Los hijos moribundos de Noé

Los días en que vivimos son malos y es urgente que se advierta a la sociedad del juicio venidero. ¿Habrá hijos de Noé dispuestos a predicar la justicia con valentía? Que no nos encontramos con sangre en nuestras manos por no haber advertido del juicio que se acerca.

Noé ya tenía más de 600 años cuando cayeron las lluvias torrenciales del cielo y subieron las aguas de la tierra en el gran diluvio. Ese día comenzó el gran castigo que Dios había preparado para la corrupción descontrolada de la humanidad de aquel entonces. La gente pecaba descaradamente y con insistencia tal como se hace hoy en día. Dios le había advertido a Noé de ese día catastrófico con unos 120 años de anticipación. Es decir, habría sido unos 30 años antes de que nacieran los tres hijos de Noé. Así que, en el tiempo del diluvio sus hijos tenían unos 90 años. Noé había predicado el arrepentimiento durante todos esos años a los de su alrededor. Él murió unos 350 años después del diluvio mientras sus hijos poblaban de nuevo la tierra. Pero lamentablemente, el mensaje de Noé prácticamente murió cuando sus hijos murieron. Solamente por su hijo Sem, un remanente de predicadores siguió el ejemplo de Noé. Y hoy, unos 4.000 años después, tenemos una sociedad muy decaída, semejante a la sociedad en el tiempo de Noé. Mientras tanto, grandes cantidades de personas, descendientes espirituales de Noé, también están abandonando el legado de predicar la justicia y el arrepentimiento al mundo.

Durante muchos años, la teología moderna ha influido a los “hijos de Noé”. Hoy se predica una doctrina contraria a la de Noé, y uno por uno, los verdaderos hijos de Noé están muriendo. Esta nueva doctrina declara que la justicia de Dios es pasiva, no agresiva. La doctrina moderna sostiene que para predicar la justicia de Dios (la rectitud de él), se debe tener mucho cuidado de no ofender al oyente por exponer francamente el pecado. Muchos que se dicen cristianos hoy aceptan esta doctrina en parte porque hoy no sólo se busca la aceptación en vez del rechazo, sino también se exige. Hay cierta verdad que parece calzar dentro de este criterio. Es cierto, la sabiduría que “es de lo alto es primeramente pura, después pacífica, amable, benigna, llena de misericordia y de buenos frutos, sin incertidumbre ni hipocresía” (Santiago 3:17). Es evidente que el deseo de vivir una vida quieta y apacible es bueno. También es cierto que no tiene la bendición de Dios si el motivo de exponer la Palabra de Dios es sólo para levantar conflictos. Sin embargo, fácilmente se pasa por alto la verdad que exige nuestra atención. Es la acción agresiva en contra de la maldad. “Porque es necesario que todos nosotros comparezcamos ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba según lo que haya hecho mientras estaba en el cuerpo, sea bueno o sea malo” (2 Corintios 5:10).

Los evangelistas del pasado que Dios usó poderosamente, clamaron esta verdad. La verdad santa y auténtica deliberadamente advierte en contra del pecado. Su eficacia no depende de la predicación pasiva. Más bien enfrenta el pecado tal y como es y saca a la luz la impiedad. Como resultado, la verdad de Dios choca con las mentiras del diablo. La verdad de Dios presentada frente a la maldad siempre causa conflicto. No puede ser de otra manera. “Por cuanto los designios de la carne son enemistad contra Dios; porque no se sujetan a la ley de Dios, ni tampoco pueden” (Romanos 8:7). Así fue en los días de Noé y así es hoy en día.

Pero como entonces el que había nacido según la carne perseguía al que había nacido según el Espíritu, así también ahora” (Gálatas 4:29). El espíritu de Ismael y el espíritu de Isaac nunca se pueden poner de acuerdo. ¿Por qué creen algunos que sí se puede? La verdad, cuando se proclama tal y como es, siempre genera culpabilidad en el pecador y choca de frente con la carnalidad de Ismael (Gálatas 5:17). Si hay alguna provocación ofensiva como resultado, el problema no está en la Palabra de Dios, sino en la actitud del predicador o en su manera de presentar la verdad. Día tras día, mientras Noé construía el arca, la presencia de la nave en construcción no les dio consuelo a los que observaban, ni a los que oyeron las predicaciones de Noé. Entonces (por fin) llegó el día en que Noé y su familia entraron en el arca. Hasta ese momento el arca representaba una invitación de vida para cualquiera que escogiera creer, pero sólo condenación a los que rehusaron creer. Nadie podía decir que no había sido advertido cuando Dios, sin más aviso, cerró la puerta del arca. Mientras Noé conseguía los materiales para el arca y la construía para salvar su propia vida y la de su familia, no era ningún secreto cuál era su propósito en hacerlo. Sin duda, muchos se burlaron de él por invertir su vida en un trabajo que parecía ser tan sin sentido. Es posible que la gente se hubiera degenerado tanto que la predicación de Noé sobre la justicia ni siquiera tocase su malvada consciencia, aunque sin duda algunos sí fueron tocados. Ninguno de los que observaban a Noé en su proyecto, los religiosos, y los malvados, recibió ninguna justificación en su pecado deliberado.

Probablemente Noé luchara con el deseo de ser aceptado por la sociedad. De hecho, él no se deleitaba en solamente condenar a sus oyentes y los que lo obervaban. Sin embargo, su fe no le permitía hacer otra cosa que convencerlos de su pecado. La maldad nunca puede sentirse cómoda cuando se enfrenta con la verdad y santidad.

Gracias a Dios, hoy en día aún existen “hijos de Noé” que tienen el valor de enfrentar la maldad con predicar la verdad y la justicia. Un remanente de los “hijos de Noé” aún se preocupa por enfrentar el pecado con métodos de evangelismo agresivos. Aún existen algunos que ven la necesidad y la importancia de enfrentar la maldad con predicar la verdad con valentía.

Pero muchos de los “hijos de Noé” están falleciendo por aceptar los conceptos modernos del relativismo. El relativismo supone que la verdad debe ser agradable y placentera para el pecador en la vida diaria. Se cree que los absolutos respecto a las verdades bíblicas han llegado a ser anticuadas. Se promueve la teología de tolerancia que dice: “Usted vive según su manera de pensar y yo vivo según la mía” y “no creemos igual pero no importa, porque servimos al mismo Dios, y él entiende y acepta a todos mientras creemos en él”. Muchos prefieren no hablar de forma abierta de su fe, sino permanecer en un modo pasivo para no poner en perjuicio su negocio.

No es que el verdadero predicador de justicia busca ser un atacante agresivo. Sin embargo, la piedad verdadera y la predicación de la justicia y verdad chocan con la maldad. Es un hecho inevitable. El reprender al pecador por sus hechos malvados nunca se recibe con gran aprecio. La verdad es que la sociedad hoy en día no entiende la inmoralidad en que vivimos…. la mentira, el divorcio, las segundas nupcias, la rebeldía, la desnudez. Creen que esos pecados son insignificantes comparados con lo que se creen ser grandes problemas de los gobiernos y los estreses personales. Mientras tanto, la depravación sigue en aumento y la sociedad va consumiéndose en confusión y perdición cada vez más. ¿Cómo oirán si nadie les predica?

La auténtica predicación pasiva de justicia por medio del ejemplo de una vida quieta y pacible tiene su lugar y es importante. A la vez, ser agresivo y “construir un arca” en medio de la ciudad puede ser lo que Dios nos manda hacer hoy. Vivir una vida ejemplar es sin duda esencial, pero ¿es suficiente para advertir al mundo de la destrucción venidera? El apóstol Pablo enseña que “no participéis en las obras infructuosas de las tinieblas, sino más bien reprendedlas” (Efesios 5:11).

¿Cuándo es el momento de predicar agresivamente de la justicia? ¿Cuándo debemos hablar públicamente en contra del pecado público? Si no es ahora, ¿cuándo será? Hay muchas maneras de advertir agresivamente al mundo pecador. Es importante proclamar el amor de Jesús para el pecador, pero no siempre tiene el mismo efecto de la advertencia de que “los cobardes e incrédulos, los abominables, y homicidas, los fornicarios y hechiceros, los idólatras y todos los mentirosos tendrán su parte en el lago que arde con fuego y azufre, que es la muerte segunda” (Apocalipsis 21:8). ¿Será urgente que se advierta del juicio venidero a los religiosos engañados y a la sociedad pecaminosa? Los días en que vivimos son sumamente malos y el Juez está a la puerta. ¿Habrá algunos hijos de Noé dispuestos a predicar la justicia con valentía? Es imperativo que alguien predique más que sólo un mensaje “quieto y apacible”. Delante de Dios ¿habrá sangre en nuestras manos apacibles por no haber advertido con valor del juicio venidero?

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