La santísima fe

La santísima fe es mas que hablar y entender la Biblia. Esa santísima fe no es algo mágico, ni fácil, ni cómodo. Esa fe nos es dada cuando obedecemos la Palabra de Dios y practicamos la voluntad de Dios en nuestra generación.

La epístola de Judas, nos habla de la santísima fe sobre la cual debemos edificar. ¿Qué era esa santísima fe de la que habló Judas?

En el versículo tres, Judas nos dice: “acerca de nuestra común salvación, me ha sido necesario escribiros exhortándoos que contendáis ardientemente por la fe que ha sido una vez dada a los santos”.

Judas les hace ver que esa santísima fe no es algo mágico, ni fácil, ni cómodo. Para preservar esa fe, era necesario sostener una gran lucha contra el ejército de Satanás en el mundo. La santísima fe de que Judas habla es la fe de los apóstoles… la fe que vemos en el libro de Hechos.

Judas quería que los cristianos vivieran esa misma fe de los apóstoles. Su carta parece estar dirigida a cristianos de la segunda generación. Él temía que ellos cambiaran la fe que practicaban los cristianos.

La segunda generación no tendría que dar cuentas por la vida de los primeros cristianos. Tampoco serían aceptados delante de Dios por la fe de sus antepasados. Si querían agradar a Dios, tendrían que conocer la voluntad de Dios y practicarla en su época y ambiente.

Judas les dijo que la fe fue entregada a los santos. Eso significa que les fue posible conocer la voluntad de Dios en su generación. Pero, ¿cómo conocemos la voluntad de Dios para nuestra época?

Al igual que ellos, nosotros necesitamos conocer la voluntad de Dios y vivir de acuerdo con ella si que remos agradar a Dios. Necesitamos obedecer hoy tal y cómo ellos lo obedecieron en el principio. No tendremos que responder a Dios por lo que ellos hicieron, ni tampoco nos salvaremos por el legado de fe que ellos nos dejaron. Pero sí podemos aprender algo de la santísima fe si estudiamos la vida de otros cristianos durante toda la historia. Ella nos enseña mucho de la manera en que algunas iglesias han procurado mantener su fidelidad a la Palabra de Dios y cómo han respondido a las presiones del mundo.

Desde el tiempo en que Cristóbal Colón descubrió América, la iglesia católica ha reinado sobre las naciones como iglesia única de Europa. Tal había sido el caso desde hacía más de mil años. Para la gente de aquel entonces, la palabra del papa llevaba la misma autoridad que la Palabra de Dios. Pocos tenían la dicha de contar con una Biblia y algunos no sabían que existía. Se aceptaba la palabra de los sacerdotes y, por consiguiente, la palabra del papa como la voz de Dios.

Cuando algunos hombres empezaron a estudiar la Biblia, descubrieron muchas contradicciones entre lo que enseñaba la iglesia y lo que enseñaba la Palabra de Dios. Ellos creyeron que debían reformar a la iglesia católica. Se les llamó “reformadores.”

Aparte de la iglesia católica y los reformadores, un tercer grupo se levantó alrededor del año 1525. Éste sentía la necesidad de restaurar la iglesia al estado que tenía en el tiempo apostólico del Nuevo Testamento. Los hermanos de este grupo fueron conocidos como “anabaptistas”¹. Ellos creían que la voluntad de Dios se encontraba en la Biblia, y principalmente en el Nuevo Testamento.

Ahora veamos más a fondo estos tres grupos de creyentes y lo que creían. Todos creían en un mismo Dios, pero no estaban de acuerdo en la doctrina. Gran parte de las diferencias que existían entre ellos se ven toda vía entre las iglesias de hoy. Por lo general, los católicos no han cambiado mucho su doctrina desde aquel entonces. Los protestantes creen como los reformadores de aquel tiempo, y hay un remanente de iglesias que creen como los anabaptistas.

Notemos algunas de las creencias de cada grupo. Recuerde que nos interesa saber: ¿Qué es la santísima fe? y ¿Cómo podemos conocer la voluntad de Dios para el tiempo de hoy?

Los católicos creían y enseñaban que la iglesia es un depósito de la gracia de Dios. Se puede ilustrar de esta forma:

Ellos creían que Dios es muy grande, sublime, y santo, y todavía lo creen. Creen también que Cristo ha dado a la iglesia el poder de discernir la voluntad de Dios para cada gene ración y que la iglesia es más importante que la Biblia. A la vez, creen que el hombre es pecador y no puede obtener nada de Dios sin la ayuda de los santos y los sacramentos, y que el sacerdote es el intermediario entre Dios y el pueblo. Según ellos, el hombre necesita hacer buenas obras para obtener la salvación y el perdón. Es decir, promueven una vida semejante a la del pueblo de Dios bajo el Antiguo Testamento. Cada día la persona peca. La iglesia le concede el perdón desde el de pósito de gracia por medio de los sacramentos administrados por el sacerdote y la indulgencia indicada por él. Su vida sigue un ciclo vicioso que consiste en PECAR, PAGAR, y recibir PERDÓN. Cuando muere, su familia y amigos tienen que ofrecer más sacrificios para librarlo del purgatorio. Es una vida de derrota espiritual.

Los reformadores creían que la Biblia contiene la voluntad de Dios y que Jesús es nuestro sacerdote. El creyente pue de acercarse personalmente a Dios. Enseñaban que Dios da la gracia sin límite a cualquiera que cree. El pecador sólo necesita creer y así obtiene el perdón. También decían que la caída de Adán significa que todos los hombres tienen culpa delante de Dios, incluso los niños y los bebés. Decían además que por la caída de Adán, los creyentes van a pecar mientras estén aquí en la tierra. Es inevitable. Pero la gracia, la misericordia, y el amor de Dios pasan por alto ese pecado porque en el corazón no que rían pecar. Los reformadores también creían que hay par tes del Nuevo Testamento que los creyentes no pue den obedecer. Enseñaban que el reino de Dios no es una realidad en el presente sino algo que vendrá en el futuro cuando Jesús regrese a la tierra. Creían que los creyentes pueden seguir pe cando y que Dios los aceptará por su fe. Este pensamiento también convence a las personas de que las obras en la vida cristiana tienen poca importancia.

Los reformadores pusieron el énfasis en la Biblia. Creían que podrían obtener el perdón sin la mediación de un sacerdote. Creían que cada uno puede orar directamente a Dios. Una idea moderna ha resultado de esta enseñanza. Algunos creen que los creyentes pueden conocer la voluntad de Dios y pueden vivir la santísima fe solos, sin comprometerse con una iglesia. Hasta hay personas que creen que el Espíritu Santo los ha dirigido en contra de lo que dice la Biblia y en contra del consejo de otros creyentes. Creen que no necesitan a la iglesia y que pueden vivir la vida cristiana solos.

Los anabaptistas querían restaurar la vida de la iglesia apostólica en su generación. Insistieron en que los mandamientos del Nuevo Testamento están vigentes aún hoy y que se deben obedecer. Ellos creían que la relación entre Dios y el creyente debe ser así como se muestra en el gráfico. Todos los creyentes son igualmente responsables delante de Dios. A la vez, daban importancia a que la iglesia trabaje como un cuerpo como lo enseña el Nuevo Testamento. Creían en una fuerte unión entre los hermanos y un compromiso al cuerpo de Jesús, su iglesia. Esto significaba un compromiso a un grupo de hermanos local. Reconocían el amor de Dios para con ellos y la gracia que él ofrece. Respondieron a ese amor y gracia con obediencia a su Palabra y amor para con sus hermanos. Creían que Dios no pide más de sus discípulos de lo que pueden cumplir. Con el poder de Dios y su Espíritu Santo, ellos luchaban contra las tentaciones del diablo y las debilidades de la carne. Con la ayuda de la hermandad, perseveraban en la lucha hasta la muerte. No eran perfectos, pero llevaban una vida victoriosa… eran más que vencedores.

Los anabaptistas pensaban de forma distinta a los reformadores. Creían que se necesitaban unos a otros en la iglesia para ayudarse a entender toda la voluntad de Dios. Juntos, en unidad y pureza, procuraban vivir la santísima fe como lo hicieron los apóstoles. Sin duda, tenían problemas. Pero a medida que se encontraban con esos problemas, acudían juntos a la Biblia y buscaban allí la voluntad de Dios.

La vida de los anabaptistas no era fácil. Sus opositores los perseguían, pero ellos seguían fielmente, como los santos de Hebreos 11: 35-40. Vivían con gozo, alegría, y paz aun en las dificulta des. Creían que la iglesia aquí forma parte del reino de Dios que Cristo inició en la tierra. El libro de Apocalipsis les daba esperanza de que cuando fueran liberados de esta vi da, les esperara una vida mejor.

¿Cuál de estos grupos vivió realmente la santísima fe? ¿Cuáles entendieron y practicaron la voluntad de Dios en su generación? Jesús dijo en Marcos 3:35: “Porque todo aquel que hace la voluntad de Dios, ése es mi hermano, y mi hermana, y mi madre”. Pedro dijo en la casa de Cornelio: “Dios no hace acepción de personas, sino que en toda nación se agrada del que le teme y hace justicia” (Hechos 10:34-35).

La santísima fe es más que hablar y entender la Palabra de Dios. Esa fe nos es dada cuando obedecemos la Palabra de Dios y practicamos unidos la voluntad de Dios en nuestra generación.

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1. “Anabaptista” es una palabra de origen griego que significa “bautizar de nuevo”, y se usó en la iglesia del estado (la católica) desde el cuarto siglo después de Cristo para los que se bautizaban otra vez bajo la dirección de personas consideradas herejes o infieles a dicha iglesia. En el año 1532, apareció la palabra en inglés, refiriéndose al grupo que se apartó de los “reformadores” por causa de su deseo de seguir más perfectamente la Palabra de Dios. Desde el tiempo de Justino, en 529 D.C., el rebautizarse constituía una de las herejías castigadas con la muerte. Los anabaptists mismos no se llamaban así, sino que aquel fue el sobrenombre impuesto sobre ellos.

La dirección editorial de esta revista considera que la fe de los “anabaptistas” del siglo dieciséis fue una expresión válida de la fe del Nuevo Testamento.

Dettagli
Lingua
Español
Numero di Pagine
4
Autore
James Landis
Editore
Publicadora La Merced
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