Las riquezas, carnada eficaz

¿Dejará que el diablo lo mantenga en su trampa con la carnada de las riquezas ofrecidas por él?¿Dejará usted que la palabra de Dios sea ahogada en su vida por el engaño de las riquezas que se predica tanto hoy?

Todo lo que viene de arriba es bendición, hermano.”Esta expresión es muy común entre los que se hacen llamar “cristianos evangélicos”.

Cayó una avioneta de los narcos en la costa atlántica de Nicaragua. Una avioneta procedente de fieles, es por lo mismo.  Una avioneta procedente de Colombia, cargada de cocaína. Cocaína con rumbo al norte. Cocaína que sería consumida por los drogadictos en las calles de alguna ciudad norteamericana. Cocaína por la cual algunos tal vez hasta habían matado y robado. Pero cayó en manos de “cristianos evangélicos” que viven en la costa atlántica de Nicaragua…

¿Y qué pasó con esa cocaína en manos de personas que podrían levantarse en el culto el domingo por la mañana y dar un testimonio impresionante? Es asombroso saber que ahora en la costa atlántica hay bellos edificios “dedicados a Dios”, construidos con el dinero procedente de la venta de la droga.

Es asombroso también saber que hay lugares donde la droga entra  a la casa del pastor cuando se llega a saber que la policía viene a inspeccionar algún pueblo. Pues, ¿quién pensaría que la droga estuviera en la casa del pastor?

Pero, ¿realmente será extraño que pasen cosas así en las comunidades “cristianas” en la costa atlántica de Nicaragua? Tengamos muy presente que en otras partes del mundo los “cristianos”:

  • Roban al cobrar altos intereses.
  • Se hacen ricos a costa del duro trabajo de los pobres.
  • Mienten para hacer negocios ventajosos.
  • Aseguran que las riquezas son bendición de Dios. “Todo lo que viene de arriba es bendición, hermano”, dicen.

No. Realmente no es extraño que existan “cristianos” que venden la droga que cayó del cielo en su comunidad.

Pongámonos de acuerdo en un punto fundamental: La raíz de todos estos “males es el amor al dinero, el cual codiciando algunos, se extraviaron de la fe, y fueron traspasados de muchos dolores” (1 Timoteo 6.10). La Biblia afirma que “los que quieren enriquecerse caen en tentación y lazo, y en muchas codicias necias y dañosas, que hunden a los hombres en destrucción y perdición” (1 Timoteo 6.9).

¿Ama usted al dinero? ¿Caería usted en la trampa del diablo, la cual tiene el dinero como carnada? O, ¿talvez usted ya cayó en la trampa?

Lastimosamente, el interés más grande en muchísimas iglesias evangélicas en la actualidad es una sola cosa: el dinero. Por ejemplo, gran parte de las campañas evangelísticas se llevan a cabo, no porque el evangelista verdaderamente ama las almas perdidas, sino porque ama sus ofrendas. Incluso su afán por defender la doctrina de su grupo, para atraer a otros y proteger a sus fieles, es por lo mismo.

 “La teología de la prosperidad”, como la conocemos hoy en día, no es nada nuevo. Este error ha estado entre nosotros desde el tiempo de Constantino. Él creía que ya que los cristianos son hijos del Rey, entonces ellos deberían tener templos mucho más bonitos que los templos de los paganos. Pues los paganos adoran a dioses muertos, mientras que los cristianos adoran al Creador del cielo y la tierra. Constantino también se asombró que los pastores eran muy pobres, pues daban gratuitamente de su tiempo para la obra, además de trabajar.* Y desde ese entonces hay ministros del evangelio a quienes les dan un sueldo por sus labores en la iglesia.

Esta teología de la prosperidad se ha propagadocomo nunca antes desde la década de los setenta, bajo la dirección de líderes importantes como Oral Roberts, Kenneth Hagin, Kenneth y Gloria Copeland, Benny Hinn, Dr. Paul Yonggi Cho, y otros.

Como base, los seguidores de esta doctrina usan textos del Antiguo Testamento que prometen la prosperidad material a los que siguen a Dios (Malaquías 3.8–12; Deuteronomio 11.13–15; 28.1–14, entre otros). Afirman que ya que somos hijos del Rey, entonces debemos tener de todo. Porque Dios no quiere, según dicen ellos, ver a ninguno de sus hijos en la pobreza. Apoyan su creencia citando versículos como Deuteronomio 28.12–13: “Te abrirá Jehová su buen tesoro, el cielo, para enviar la lluvia a tu tierra en su tiempo, y para bendecir toda obra de tus manos. Y prestarás a muchas naciones, y tú no pedirás prestado. Te pondrá Jehová por cabeza, y no por cola; y estarás encima solamente, y no estarás debajo.”

Y, según opinan los partidarios de esta creencia, ¿cómo puede uno llegar a tener todas estas bendiciones económicas? Por medio de ofrendar, ¡por supuesto! Claro, de lo mejor que uno tiene... Y no te preocupes por la pérdida porque al que tiene fe, se le recompensará todo lo ofrendado, con creces abundantes. Carro… casa grande… una moto… computadora. Al que tiene fe, ¡se le concederá todo esto y mucho más!

 “¿De veras?”, me pregunto.

Bueno, por lo menos al que tiene este tipo de fe, ¡al pastor de tal persona se le concederá todo esto y mucho más!

Es increíble que tantas personas se dejan engañar por estas promesas de pastores amigos del dinero. Pero es porque las personas en sus iglesias también son amigos del dinero. Dan… ¡con el motivo de recibir! Tales personas creen que de todo lo que dan, lo recibirán centuplicado. Usan como base una interpretación falsa de Marcos 10.28–30: “Entonces Pedro comenzó a decirle: He aquí, nosotros lo hemos dejado todo, y te hemos seguido. Respondió Jesús y dijo: De cierto os digo que no hay ninguno que haya dejado casa, o hermanos, o hermanas, o padre, o madre, o mujer, o hijos, o tierras, por causa de mí y del evangelio, que no reciba cien veces más ahora en este tiempo; casas, hermanos, hermanas, madres, hijos, y tierras, con persecuciones; y en el siglo venidero la vida eterna.” Pero tenemos que reconocer que Jesús ni siquiera alude en este pasaje a la idea de entregarle a él sólo el diezmo y las ofrendas. Más bien, se refiere a dejar todo por causa de él.

Los pastores amigos del dinero les prometen a sus seguidores que si dan la décima parte de sus ingresos, ganarán más dinero y posesiones personales de lo que ahora tienen. Esta promesa resulta muy atrayente a la naturaleza pecaminosa. ¿Quién no quisiera poder ofrendar un poquito y recibir bastante? ¿Quién no quisiera tener de todo y pasarse la vida al suave? Pero eso no es lo que nos enseña el Nuevo Testamento. Más bien dice: “Si alguno no quiere trabajar, tampoco coma” (2 Tesalonicenses 3.10).

Ya no vivimos bajo el Antiguo Testamento, sino bajo el nuevo (véase Hebreos capítulos 8–9). Ahora Dios nos manda arrepentirnos de todo lo que huele a amor al dinero. Lo cierto es que el Nuevo Testamento, en lugar de promover riqueza personal, dice:

  • “No os hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín corrompen, y donde ladrones minan y hurtan; sino haceos tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el orín corrompen, y donde ladrones no minan ni hurtan. Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón” (Mateo 6.19–21).
  • “Sean vuestras costumbres sin avaricia, contentos con lo que tenéis ahora; porque él dijo: No te desampararé, ni te dejaré” (Hebreos 13.5).
  • “Pero gran ganancia es la piedad acompañada de contentamiento; porque nada hemos traído a este mundo, y sin duda nada podremos sacar. Así que, teniendo sustento y abrigo, estemos contentos con esto” (1 Timoteo 6.6–8).
  • “Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas” (Mateo 6.33).
  • “No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él” (1 Juan 2.15).
  • “¡Cuán difícilmente entrarán en el reino de Dios los que tienen riquezas! Porque es más fácil pasar un camello por el ojo de una aguja, que entrar un rico en el reino de Dios” (Lucas 18.24–25).
  • “Bienaventurados vosotros los pobres, porque vuestro es el reino de Dios” (Lucas 6.20).

Estos versículos no dejan ninguna duda de lo que enseña el Nuevo Testamento con respecto al amor del dinero. Los que aman al dinero (sean pobres o sean ricos) no tienen al Padre. Son los pobres los que reciben el reino. Son los pobres los que son bienaventurados. Se nos prohíbe  amontonar tesoros aquí en la tierra. Más bien, se nos manda estar contentos con sustento y abrigo. Y el ejemplo de Jesús y otros en el Nuevo Testamento concuerdan perfectamente. Veamos:

Jesús

Murió dejando solamente la ropa que llevaba. No tenía ni donde “recostar su cabeza” (Mateo 8.20). Fue Enterrado en un sepulcro prestado. De él se dijo: “Por amor a vosotros se hizo pobre, siendo rico” (2 Corintios 8.9). Su enseñanza fue: “Más bienaventurado es dar que recibir” (Hechos 20.35).

Mi pregunta entonces: ¿Por qué los seguidores de Jesús deberían hacerse ricos, ofrendando para obligarle a Dios que les dé más?

Pablo

Fue evangelista internacional. A veces había hermanos que le mandaban ofrendas para que pudiera seguir con la obra (Filipenses 4.10–19). Sin embargo, él pudo decir:              

  • “Porque vosotros mismos sabéis de qué manera debéis imitarnos; pues nosotros no anduvimos desordenadamente entre vosotros, ni comimos de balde el pan de nadie, sino que trabajamos con afán y fatiga día y noche, para no ser gravosos a ninguno de vosotros; no porque no tuviésemos derecho, sino por daros nosotros mismos un ejemplo para que nos imitaseis” (2 Tesalonicenses 3.7–9).
  • “Ni plata ni oro ni vestido de nadie he codiciado. Antes vosotros sabéis que para lo que me ha sido necesario a mí y a los que están conmigo, estas manos me han servido. En todo os he enseñado que, trabajando así, se debe ayudar a los necesitados, y recorder las palabras del Señor Jesús, que dijo: Más bienaventurado es dar que recibir” (Hechos 20.33–35).

Mi pregunta entonces: ¿Por qué este famoso evangelista internacional nunca tuvo grandes riquezas? Si hubiera seguido al dios que siguen muchos “evangelistas” de hoy, él hubiera andado en su propio barco, los mejores caballos… En lugar de eso, sufrió hambre y sed, frío y desnudez (2 Corintios 11.26–27).

El mendigo

Vivió en la pobreza más miserable. Sufría de enfermedades graves. Sin lugar a duda, fue hijo de Dios porque cuando murió, fue llevado directamente “al seno de Abraham” (véase Lucas 16.19–31).

Mi pregunta entonces: ¿Por qué este hijo fiel del Rey vivió en tanta miseria estando aquí en la tierra?

La viuda

Ella sacrifice todo lo que tenia (Marcos 12.41–44). Todo lo que tenía sumaba sólo dos moneditas de muy poco valor. Jesús hizo elogios de ella por su buena disposición de dar, pero la Biblia en ninguna parte nos dice que él la bendijera más tarde con riquezas materiales.

Mi pregunta entonces: Si la viuda era hija del Rey, ¿por qué vivía en tan profunda pobreza? ¿Por qué Jesús no la bendijo con bendiciones materiales en abundancia?

Los pobres según el mundo

“Hermanos míos amados, oíd: ¿No ha elegido Dios a los pobres de este mundo, para que sean ricos en fe y herederos del reino que ha prometido a los que le aman?” (Santiago 2.5). Los pobres según el mundo son elegidos por Dios, pero siguen siendo pobres.

Mi pregunta entonces: Si Dios los eligió como sus hijos, ¿por qué no les dio riquezas también?

                                     

El Nuevo Testamento dice que Dios suplirá lo que necesitamos. Pero habla de lo básico: sustento y abrigo. El ser humano, en cambio, quiere más, y más, y más, y más… Y algunos amantes del dinero incluso están decididos a dejar que el evangelista igualmente amante del dinero los explote. Creen que al dejarse usar de esta forma, Dios les dará las cosas materiales que tanto codician para gastarlos en sus propios gustos y lujos.

Hay un pasaje en el Nuevo Testamento que sí habla de que Dios nos bendice materialmente. Veámoslo: “Y poderoso es Dios para hacer que abunde en vosotros toda gracia, a fin de que, teniendo siempre en todas las cosas todo lo suficiente, abundéis para toda buena obra; como está escrito: Repartió, dio a los pobres; su justicia permanece para siempre. Y [Dios,] que da semilla al que siembra, y pan al que come, proveerá y multiplicará vuestra sementera, y aumentará los frutos de vuestra justicia, para que estéis enriquecidos en todo para toda liberalidad (2 Corintios 9.8–11). Ya que los corintos habían dado en abundancia, Pablo les dijo que Dios era poderoso para darles más para que ellos también pudieran dar más. ¡Pero nunca para amontonarlo o para gastarlo en sus propios gustos y lujos!

El amor al dinero ahoga la palabra de Dios y la hace infructuosa. Jesús lo afirma: “El que fue sembrado entre espinos, éste es el que oye la palabra, pero el afán de este siglo y el engaño de las riquezas ahogan la palabra, y se hace infructuosa” (Mateo 13.22).

¿Dejará usted que la palabra de Dios sea ahogada en su vida por el engaño de las riquezas que se predica tanto hoy?

¿Dejará que el diablo lo mantenga en su trampa con la carnada de las riquezas ofrecidas por él?

 ¿O amará usted a Jesús, Rey de reyes y Señor de señores, el que no tenía ni donde recostar su cabeza y tuvo que pedir prestado un burro para entrar en Jerusalén?

Sigamos a Jesús. No caigamos en la trampa del diablo y sus compinches.

                                 

“Si alguno enseña otra cosa, y no se conforma a las sanas palabras de nuestro Señor Jesucristo, y a la doctrina que es conforme a la piedad, está envanecido, nada sabe, y delira acerca de cuestiones y contiendas de palabras, de las cuales nacen envidias, pleitos, blasfemias, malas sospechas, disputas necias de hombres corruptos de entendimiento y privados de la verdad, que toman la piedad como fuente de ganancia; apártate de los tales.

Pero gran ganancia es la piedad acompañada de contentamiento; porque nada hemos traído a este mundo, y sin duda nada podremos sacar. Así que, teniendo sustento y abrigo, estemos contentos con esto. Porque los que quieren enriquecerse caen en tentación y lazo, y en muchas codicias necias y dañosas, que hunden a los hombres en destrucción y perdición; porque raíz de todos los males es el amor al dinero, el cual codiciando algunos, se extraviaron de la fe, y fueron traspasados de muchos dolores” (1 Timoteo 6.3–10).

 

* Véase: Bercot, El reino que trastornó el mundo, pp. 151–152, y Eusebio, Constantine, Libro II, caps.  44–46.

 

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