Jesús vino con el propósito específico de restaurar a la humanidad caída, a todos aquellos que se entregan a él. No vino a terminar de quebrar la caña débil. Vino a restaurar aquella caña; es decir, Jesús ofrece hacer de ti algo bello.
Cierto día Jesús regresó a Nazaret, el pueblo en el que se había criado. En el día de reposo, entró en la sinagoga como solía hacer y se le pidió que leyera las Escrituras. Se levantó y al recibir el libro del profeta Isaías, Jesús comenzó a leer: “Me ha enviado ... a vendar a los quebrantados de corazón, a publicar libertad a los cautivos, y a los presos apertura de la cárcel; a proclamar el año de la buena voluntad de Jehová (Isaías 61:1-2). Cuando terminó de leer, dijo estas palabras asombrosas: “Hoy se ha cumplido esta Escritura delante de vosotros.” Es decir, Jesús era el de que hablaba el profeta Isaías.
En Isaías 42:3 dice: “No quebrará la caña cascada, ni apagará el pábilo que humeare...”. Jesús vino con el propósito específico de restaurar a la humanidad caída, a todos aquellos que se entregan a él. No vino a terminar de quebrar la caña débil, ni terminar de extinguir el pábilo que se apagaba. Vino a restaurar aquella caña, y avivar la mecha que apenas humeaba.
Existe una leyenda japonesa que nos puede servir de ejemplo. Se cuenta que a un jefe militar de Japón que vivió a finales del siglo 14, se le quebró su taza favorita. Se molestó mucho por lo acontecido y mandó la taza a China para repararla. Cuando se la llevaron reparada, se decepcionó mucho, pues habían unido las piezas de la taza con un tipo de grapas. Se veía muy fea. Les dijo a sus hombres que así no servía y que buscaran una forma mejor de reparar la taza. Así que, inventaron un método curioso de reparación. Unieron las piezas con una especie de goma y luego le hicieron un baño encima de la pega de un polvo de oro molido. Ese método lo llamaron “Kintsugi”. Kin significa “oro” o “dorado”, y tsugi significa “unir las piezas”. Es decir, kintsugi literalmente significa: “unir con oro”. Este arte existe hasta el día de hoy y los utensilios tratados con el “kintsugi” llegan a valer mucho más de lo que valían originalmente.
Este ejemplo me encanta, y me hace pensar en que Jesús emplea un tipo de “kintsugi” a la vida cuando sana el corazón quebrantado, libera al prisionero, da vista a los ciegos, y libertad a los oprimidos. Él toma los pedazos inútiles y los une de modo que llega a ser mucho más bello y valioso que el original. Toma las cenizas y las convierte en algo glorioso y bello (Isaías 61:3).
Hoy, ese Sanador nos dice: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados…” todos los que están hechos pedazos, desanimados, heridos, con grandes decepciones en la vida… corazones rotos… “y yo os haré descansar”. Es decir, Jesús ofrece hacer de nosotros algo bello; las roturas, las grietas... todo lo puede remendar, y hacer algo muy bello y útil. Si te sientes roto, despedazado, herido... Dios quiere juntar las piezas y hacer de ti una obra de arte. Él quiere llenar las grietas con pegamento mezclado con oro.