La enseñanza apostólica del velo

Un estudio de 1 Corintios 11, y por qué se debe practicar. Desde la creación, Dios estableció orden en la sociedad humana, y en honor a la posición que ella ocupe, la mujer cristiana se cubre la cabeza. Que aceptemos y practicamos esta eseñanza para la gloria de Dios.

Cuando mi esposa tenía doce años, tuvo una experiencia que le causó un gran impacto. En la iglesia donde asistía ella con sus padres, no se enseñaba el encubrimiento del cabello de la mujer, ni se practicaba según enseña la Biblia en 1 Corintios 11:2-16. Pero una noche ella se encontraba arrodillada al lado de su cama en oración. Comenzó a sentir una fuerte impresión de la presencia de Dios.  Impulsada por reverencia ante la santidad de Dios, ella extendió la mano y quitó la funda de la almohada que estaba en la cama. Luego se cubrió la cabeza con la funda.

Ese momento tan sagrado dejó una fuerte impresión en su vida. Años después, Dios usó esa experiencia para abrir su entendimiento a la enseñanza apostólica de que la mujer cristiana debe cubrirse la cabeza en señal de que acepta el orden de autoridad que Dios ha establecido.

Reconozco que en la mayoría de las iglesias “cristianas” de hoy no se practica el velo de la mujer cristiana. Y para algunos es un tema de mucha controversia. Pero ¿por eso podemos hacer caso omiso a lo que la Biblia enseña, o interpretar la Biblia a la manera de pensar de la mayoría?

Hagamos un estudio de la enseñanza apostólica sobre el velo de la mujer en 1 Corintios 11 y por qué se debe practicar.

El velo es una enseñanza para todas las iglesias

La interpretación correcta de una enseñanza o práctica bíblica tiene que venir de los que creen y obedecen la enseñanza. La fe verdadera siempre obedece. No podemos esperar que se dé una explicación bíblica de parte de personas que no ponen por obra esas verdades en su propia vida. Esto se ve en los comentarios hoy día sobre el tema del velo de la mujer cristiana. Los que no practican esta enseñanza de alguna manera relegan el encubrimiento a la cultura pasada de los corintios, y así niegan su vigencia para la iglesia de hoy. Pero una exégesis fiel del pasaje no permite esta conclusión. Lo que el apóstol Pablo escribió a la iglesia de Corinto fue escrito y enseñado a “todas las iglesias” (1 Corintios 4:17; 7:17; 11:16; 14:33). Además, en su introducción de esta carta Pablo dijo: “A la iglesia de Dios que está en Corinto, a los santificados en Cristo Jesús, llamados a ser santos con todos los que en cualquier lugar invocan el nombre de nuestro Señor Jesucristo, Señor de ellos y nuestro” (1 Corintios 1:2). Esto nos incluye aun a nosotros hoy como la iglesia de Jesús. También dijo en 1 Corintios 14:37: “Si alguno se cree profeta, o espiritual, reconozca que lo que os escribo son mandamientos del Señor”. Pablo pudo decir esto con autoridad apostólica porque también escribió: “Yo recibí del Señor lo que también os he enseñado” (1 Corintios 11:23). 

El velo es un símbolo del orden en la creación

(1 Corintios 11:2,3,11,12)

Desde el huerto de Edén, Dios estableció orden en la sociedad humana. La relación entre el hombre y la mujer es tanto recíproca (1 Corintios 11:11-12) como mutua (Génesis 2:18). Sin embargo, el varón es la cabeza de la mujer (1 Corintios 11:3). Esto no quiere decir que el hombre es dictador sobre la mujer o que la tiene debajo del zapato. Esto vemos en el mismo versículo tres. Dios es la cabeza de Cristo pero él no enseñorea sobre su Hijo. Jesús dijo: “Yo y el Padre uno somos” (Juan 10:30), y Dios le dijo a la primera pareja, “serán una sola carne” (Génesis 2:24). Pero hay orden, y la mujer que cubre su cabello con un velo testifica de que ella voluntariamente acepta su posición al lado del hombre en sumisión a él. Jesús hizo lo mismo con su Cabeza, el Padre celestial. Jesús nunca mandó al Padre y nunca le dio órdenes. Pero vemos la relación estrecha y mutua entre ellos. Jesús oró al Padre, le hizo peticiones a su Padre, y le habló de las circunstancias en que él se encontraba. Dios le respondió, y proveyó por sus necesidades, se hizo presente en momentos oportunos, y le reveló su voluntad. Los cielos se abrieron. “Toda potestad… en el cielo y en la tierra” fue dada a Jesús. Y así es hoy entre el hombre y la mujer, entre el marido y su esposa que fielmente obedecen el orden de la creación. El hombre es el responsable. Fue a Adán que Dios dio el mandamiento (Génesis 2:16-17). Fue a Adán que Dios se dirigió cuando buscaba a la pareja en el huerto (Génesis 3:9).

Tanto el hombre como la mujer pueden apartarse del orden divino, pero acarrean daños a su hogar como consecuencia. El hombre no es superior a la mujer. Tampoco es encima de ella (Gálatas 3:28). El “machismo” no cabe en el orden de Dios. Tampoco cabe en el orden de Dios el llamado “derecho o superioridad de la mujer”. Cuando una sociedad hace caso omiso al orden de la creación o lo rechaza, dentro de poco habrá desintegración del hogar, una decadencia en la moral, y una deshonra a los padres y a su autoridad. Todo esto comienza con la desobediencia a esta enseñanza que el velo representa.

El velo es una señal de autoridad

(1 Corintios 11:7-10)

Unas traducciones del Nuevo Testamento dicen que “el velo es una seña de que ella (la mujer) está bajo el poder del hombre (el marido)”. En caso de una soltera, el padre figura como la autoridad de ella. Es una evidencia de que la mujer desea estar bajo la autoridad del hombre en todo lo que ella emprende. Es una señal que los mismos ángeles ven y entienden¹ (1 Corintios 11:10 y 1 Timoteo 5:21). Cada mujer cristiana debe tener esta protección y bendición tanto en la vida cotidiana como en los asuntos espirituales. Para que sea una “señal de autoridad”, debe ser algo distinto… único. El velo es más que un mero pañuelo o manto, o una bufanda, o sombrero. Es un encubrimiento especial que da testimonio delante de los hombres y de los ángeles del poder y la virtud de la mujer que ha escogido su debido lugar. Ese testimonio es fortalecido cuando todas las hermanas de la congregación practican el uso del velo de la misma forma.

El velo da testimonio de que la mujer o la joven está bajo autoridad según el plan de Dios. Cuando ora o testifica está bajo autoridad. Cuando hace compras en el mercado, está bajo autoridad. Cuando ella trata con los niños en la casa, hay autoridad. Su velo es símbolo del vínculo entre ella y el poder del hombre. Más allá que eso, es un vínculo entre ellos y el poder y la bendición de Dios. La mujer que se cubre tiene esta actitud espiritual: “No quiero hacer nada sin la protección y aprobación de mi cabeza (mi autoridad)”. Y ¿cómo debemos responder los hombres cristianos cuando las mujeres en nuestra casa y congregación son así? Nos debe conmover a amar, respetar, y honrar a las que Dios ha provisto para ser ayuda idónea nuestra. Esta relación mutua, dice el apóstol, significa el velo ante los ángeles y el mundo.

El velo es una enseñanza apostólica

(1 Corintios 11: 4-6)

Lo que Pablo aquí recibió del Señor y escribió en 1 Corintios 11 es una enseñanza igualmente apostólica como las instrucciones para observar la Cena del Señor que siguen en el mismo capítulo. Muchos aceptan y practican el final del capítulo sobre la Cena del Señor pero no reciben ni obedecen la primera parte sobre el velo. El apóstol ordena que el hombre ore y profetice con la cabeza descubierta y que la mujer sea cubierta. Esto no era una costumbre de las mujeres griegas, pues la mujer griega no se cubría la cabeza. Tampoco era una práctica judaica, pues los hombres judíos adoraban, oraban, y estudiaban con la cabeza cubierta. Esta enseñanza es netamente cristiana y apostólica. Vemos que tenemos en el versículo seis un verbo que es imperativo y que indica acción continua: “Que se cubra”. Ésta es una de varias indicaciones en el pasaje de que la mujer cristiana debe usar un velo a “tiempo completo”; especialmente en público. El mandamiento requiere que la mujer use un velo hecho con el propósito de cubrir la cabeza, así poniendo un encubrimiento artificial sobre su encubrimiento natural, el cual es su cabello. El Señor dice que es una vergüenza para la mujer cortarse el cabello o raparse. Pero cuando Dios y los ángeles ven a la mujer descubierta, ¡ven la vergüenza de la mujer rapada; una mujer calva! La mujer toma una decisión: o se cubre la cabeza y honra a su autoridad (cabeza), o exhibe el cabello y su belleza y así afrenta a su cabeza (el hombre). El apóstol pide que la mujer se cubra, lo cual indica acción voluntaria, distintiva, y sumisa. Sabemos que tal acción anda contra la corriente y la moda de la cultura moderna. También fue contraria a la cultura griega. Pero somos llamados a ser luz en un mundo oscuro. 

El velo es una enseñanza de la naturaleza

(1 Corintios 11: 13-16)

¿Qué enseña la naturaleza según los versículos 13-16? ¿Qué haría la mujer que de pronto apareciera delante del Dios soberano? Si no tuviera la cabeza cubierta, buscaría algo rápidamente para cubrirse. Éste es el punto en el versículo 13. El hombre no debe dejarse crecer el cabello. No le conviene, aunque en desafío al plan de Dios hay los que lo hacen. Al contrario, es honroso para la mujer dejarse crecer el cabello porque es su encubrimiento natural; es lo que Dios le dio desde la creación. En el versículo 15 lo llama “un velo”. Es decir, el cabello sin cortar es el “velo natural”. Lo que el apóstol pide es que todo esto sea cubierto con otro velo; un encubrimiento con significado santo. Esto nos enseña la naturaleza.

El cubrirse con un velo es la decisión del corazón modesto

(1 Corintios 11:6)

El mandato apostólico apela a la verdad; no a la emoción. Requiere una respuesta de fe y obediencia. Significa que uno viva según los valores eternos y no según las exigencias de la cultura. Requiere valentía para una mujer identificarse con la iglesia que vive la doctrina apostólica, la iglesia peregrina. Se trata de verdaderas mujeres cristianas el andar en modestia² y sin joyería, y cubrirse con un velo cuando todas las demás andan con la “marca de la bestia” (la apariencia que identifica a los que siguen las modas que dirige Satanás). ¿cómo es posible que “cristianas” se presenten en público con los brazos, las piernas, y el estómago desnudos, con el escote tan bajo que revela los senos, y con el cabello exhibido ante el público? ¿Dónde en la Biblia aprendió la mujer a vestirse así y presentarse de esa forma? Otras se cortan el cabello como si fueran hombres, retando así el orden y la soberanía de Dios. 

Pero no todas las mujeres actúan así. Hay mujeres cristianas que aceptan y cumplen el plan bíblico y cubren su cuerpo y su cabello para que no presenten atracciones indebidas a los hombres. El cabello de la mujer es igualmente parte de su feminidad como otros aspectos de su cuerpo femenino. La mujer modesta quiere cubrirlo junto con el resto de su cuerpo. No permitirá que su cabello sea una manera de atraer a los hombres, ni de llamarles la atención. Su modestia no lo permite. Cubrirse con un velo es la expresión de un corazón modesto.

El velo es una corona de la gloria de la mujer cristiana

(1 Corintios 11:7 y 15)

La palabra “gloria” es implicada dos veces en este pasaje. En el versículo 7 dice: “La mujer es gloria del varón” En el versículo 15 dice: “a la mujer dejarse crecer el cabello le es honroso”. En el contexto bíblico esta palabra “honroso” es lo mismo que “gloria”.

¿Qué quiere decir “gloria”? Significa estimación y honor que resulta de una buena opinión. Es la expresión de capacidad, autoridad, y lo que la persona es. Jesús fue un buen ejemplo de esto mientras él estaba en este mundo (Juan 1:14; Hebreos 1:3). Él siempre señalaba a los hombres al Padre, él se sujetaba a la voluntad y a la autoridad del Padre. Él honraba al Padre en todo. Es decir, fue la “gloria” de su Padre, la expresión exacta de su persona, pero encubierto con el velo de la carne. 

En el plan de Dios para la mujer, ella también es gloria... pero del hombre. Y en honor a esta posición, la mujer cristiana cubre su cabeza. Tal es su posición que está en su poder de ser la gloria del hombre o de afrentarlo. La mujer cristiana jamás querrá afrentar a su cabeza, el hombre. Su deseo es dar expresión a esta gloria suya por medio de estimar y honrar el debido lugar de autoridad del hombre. Ésto se revela al aceptar su lugar en el plan de Dios, se ve en su sumisión voluntaria, en su vida decorosa, en su espíritu afable y apacible, y en la virtud que fluy de su persona. Ella no busca gloria para sí misma; no trata de impresionar a otros con su belleza; no atrae atención a su cuerpo. Y aun lo honroso o la gloria natural que Dios le dio, lo cual es su cabello sin cortar, ella lo cubre en honor a su posición. ¿Cual hombre es digno de tal mujer?

¿Cuál es la diferencia entre “gloria” y “belleza”? “Belleza” describe el cuerpo, nada más. “Gloria” describe la persona, lo que ella de veras es. Pocas mujeres son en realidad bellas. Pero todas pueden ser gloria del hombre y pueden cubrir su cabello con esa corona de su gloria.  No hay ningún “salón” donde la mujer pueda recibir “gloria”; hay muchos que prometen “belleza”. Pero la mujer que por fe acepta su papel en el plan divino es una verdadera “gloria” en el reino de Dios. Esto nos enseña el velo de la mujer cristiana. Esta enseñanza apostólica debemos todos aceptar y practicar para la gloria de Dios.

 

  1. Los ángeles pueden leer señales; (Éxodo 12:13,23).
  2. También “cordura”. Según el diccionario Vines, denota “recto juicio”, y expresa prácticamente el significado (1 Timoteo 2:9, 15); es aquel control interno habitual del “yo”, con su refrenamiento constante de todas las pasiones y los deseos, que estorbaría que surgiera la tentación sobre éstas, o en todo caso que surgiera con tal fuerza que venciera los controles y las barreras que el pudor le opusiera.

El papel de la mujer en la iglesia

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