El papel de la mujer en la iglesia

El papel de la mujer en la iglesia es un tema controversial. No es ninguna indignidad, sino un honor para ella cumplir el papel para la cual Dios la creó. Tratar de cambiar lo que Dios estableció resulta en desorden y fracaso. Su contribución es de mucha importancia.

La escritora de cierto libro, y pastora de una iglesia, escribió que ella pasó los primeros diez años después de su conversión en esclavitud a la enseñanza tradicional respecto al papel de la mujer. Ella asegura que su libro nació de la búsqueda de su lugar en el reino de Dios, y que le habían enseñado muchas cosas contrarias a lo que Dios le estaba diciendo. Ella afirma que ahora entiende cuál es el verdadero lugar de la mujer.

Lo que esta mujer dice es abrazado y defendido por muchos hoy día, pero desgraciadamente no está de acuerdo con la Palabra de Dios. El papel de la mujer en la iglesia es un tema que muchos no quieren enfrentar por lo difícil y controversial que ha llegado a ser. Al prepararme para este escrito, busqué en los archivos de los últimos doce años de una revista cristiana muy apreciada, y no encontré ni un artículo que trate directamente el tema. Esto me sorprendió y me dejó un tanto decepcionado. ¿Por qué tan poca enseñanza sobre lo que dice la Biblia de un tema tan importante?

Con la ayuda de Dios, queremos abrir nuestros corazones a lo que nos dice su Palabra respecto al papel de la mujer cristiana.  Permitamos que el Espíritu Santo nos aclare las verdades expresadas en la santa Palabra de Dios. Y sobre todo, obedezcamos los principios que nos enseña la Palabra aunque el cristianismo en general no los ponga en práctica.

El plan de Dios para la mujer desde el principio (1 Timoteo 2:13)

En el principio, Dios creó al hombre y a la mujer y les dio a cada uno sus respectivas responsabilidades. La mujer fue creada como una “ayuda idónea” para el hombre. Ella fue creada del mismo cuerpo del hombre. Fue llamada “Varona” porque fue tomada del hombre. El hombre recibió la responsabilidad de proveer dirección para la mujer. Es por ello que el Nuevo Testamento lo llama “cabeza” de la mujer. “Cabeza” se refiere al que preside, lidera, o que tiene mayor autoridad o responsabilidad. Para algunos, este término tiende a invocar ideas negativas. Pero en el sentido bíblico, no debe provocar este tipo de ideas.

En 1 Corintios 11:3, el apóstol Pablo utiliza la palabra “cabeza” para indicar tanto la posición de Cristo en relación con el hombre como la posición del hombre en relación con la mujer. Denota un orden que fue establecido desde el principio (1 Corintios 11:8-9; 1 Timoteo 2:13). Desde el momento mismo en que fue creada, la mujer no fue hecha para ejercer la misma autoridad del hombre. Ella fue creada para ser su compañera. Fue tomada de él y creada para él. El conjunto de circunstancias en la creación nos muestran cuál es el diseño perfecto que Dios tiene para la mujer: no el de ejercer autoridad, sino el de complementar al hombre. Ahora, esto no indica de ninguna manera que la mujer sea inferior al hombre, sino que el hombre es la cabeza en lo que a autoridad y posición se refiere.

Antes de suponer que el papel de la mujer es inferior o insignificante, notemos algo interesante en la relación de Jesús con su Padre. La sujeción de Jesús al Padre como su “cabeza” no indica degradación de su dignidad (Filipenses 2:5-11). Su vida entera estuvo sujeta a la dirección del Padre. Esa hermosa relación entre el Hijo y el Padre y la sumisión de Jesús representan un modelo perfecto para lo que debe ser la relación entre la mujer y el hombre. No es ninguna indignidad, sino un honor para ella cumplir este papel. Además, recuerda y recalca el plan de Dios en el principio. El recuento de la creación de la mujer nos deja bajo la impresión de que la mujer fuera algo así como el punto culminante de la creación de Dios.

El efecto del pecado de la mujer (1 Timoteo 2:14)

Cuando Adán y Eva pecaron en el huerto de Edén, se destruyó algo de la perfección y la belleza del plan de Dios. Dios impuso un castigo sobre la mujer que aparentemente afectó la relación entre ella y el hombre (Génesis 3:16). Algunos creen que el hombre y la mujer tenían el mismo nivel de responsabilidad antes de la caída. Dicen que a causa del pecado, la posición de la mujer fue degradada de manera que ahora tiene que someterse al hombre. Pero eso no concuerda con la Biblia. El plan de que la mujer se sujetara al hombre fue establecido desde el principio: “Porque Adán fue formado primero, después Eva” (1 Timoteo 2:13). Sin embargo, a partir de la caída, el castigo impone un cierto grado de sufrimiento sobre esa relación perfecta y bella entre la cabeza y la ayuda idónea. Pareciera que la sumisión de la mujer a su marido se convierte en una carga. La tendencia ahora sería que el hombre abusara de su autoridad e hiciera difícil el papel de la mujer. El hombre dejaría de considerarla debido al egoísmo y orgullo en su corazón, y el deseo de agradarse a sí mismo. Y para la mujer, también sería difícil someterse a su esposo debido a su propio egoísmo y orgullo. Aunque no podemos entender a fondo todo lo que implica ese castigo, sí sabemos que el hecho de que Eva fuera engañada primero repercutió gravemente sobre la relación entre el hombre y la mujer, “Y Adán no fue engañado, sino que la mujer, siendo engañad, incurrió en transgresión” (1 Timoteo 2:14). Desde entonces, la humanidad ha tenido que vivir con esa realidad. Es un principio en las enseñanzas de los apóstoles respecto al papel de la mujer.

Como cristianos, debemos aceptar humildemente el castigo que Dios impuso sobre Adán y Eva. Debe ser un recordatorio constante de nuestra desobediencia a Dios. No ganamos nada con amargarnos contra las consecuencias del pecado. Tratar de cambiar lo que Dios estableció sólo resulta en desorden y fracaso. La solución se encuentra en humillarnos ante Dios y su Palabra, y con el poder del Espíritu Santo, vencer el egoísmo y orgullo que tanto destruyen la paz y la buena relación entre el hombre y la mujer. De esta manera, los mandamientos de Efesios 5:22-25 no serán una carga, sino una bendición.

La mujer en la historia bíblica

A través de la historia, muchas culturas han tenido a la mujer muy en poco. El papel de la mujer ha sido difícil. El hombre se ha aprovechado de su autoridad para satisfacer su propio machismo. Pero en la historia bíblica vemos a la mujer desde la perspectiva del plan de Dios, la cual nos da un cuadro muy distinto.

Vemos a Rahab y Rut que por la fe se unieron al pueblo de Dios y por ello llegaron a ser ancestros de Jesús. Ellas resaltan como joyas en el pueblo de Dios. Sara, por su sumisión a su marido, resalta como madre de todas las mujeres que siguen sus pisadas (1 Pedro 3:6). En el versículo 5, el apóstol destaca que esto mismo se pudiera decir de muchas mujeres más a través de la historia. Jamás una cultura pagana hubiera exaltado a la mujer con tan alto grado de estima como lo hace el escritor de Proverbios cuando dice: “Porque su estima sobrepasa larga mente a la de las piedras preciosas. El corazón de su marido está en ella confiado. Engañosa es la gracia, y vana la hermosura; la mujer que teme a Jehová, ésa será alabada. Dadle del fruto de sus manos, y alábenla en las puertas sus hechos” (Proverbios 31:10, 11, 30, 31).

El Nuevo Testamento añade el valor espiritual de la mujer en el reino de Dios. Nos dice que “no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer; porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús” (Gálatas 3:28). “Pero en el Señor, ni el varón es sin la mujer, ni la mujer sin el varón” (1 Corintios 11:11). Estos versículos afirman el gran valor de la mujer. Ante Dios, ella vale igual que el hombre. En cuanto a la salvación, Dios recibe como hijos al hombre y a la mujer por igual. La Biblia también dice que Dios tiene en estima especial a la mujer de espíritu afable y apacible, que se sujeta a su marido (1 Pedro 3:4-5).

Enseñanzas prácticas sobre el papel de la mujer

¿Cuál es el papel de la mujer en la iglesia? Primero, ella tiene un deber en la enseñanza. Las ancianas deben enseñar a las mujeres más jóvenes (Tito 2:3-5). Las madres deben enseñar a sus hijos como vemos en el ejemplo de Eunice, la madre de Timoteo (2 Timoteo 1:5).

La Biblia también habla de mujeres que profetizaban (1 Corintios 11:5). La palabra “profetizar” viene de dos palabras griegas que significan “exponer palabras” y en general, “enseñar, refutar, corregir, exhortar, animar”. El término profetizar también indica la idea de “darle gracias a Dios y alabarle”. Sin embargo, es necesario que esto se lleve a cabo dentro del marco bíblico que veremos más adelante. La mujer cristiana también desempeña un papel importantísimo en la oración (1 Corintios 11:5). En Hechos 16:13-15 leemos de unas mujeres que solían reunirse para orar. Eran dedicadas a buscar la voluntad de Dios. En la obra de la oración, Dios ha usado a muchas mujeres fieles. Las hermanas que, en secreto, se ponen a orar por sus pastores, su esposo, sus hijos, y por los hermanos de la iglesia son una fuente de poder sumamente importante para la iglesia. Es imposible cuantificar el valor de las oraciones de la mujer entregada al Señor.

Otras tareas muy importantes que la mujer cristiana realiza son el servicio a los necesitados, la crianza de los hijos, y muchas cosas más, siempre y cuando ella se desenvuelva dentro del marco que Dios ha definido en su Palabra.

¿Cuál es el marco dentro de lo cual la mujer cristiana puede libremente desempeñar su papel? Primero, como ya hemos visto en el plan divino desde la creación, la mujer debe ejercer sus habilidades bajo la dirección y la autoridad del hombre, sea éste su marido o padre. La mujer que verdaderamente ama a Dios estará feliz dentro de este marco, porque fue creada para desenvolverse dentro de él (1 Corintios 11:8-9).

Este marco de acción de la mujer también abarca su participación en la congregación. Ella no debe enseñar a hombres ni ejercer dominio sobre ellos (1 Timoteo 2:11-12). (Esto aplica tanto en el hogar con su marido como en la iglesia.) En 1 Corintios 14:33-34 el apóstol Pablo manda con autoridad divina: “Como en todas las iglesias de los santos, vuestras mujeres callen en las congregaciones; porque no les es permitido hablar, sino que estén sujetas, como también la ley lo dice”. Claramente vemos que el papel de la mujer no incluye ninguna posición de autoridad en la iglesia como el oficio del pastor o anciano. Los pasajes bíblicos siempre se dirigen al varón cuando hablan de esa posición. Los que dirigen en la congregación deben ser varones. Esto también implica que la mujer no predica ni profetiza en el culto público. Ella no debe desempeñar el papel de maestra en la presencia de hombres.

Muchos hoy en día argumentan que la enseñanza de Pablo sobre la subordinación femenina fue dirigida a una situación cultural de aquel entonces. Dicen que esa enseñanza es semejante a las instrucciones dadas por Pablo sobre la costumbre de tener esclavos. Su argumento es que el Nuevo Testamento contiene la semilla para la abolición de la esclavitud, e igualmente contiene la semilla para la eventual igualdad en la iglesia entre el hombre y la mujer. Sin embargo, esa comparación sencillamente no tiene validez. En 1 Corintios 11 y en 1 Timoteo 2:8-15, donde el apóstol trata la relación del varón con la mujer, el principio de la sujeción y sus aplicaciones a situaciones específicas se basan en la revelación de Dios en el Antiguo Testamento y los eventos de la creación misma, y no en una situación cultural.

En la enseñanza de 1 Corintios 11 también se nos confirma el principio que el apóstol enseñó en 1 Timoteo 2:12. El velo de la mujer cristiana simboliza que ella reconoce la autoridad del que es su cabeza, el varón. Mucha gente hoy en día trata de limitar la enseñanza de 1 Corintios capítulos 11 y la del 14 a una situación específica en Corinto y alegan que no es para la iglesia en general. Pero notemos lo que dice H.P. Hamann: “Si tenemos el mismo escritor para ambas cartas, es correcto permitir que el texto de una carta nos ayude a entender el texto de la otra. Y es importante que permitamos que el texto más claro de los dos nos ayude a entender el texto menos preciso. En este caso, 1 Timoteo 2 es la clave para entender 1 Corintios 11 y 14:33.” La mujer cristiana tiene un llamado alto y sublime a vivir en sumisión al hombre y así ser la gloria de él. Dios tiene en alta estima a tal mujer.

Es lamentable que muchos vean este tema de manera negativa, pero es debido al error que se está propagando por las iglesias hoy día. Tenemos muchos ejemplos de mujeres piadosas en el Nuevo Testamento con papeles importantes y que sirvieron con dignidad a su Maestro. La mujer piadosa puede contribuir mucho al reino de Dios. Su contribución es de mucha importancia. Apreciemos a las hermanas de nuestra iglesia y expresémosles nuestro aprecio por lo que hacen en favor de la iglesia.

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Duane Nisly
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Publicadora La Merced
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