¿Qué tiene que ver los tomates y la cola del caballo con la tema de la música? ¿Sera qué le importa a Dios la música con que la iglesia le adore? Refleccione en lo siguiente, y pregúntate si la alabanza tuya será acepta con El quien debemos adorar en espíritu y en verdad.
El 29 de mayo de 1913, un músico ruso de apellido Stravinsky estrenó una pieza musical Le sacre du printemps (“La consagración de la primavera”) en el Théâtre des Champs-Élysées de París, Francia. La reacción fue tal que no pudo ni aun terminar en paz el concierto por el abucheo, las riñas… y los tomates que les tiró la gente a los músicos. La gente estaba indignada con la terrible disonancia y el ritmo irregular de la pieza.
Hoy, esa pieza musical es la normal en los conciertos clásicos. Inclusive, es muy moderada y suave comparada con la que hoy se escucha en muchas congregaciones “cristianas”.
A principios del año 1963, el grupo Rolling Stones apareció en un programa de televisión en Inglaterra. La reacción fue inmediata. Centenares de cartas llegaron al canal televisivo que decían algo así por el estilo: “Es vergonzoso y lamentable que se deje que esos sinvergüenzas incultos de pelo largo aparezcan en televisión”.1
¿Y hoy, en el siglo XXI? Hasta los “cristianos” tienen artistas varones que llevan el pelo largo. Y parece que a nadie le molesta. Los mundanos ya no escriben cartas ni tiran tomates, y hasta los líderes “cristianos” están tranquilos, como perros mudos (véase Isaías 56.10).
Lowell Hart tiene razón cuando dice que Satanás “ha estado tratando de meter el dedo del pie en la puerta delantera de las iglesias evangélicas”, y que “ha hallado bien abierta la puerta trasera por donde ciegamente y con entusiasmo se le ha dado la bienvenida por medio de la música”.2
Todo obrero cristiano que trata de evangelizer a la juventud, y aun a los adultos de hoy, se da cuenta muy pronto de cuán ciega está la mayoría de la gente al no querer saber nada de arrepentirse ni de seguir a Cristo. Si se le empieza a hablar a un grupo en la calle del arrepentimiento y de la vida santa que requiere Cristo, de pronto muchos ponen el pretexto de que tienen un mandado urgente y se alejan como de una casa incendiada.
Para lograr que esa gente asista a algún evento “cristiano”, muchas iglesias están cambiando el formato y el contenido de los eventos para que llegue la gente. Estas iglesias afirman que al hacer esto están “construyendo puentes”.
Suena bonito, ¿no?
Pero lo peor de esos puentes es la dirección en que va el tráfico. Casi el cien por cien de los que cruzan por estos puentes viaja hacia el mundo, alejándose más y más de Dios. ¿Será que algo está mal con este concepto de “construir puentes” por medio de comprometer la verdad?
La Biblia dice: “No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta” (Romanos 12.2). Los que se integran al mundo para ayudar al mundo terminan dirigiéndose hacia el mismo destino que el mundo. La pregunta retórica de Jesús en este sentido es: “¿Acaso puede un ciego guiar a otro ciego?” (Lucas 6.39).
¡Pero esto mismo es lo que muchos “cristianos” están intentando hacer con la música! ¡Tratan de salvar al mundo usando la música del mundo! ¿Cómo creen ellos que podrán ayudar a los del mundo si construyen puentes musicales que los corrompen a ellos mismos al igual que a los otros? ¡Imposible!
…así se alaba a Dios.”
¿Perdón? ¿Cómo se alaba a Dios? Ese coro popular afirma una cosa mientras que Jesús afirma otra. Oigamos las palabras de Jesús: “La hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren. Dios es Espíritu; y lo que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren” (Juan 4.23–24). A quién le creerá usted, ¿al coro popular, o a Jesús?
Si analizamos la manera popular de adorar, vemos que coincide mucho más con la adoración externa del Antiguo Testamento que con la adoración espiritual que Jesús instituyó. Jesús nunca nos enseñó a adorar con una danzadita como lo hizo el salmista David. Al contrario, Jesús dijo que los verdaderos adoradores adorarían “en espíritu y en verdad”. Adorarían en espíritu, porque ahora el espíritu humano puede comunicarse directamente con Dios, por medio de Jesús; adorarían en verdad, porque ya no es una adoración basada en tipos, en sombras ni en figuras externas… sino en Jesús mismo.
La música que Dios aprueba estimula la adoración en espíritu. Esta música se comunica con nuestro espíritu, lo cual influye en nuestras emociones y nos estimula a dirigir nuestro cuerpo en los caminos de Dios.
En cambio, la música que el diablo aprueba incita primero el cuerpo, haciéndolo moverse. Después toca las emociones. Pero no conduce a la adoración de Dios en espíritu. Es por eso mismo que muchos van a los cultos “alegres”, pero regresan a la casa y siguen viviendo como antes. Su afán sigue siendo vivir otro momento especial; estar en otro culto “alegre”; sentir esa emoción; colocarse nuevamente de la droga de la “alabanza”. Apenas pueden esperar para el siguiente culto donde esperan inyectarse otra dosis…
Dios nos dice claramente que “el que siembra para su carne, de la carne segará corrupción; mas el que siembra para el Espíritu, del Espíritu segará vida eterna” (Gálatas 6.8). No podemos adorar según la carne y esperar segar resultados espirituales. En tal caso, segaríamos corrupción. Por otro lado, si adoramos en espíritu segaremos resultados espirituales porque el Espíritu Santo dirige todo nuestro ser (espíritu, alma y cuerpo) en el camino de la vida.
Pudiéramos comparar todo esto con el hecho de montar a caballo. ¿Dónde ponemos la brida cuando andamos a caballo? En la cabeza, ¿verdad? ¿Por qué? Porque si logramos dominar su cabeza, el resto del caballo sigue. Pero, ¿qué si le ponemos la rienda en la cola del caballo? Podríamos mover esa cola de un lado para otro, de arriba para abajo, ¡y el caballo seguiría caminando por donde le diera la gana!
Los que adoran según la carne, usando la música que se comunica principalmente con su cuerpo, no pueden recibir la sana dirección espiritual que necesitan para llegar al destino deseado. Viven rebotando de una ola de emoción a otra. Viven siendo esclavos de los deseos de la carne que los llevarán a la destrucción.
Hace unos años, mi familia y yo asistimos a un culto especial en otra congregación. El templo grande estaba lleno de gente. Logramos sentarnos cerca de la puerta. ¡El culto se puso muy “alegre”! Desde el pastor que estaba dirigiendo hasta los vagos cerca de la puerta, todos juntos se movían al ritmo de la música. Todos “adoraban al Señor”. Todos hacían la misma cosa. Al terminarse los cantos, un amigo mío se acercó a saludarme.
—¿Verdad que está alegre el culto! —me dijo él.
—Tal vez —le contesté, sintiéndome un tanto incómodo.
Hablamos otro poquito más y él pasó más Adelante donde estaban unas muchachas… y empezó a enamorarlas.
Al pensar en esto, se me ocurren dos preguntas:
¿Acaso será posible adorar a Dios de una manera en la que aun los vagos inconversos de la calle participen, sin arrepentirse, y se sientan tranquilos sin darse cuenta de su culpa delante de Dios? (Después de moverse al son de la música, palmeando de la misma manera que todos, ellos daban la vuelta y encendían sus cigarrillos.)
¿Será posible adorar a Dios, y al siguiente momento hacerles piropos a las muchachas?
Hermanos y hermanas, ya es hora de que abramos nuestros ojos y veamos las cosas como realmente son. El que verdaderamente adora a Dios termina cambiando su vida. Mientras haya pecado en su vida, no podrá seguir tranquilo. Si la “adoración” de muchos no los aleja del pecado ni del mundo, es obvio que lo que hacen no es de Dios.
Un nuevo miembro de cierta congregación evangélica dijo: “Ya tengo varios meses asistiendo a esta iglesia y siempre me he sentido atraído a la presencia de Dios, especialmente por medio de los tiempos de adoración y alabanza. Pero, cada vez que pruebo encontrarme con Dios de la misma manera durante mi tiempo de adoración personal, y trato de sentir la presencia tangible que siempre siento durante los cultos públicos, nunca puedo. ¿Será que estoy haciendo algo mal? ¿Será que no estoy adorando de la manera correcta?”3
Lo que esta persona describe no es un fenómeno nuevo. Es muy común. ¿No ha notado usted que por lo general nadie “recibe el Espíritu” en los cultos hasta que se haya emocionado al son de una música bulliciosa? Tal vez también usted se haya dado cuenta de que es mayormente cierta clase de alabanza la que más hace que la gente “reciba el Espíritu”. No hay sanidades, ni lenguas, ni milagros… a menos que vayan acompañados de aquella clase de alabanza. ¿Qué clase de alabanza usan? La que va acompañada de una música fuerte y mundana.
Dios nos llama a adorar. Nos llama a adorar en espíritu. Agitar con cada vez más energía, volume y ritmo la cola del caballo no es, de ninguna manera, la adoración que Dios acepta.
Algunos afirman: “La música en sí no importa. Lo que realmente importa son las palabras.” ¿Será cierto?
El otro día vi por casualidad a un grupo “cristiano” que cantaba. La ropa ajustadísima, el baile y los movimientos del cuerpo eran exageradamente sensuales. Los gestos y movimientos de los músicos gritaban una sola cosa: SENSUALIDAD… Y MÁS SENSUALIDAD. ¡Pero le digo que la letra era muy cristiana!
No nos equivoquemos, hermanos y hermanas. El resultado de esa música nunca ha sido una vida santa ni un acercamiento a Dios. Más bien, hoy vemos más y más congregaciones contaminadas con este tipo de música; cada día permiten más pecado en su medio. Ya esos pecados son tan comunes que supuestamente ni importan. Ya no hay reacción. Ya nadie ni se molesta en tirar tomates. Sólo agitan con más energía, más tecnología y más volumen la cola del pobre caballo…
Y el diablo se ríe.
Queridos hermanos, la Biblia dice: “No os unáis en yugo desigual con los incrédulos; porque ¿qué compañerismo tiene la justicia con la injusticia? ¿Y qué comunión la luz con las tinieblas? ¿Y qué concordia Cristo con Belial? ¿O qué parte el creyente con el incrédulo? ¿Y qué acuerdo hay entre el templo de Dios y los ídolos? Porque vosotros sois el templo del Dios viviente, como Dios dijo: Habitaré y andaré entre ellos, y seré su Dios, y ellos serán mi pueblo. Por lo cual, salid de en medio de ellos, y apartaos, dice el Señor, y no toquéis lo inmundo; y yo os recibiré, y seré para vosotros por Padre, y vosotros me seréis hijos e hijas, dice el Señor Todopoderoso” (2 Corintios 6.14–18).
Jesús también nos dice: “La hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren” (Juan 4.23).
¿Le prestará usted atención a Jesús?
1 Tony Sánchez, Up and Down With the Rolling Stones, página 17
2 Satan’s Music Exposed, página 12
3 Harvest Times, revista, julio–diciembre, 2002. Sección de preguntas y respuestas
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