si Dios no lo hubiera demostrado primero en carne propia? Juan también dice: “En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros, y envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados” (1 Juan 4:10). Es porque él nos amó primero que nosotros podemos conocerlo y, por ende, amarlo.

Cada vez que el hombre interpreta el amor según su propia sabiduría y opinión, termina en creer una expresión torcida y pervertida. Muchos creen que pueden amar a Dios y también guardar rencor contra el hermano o pelear contra el enemigo (1 Juan 4:20). Otros pretenden amar a Dios y también seguir los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida (1 Juan 2:15-16). Para la mente carnal, el amor se ha rebajado a una expresión de pasión, egoísmo, y tolerancia. Sin embargo, hallamos el verdadero significado del amor cuando lo experimentamos en nuestra propia vida en conexión con Dios.

Dios perdona el pecado

La Palabra nos indica que Dios es amor y rico en misericordia. Él mostró su gran amor cuando nos extendió el perdón de nuestros pecados. Dios no se ha complacido nunca en que el pecador se pierda. Él sufre al ver al pecador que muere en su pecado y llora al pensar en su fin (Lucas 19:41). Dios dice: “¿Quiero yo la muerte del impío? . . . ¿No vivirá, si se apartare de sus caminos? Porque no quiero la muerte del que muere, dice Jehová el Señor; convertíos, pues, y viviréis” (Ezequiel 18:23, 32).

El mismo carácter de Dios se inclina a la misericordia y el perdón. Dios sí castiga al que se rebela contra él y persiste en pecar. Él dice: “De ningún modo tendrá por inocente al malvado” (Éxodo 34:7). Sin embargo, también recalca que es “misericordioso y piadoso; tardo para la ira, y grande en misericordia y verdad” (Éxodo 34:6). Vemos en la historia que el corazón de Dios se conmueve con misericordia y perdón hacia aquellos que se arrepienten y se convierten a él.

La historia del profeta Jonás es un bello ejemplo de cómo Dios perdona el pecado. Los ninivitas eran un pueblo idólatra, pervertido, y cruel. Pero Dios, cuando vio que se arrepintieron y se convirtieron a él, se arrepintió del mal que había dicho que les haría. El mismo profeta dijo: “Porque sabía yo que tú eres Dios clemente y piadoso, tardo en enojarte, y de grande misericordia, y que te arrepientes del mal” (Jonás 4:2; véase también Isaías 55:7).

Dios da de su amor como fruto del Espíritu

Hay atributos de Dios que son exclusivamente divinos y él no puede otorgárselos a ningún otro. Su gloria, omnipotencia, omnipresencia, y omnisciencia son algunos de ellos. Pero su amor es una cualidad de su persona que ha querido compartir con el hombre. Lo imparte como un fruto del Espíritu Santo en la vida del creyente. Dios cuenta con sus hijos para dar a conocer una expresión justa de su amor en toda su manera de vivir. La Biblia dice: “Mas el fruto del Espíritu es amor…” (Gálatas 5:22). Luego enumera todos los demás elementos del fruto del Espíritu. Es decir, si fielmente reflejamos el amor de Dios en nuestra vida, también habrá gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, y templanza.

El amor de Dios como fruto se manifiesta de muchas formas en la vida práctica del cristiano. Leemos en 1 Corintios 13:4-7: “El amor es sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia, el amor no es jactancioso, no se envanece; no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor; no se goza de la injusticia, mas se goza de la verdad. Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta.”

Dios no abandona a sus hijos

Es un verdadero consuelo saber que Dios ama a sus hijos de modo que nunca los abandonará. Jesús dice que “el asalariado …. ve venir al lobo y deja las ovejas y huye” porque “no le importan las ovejas”. Pero, de sí mismo él dice: “Yo soy el buen pastor; el buen pastor su vida da por las ovejas” (Juan 10:11-13).

Jesús les dijo a sus discípulos la noche antes de su crucifixión: “No os dejaré huérfanos; vendré a vosotros” (Juan 14:18). Con esto prometía que entre pocos días les enviaría el Consolador, el Espíritu Santo, “para que esté con vosotros para siempre” (Juan 14:16).

Cuando Dios comisiona a sus siervos para hacer la obra de darlo a conocer al mundo, también promete estar con ellos.

Concluimos, pues, que Dios es amor. Su amor es lo que motiva al creyente a ministrar y servir según el ejemplo que Cristo nos dejó. Amar y conocer a Dios es obedecerlo. Cuando Dios comisiona a sus siervos para que hagan la obra de darlo a conocer, también promete estar con ellos. Le dijo al apóstol Pablo: “No temas, sino habla, y no calles; porque yo estoy contigo” (Hechos 18:9 y 10). Antes de ascender al cielo, les dijo a sus discípulos: “He aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo” (Mateo 28:20).

Ahora, el reto nos queda a nosotros. ¿Estamos llevando fielmente el amor de Dios al prójimo así como él nos amó? ¿Estamos devolviéndole nuestro amor a Dios por medio de una obediencia fiel? Dios nos ha encomendado la gran responsabilidad de reproducir fielmente las cualidades de su amor en toda nuestra manera de vivir. ¿Conocemos a Dios de modo que el verdadero significado de su amor se refleje en nosotros? ¿Pueden las personas del mundo ver en nosotros un nuevo significa- do de lo que es el amor?

Meditemos en las amonestaciones que el apóstol Juan nos da acerca de lo que debe ser el amor de Dios en nosotros. Dice: “Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios” (1 Juan 3:1). “En esto hemos conocido el amor, en que él puso su vida por nosotros; también nosotros debemos poner nuestras vidas por los hermanos” (1 Juan 3:16). “Si me amáis, guardad mis mandamientos” (Juan 14:15).

¡Alabado sea Dios por su gran amor! ¡Dios es amor!

~Byron de la Rosa

1. https://es.wikipedia.org/wiki/Amor_de_Dios.

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