¿Ha visto usted la sangre derramada en las guerras? ¿Ha visto usted la furia de incendios e inundaciones? ¡Pues usted no ha visto nada todavía!
¿Ha visto usted la sangre derramada en las guerras? ¿Ha visto usted la furia de incendios e inundaciones? ¡Pues usted no ha visto nada todavía! Todas las grandes matanzas causadas por bombas y bayonetas solamente son juegos de niños comparados con el terrible desastre que vendrá sobre la tierra. La imaginación más loca no podrá concebir “el día grande y espantoso de Jehová”. He aquí un ejemplo:
“Pero el día del Señor vendrá como ladrón en la noche; en el cual los cielos pasarán con grande estruendo, y los elementos ardiendo serán deshechos, y la tierra y las obras que en ella hay serán quemadas” (2 Pedro 3:10).
Tal furia de juicio que no se imagina será arrojado desde el cielo y los hombres clamarán a las peñas y a los montes para que caigan sobre ellos y los escondan. Juan describe la visión de ese día tal como Dios se lo mostró: “Y he aquí hubo un gran terremoto; y el sol se puso negro... y la luna se volvió toda como sangre; y las estrellas del cielo cayeron sobre la tierra..., y todo monte y toda isla se removió de su lugar. Y los reyes de la tierra, y los grandes, los ricos, los capitanes, los poderosos, y todo siervo y todo libre, se escondieron en las cuevas y entre las peñas de los montes; y decían a los montes y a las peñas: Caed sobre nosotros, y escondednos del rostro de aquel que está sentado sobre el trono, y de la ira del Cordero; porque el gran día de su ira ha llegado; ¿y quién podrá sostenerse en pie?” (Apocalipsis 6:12 a 17).
Oh, amigo—¿quién podrá sostenerse en pie? No habrá donde esconderse en ese día cuando Dios descubrirá los pecados. Solamente hay un remedio para el pecado: es sangre; y hay solamente una sangre que puede expiar por nuestros pecados: la sangre del Cordero de Dios, o sea Jesucristo.
Si la casa se quemara usted saldría corriendo a salvarse, pero ¿adónde huirá usted cuando todo el mundo esté ardiendo? Tal vez usted podría preparar un plan para huir de ese fuego, pero tal plan no le va a servir cuando llegue el día de la ira de Dios.
¿Y por qué trataría usted de huir para salvarse en aquel día cuando Dios ha provisto salvación para todos los hombres? ¿Aumentará la ira de Dios sobre usted al darle las espaldas a Su oferta de misericordia y perdón? ¿Tratará usted de mejorar la sabiduría del Dios Todopoderoso? Él, quien le hizo a usted, cuerpo y alma, ¿no le conoce mucho mejor que los psiquiatras, filósofos, y aun mejor que usted mismo? ¿Será indigno de confianza lo que Dios dice en la Biblia acerca del pecado y el juicio?
Amigo, haga la decisión prudente en preparación para la realidad venidera.
En verdad, es terrible pensar en la culpa que tenemos ante Dios y la justa condenación que pende sobre cada persona responsable que no se arrepiente. ¡Pero son gloriosas las buenas nuevas de Dios que ofrecen la manera para evitar esa condenación! En verdad, “Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu” (Romanos 8:1). Escuchemos las buenas nuevas de salvación: Dios ha provisto perdón para nosotros, pecadores culpables, porque Jesucristo sufrió y murió. Él es nuestro Salvador. Su sangre fue derramada para rescatarnos. Y, aun hoy, Él está a la diestra de Dios como abogado y defensor de los que reciben Su provisión por fe.
¡Pero no habrá abogado en el día del juicio¡ Él tomará asiento para juzgar justamente. Ni el diablo, ni los ángeles, ni los hombres, acusarán justamente a Dios de juzgar con injusticia. ¿Estará usted entre los redimidos quienes hayan lavado sus ropas, y las hayan emblanquecido en la sangre del Cordero? (Apocalipsis 7:14). ¿U oirá usted: “Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles”? (Mateo 25:41).
¡Oh, qué persona no haría lo necesario para experimentar el perdón en vista de las terribles consecuencias! Venga al Salvador ahora mientras todavía puede ser su abogado. “Arrepentíos y creed en Él.” Deje el viejo modo de vivir, su viejo egoísmo; reconozca su culpa, acepte el perdón de Dios, regocíjese en Su misericordia, reciba a su Salvador, deje que el Espíritu Santo more en usted y ríndase a las instrucciones de Dios que se encuentran en el Nuevo Testamento de la Biblia. Entonces, en vez de sentir terror, esperará con alegría su encuentro con Dios.
El texto bíblico ha sido tomado de la versión Reina-Valera © 1960 Sociedades Bíblicas en América Latina; © renovado 1988 Sociedades Bíblicas Unidas. Utilizado con permiso.
Reina-Valera 1960® es una marca registrada de American Bible Society, y se puede usar solamente bajo licencia.