¿Cómo puedo saber? ¿Soy salvo o no?

¿Cómo puedo saber si soy salvo o no lo soy? Jesús nos da a entender que la prueba de nuestra salvación está en hacer la voluntad de Dios. El libro de 1 Juan es un examen divino, y del libro se han derivado 12 preguntas. Al contestarlas sinceramente y con veracidad, puedo saber si soy salvo…o no.

En las iglesias de hoy día, se ofrece una “gracia barata”. Es una gracia que no concuerda con el mensaje total de la Biblia. Se invita a las personas a aceptar a Jesús con asentir con la mano, pero no se les exige el discipulado. Se promete el bienestar con Dios y la seguridad de llegar al cielo después de la muerte. Pero la esperanza que se promete es una esperanza falsa.

¿Cómo puedo saber si soy salvo o no lo soy? ¿Por estar muy ocupado en actividades religiosas? ¿Por hacer milagros, sanidades, y echar fuera demonios? NO. En el Sermón del Monte (Mateo 5, 6, y 7) Jesús nos da a conocer las características de su reino. Nos enseña en qué debemos basar nuestra esperanza. Sus palabras cortan a la raíz el concepto moderno del cristianismo. Jesús dijo: “No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos. Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad” (Mateo 7:21-23).

Con estas palabras Jesús nos da a entender que la prueba de nuestra salvación está en hacer la voluntad de nuestro Padre que está en los cielos. Cada uno de los mandamientos del Nuevo Testamento nos sirve como un examen. Por ellos podemos calificar nuestra vida y saber si nuestra esperanza es válida. Esto no significa que nuestra salvación depende de obras, sino que la salvación verdadera produce pruebas claras por las cuales podemos estar confiados en nuestro bienestar con Dios (Santiago 2:14-26).

En 1 Juan 1:4, el apóstol nos aclara que su propósito en escribirnos es para que nuestro gozo sea cumplido. Y en el capítulo 5, versículo 13 dice: “Estas cosas os he escrito a vosotros que creéis en el nombre del Hijo de Dios, para que sepáis que tenéis vida eterna.”

Al analizar bien esta epístola, vemos que es un examen divino que nos da Dios. A continuación queremos analizar doce preguntas. Si nuestras respuestas a estas preguntas son negativas, sabemos desde luego, que no estamos bien con Dios y que debemos hacer los cambios necesarios para tener la seguridad de enfrentarnos con Cristo con un verdadero gozo y esperanza. Qué triste sería haber vivido una vida religiosa, creyendo estar bien con Dios, y encontrarnos al final de la vida sin haberlo agradado.

Analicemos, pues, las preguntas en el examen de 1 Juan....

1. ¿Tengo una conciencia limpia? (1 Juan 1:6-7). Andar “en tinieblas” es violar mi conciencia. Es hacer a sabiendas lo que no debo hacer. Andar “en luz” es obedecer mi conciencia y hacer lo que Dios pide de mí.

2. ¿Reconozco mi naturaleza pecaminosa? ¿Confieso mi pecado cuando me doy cuenta de que le he fallado a Dios? (1 Juan 1:8- 2:2). Contrario a la creencia popular, es una seña de madurez reconocer mi naturaleza pecaminosa, esta naturaleza tan poderosa que quiere dominarme. Como cristiano, sé que al reconocerla, y al acudir al poder de Dios, puedo dominarla. Sin embargo, sé también que si me descuido por un momento, esta naturaleza puede levantarse de nuevo y apoderarse de mí, dejando consecuencias amargas y duraderas. Cuando eso sucede, debo confesarlo.

3. ¿Obedezco los mandamientos del Señor? (1 Juan 2:3-5; 5:2-3). Es alarmante ver al mundo de hoy día. No reconoce la Biblia como el libro con autoridad dado por Dios. La predicación es muy buena y correcta, pero en los oyentes no se ve un estilo de vida que corresponda. Se alaba al Señor con ánimo en el culto, según parece, pero no se permite que el mensaje de la Biblia penetre y cambie la vida donde se encuentran deficiencias. No hay una vida de obediencia a lo que Dios dice en la Biblia.

4. ¿Estoy imitando el ejemplo de Jesús? (1 Juan 2:6). ¡Cómo cambiarían nuestras comunidades si todos imitásemos a Jesús! Una vez, un pastor escribió una novela referente a la iglesia. En ella él escribió el siguiente desafío a sus miembros: “En cualquier decisión que enfrenten, háganse la pregunta: ¿Qué haría Jesús si estuviera en mi lugar? Y después imiten su ejemplo.” Con este desafío la iglesia experimentó un gran avivamiento. ¿Sigo yo el ejemplo de Jesús?

5. ¿Amo yo a mi hermano? ¿Estoy dispuesto a sacrificarme por él? 1 Juan 2:9-10 pone a prueba mis actitudes para con mi hermano. El capítulo 3:16-18 hace un examen aun más profundo, el de mis hechos. ¿Comparto mis bienes con mi hermano cuando él tiene necesidad, o sólo le digo: “Estaré orando por usted. Espero que Dios le proporcione lo que necesita”? Vemos que el apóstol Juan relaciona el amor a 7 mi prójimo con el amor a Dios en 1 Juan 4:20. No puedo amar a Dios si aborrezco a mi hermano. La prueba verdadera de mi amor está en mi relación con los que me rodean. Si no he aprendido a llevarme bien con los de mi casa, ¿cómo voy a amar al que está más lejos?

6. ¿Soy leal en mi amor a Dios? (1 Juan 2:15-17). El texto dice que el amor al mundo y el amor a Dios no son compatibles. No puedo amar a ambos a la misma vez. Esta pregunta en nuestro examen se vuelve sumamente práctica si la hacemos de la siguiente manera: Cuando lo que pide Dios de mí y lo que pide el mundo (su cultura y sus modas) no concuerdan, ¿a quién obedezco? ¿Me es más importante agradarle a Dios o a los inconversos que me rodean? ¿Cuál es mi respuesta a estas preguntas?

7. ¿La esperanza de mi encuentro con Dios es suficientemente viva para que me motive a purificarme? (1 Juan 3:3; 4:17-18). ¿Espero mi encuentro con Dios o me da miedo? ¿Hay algo en mi vida que quisiera esconder cuando pienso en hallarme ante el trono de Dios? Para estar siempre preparados y sin temor, lo mejor es siempre corregir mis faltas apenas las haya cometido.

8. ¿Concuerda lo que creo con lo que dice la Biblia? (1 Juan 2:22; 4:1-3). La doctrina sana toma en cuenta todo lo que enseña la Biblia. Lo que pienso acerca de Jesucristo tiene mucha importancia. ¿Confieso que Jesucristo siempre ha existido y que es Dios en todo sentido? ¿Creo yo que en realidad se hizo humano, que nació de una humilde virgen, que murió en la cruz del Calvario por mis pecados, que resucitó al tercer día, y que ascendió de nuevo al cielo? Todo esto es muy básico, pero todavía falta una cosa.

Si Jesús en verdad es el soberano Dios, todo lo que él dijo en el Nuevo Testamento también son mandamientos para mi vida. En Mateo 28:20, Jesús nos encarga a enseñar “que guarden todas las cosas que os he mandado.” El apóstol Pablo además nos instruye en 1 Corintios 14:37: “Si alguno se cree profeta, o espiritual, reconozca que lo que os escribo son mandamientos del Señor”. La doctrina tiene importancia. No puedo unirme con cualquier religioso que me diga: “Hermano, todos vamos a llegar al cielo, usted a su manera, yo a la mía”.

Este punto merece nuestra atención porque hay quienes creen que la prueba principal de estar bien con Dios es alguna experiencia espectacular o algunos poderes extraordinarios. El apóstol Pablo dice en Gálatas 1:8 que cualquier persona, (o ángel), que cambia el Evangelio que Dios le había revelado a él, sea anatema, o maldito.

9. ¿Estoy venciendo mis hábitos pecaminosos? (1 Juan 3:6,9 y 5:4). Cuando acudo a Cristo y suplico su perdón, él me perdona todo lo del pasado. Pero, ¿qué tal los hábitos malos, el enojo, el odio, el egoísmo, y los vicios? Es cierto, soy una nueva criatura (2 Corintios 5:17), pero tengo que luchar para cambiar los hábitos que por mucho tiempo habían dada formación a mi vida. Tengo que aprender de Dios y recibir fuerzas de él para vencer las tentaciones que me vienen. Filipenses 2:13 dice: “Porque Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad”. “El querer” se refiere a mis deseos cambiados y “el hacer” es el poder sobrenatural para cambiar. Dios ha hecho todo lo necesario para que yo no cometa pecado (1 Corintios 10:13). Quizás una buena pregunta sería: ¿Tengo más victoria hoy que hace seis meses? Si no estoy logrando la victoria sobre el pecado, debo seguir luchando hasta vencer. La santidad y la pureza por medio del poder de Dios son la meta de cada cristiano verdadero.

10. ¿Tengo compañerismo y comunión con el pueblo de Dios? (1 Juan 4:5-6). La persona del mundo habla de sus cosas y los mundanos la entienden. Pe ro no pueden entender el modo de pensar de los cristianos. Como cristianos podemos comunicarnos a un nivel profundo. Nos comprendemos. ¿Con quiénes me siento más cómodo: con los cristianos, o con los del mundo? ¿Quiénes me comprenden? ¿Quiénes piensan como yo pienso?

11. ¿Tengo ratos agradables y fructíferos en la oración? (1 Juan 8 5:14-15). ¿Estoy gozando de mi rato de oración? ¿Tengo tiempo para orar, o siempre hay estorbos? Lo que uno cree más importante en la vida, para eso aparta tiempo. Cuando no hallo tiempo para orar, el problema no es que no hay tiempo, sino que no le doy importancia. ¿Siento que la oración es un trabajo difícil o es grato el rato con Dios? ¿Lo siento como un deber o es un privilegio?

¿Está Dios contestando mis oraciones? Dios no contesta las oraciones egoístas, ni las que están en contra de su voluntad (Santiago 4:3). En Juan 15:7 Jesús promete que si permanezco en él y su Palabra permanece en mí, voy a desear pedir lo que está de acuerdo con su voluntad.

12. ¿Siento yo una preocupación sincera por mi hermano caído? (1 Juan 5:16-17). ¿Me preocupa cuando mi hermano se aleja de Dios? ¿Siento la responsabilidad de hablarle y ganarlo de nuevo para el reino de Dios? ¿Le hablo con amor usando los principios que Dios nos dejó en Mateo 18:15-18 y Gálatas 6:1? Si no me preocupo por mi hermano caído, es muestra de que lo espiritual no tiene importancia para mí.

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El libro de 1 Juan, como toda la Biblia, es un regalo de Dios. Dios nos ha dado mandamientos. A base de algunos de ellos se tomaron las doce preguntas anteriores. Dios desea que los obedezcamos y por medio de ellos lleguemos a saber cómo se encuentra nuestra relación con él.

Dios no quiere que en el día del juicio nos hallemos sorprendidos, creyendo que estábamos bien con él, pero con una esperanza falsa.

Espero que por medio de este examen usted pueda ver más claramente su posición delante de Dios. Si ha fallado este examen, todavía hay tiempo para cambiar por el poder de Dios. Si por la gracia de Dios ha podido contestar estas preguntas positivamente, Dios le está dando el respaldo firme de su Palabra para estar confiado en su relación con él y gozarse en su esperanza.

Dettagli
Lingua
Español
Numero di Pagine
3
Autore
Arturo Nisly
Editore
Publicadora La Merced
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