“¡Necesito un Trago!”

El testimonio de un alcohólico a quien el Salvador Jesucristo libró de una vida de esclavitud e infelicidad

Querido amigo,

Si tomas mucho, estoy seguro de que has dicho: “¡Necesito un trago!”. Yo sé cómo es, porque yo mismo era un alcohólico. No empecé como alcohólico; empecé con una cerveza. Luego tomé otra, porque así lo hacían mis amigos.

Eso fue sólo el principio. Tomaba más y más. Por fin sentía que tenía que tomar algo para poder empezar el día. Entonces me iba a la cantina, me sentaba y decía: “Necesito un trago”, pues ya no podía vivir sin alcohol.

A veces conducía mi auto en estado de ebriedad. Por esta razón tres veces fui detenido y encarcelado. Sin embargo, eso sólo servía para hacerme dejar de tomar licor por noventa días. Al salir de la cárcel, iba directamente a la cantina más cercana y les decía:

—Necesito un trago.

Con el tiempo llegué a ser camarero en un bar. Así el alcohol siempre estaba a mi alcance. Yo tomaba desde que me levantaba hasta que me acostaba. Llevaba conmigo una botella a la cama. Si me despertaba, tomaba para volver a dormir.

Ya no podía trabajar sin alcohol. Si pasaba demasiado tiempo sin tomar, me ponía a temblar. Ya puedes ver que sé de lo que estoy hablando. Y si tú eres alcohólico como lo era yo, me entiendes.

* * * * *

Una noche me levanté y me miré en el espejo. Tenía la cara hinchada y los ojos rojos. Pensé: ¡Tiene que haber algo mejor que esto!

El alcohol ya me tenía dominado. Era toda mi vida: me dictaba a dónde debía ir, qué tenía que hacer, cómo debía usar mi dinero y quiénes debían ser mis amigos. Al verme en el espejo, decidí hacer algo para librarme.

Por mi borrachera, hacía años que no vivía con mi esposa, pero esa noche la llamé por teléfono y le dije que estaba dispuesto a buscar ayuda.

El 5 de noviembre del 1973 fui a un lugar donde ayudaban a los alcohólicos.

Yo no estaba completamente borracho cuando llegué pero empezaba a temblar. Ellos me preguntaron:

—¿Quieres ayuda?

—Sí.

Más tarde me dijeron que me hubieron mandado a la casa si les hubiera respondido que no quería ayuda, porque nadie puede ayudar a un alcohólico que no quiere ayuda.

Durante los primeros días, yo estaba aturdido. Temblaba. No podía comer ni escribir cartas porque ni siquiera podía agarrar la pluma. Después de dos semanas empecé a desintoxicarme. Ya podía hablar, escribir y razonar.

En ese centro de rehabilitación predicaban el evangelio. Me decían que la única manera de ser completamente librado de la maldición del alcohol era creer en Jesucristo y dejar que Él me limpiara y me quitara ese deseo. El 21 de noviembre de 1973 entregué mi vida al Señor. Desde entonces, nunca he vuelto a tomar.

* * * * *

Tú puedes hacer lo mismo. Pero no podrás hacerlo solo. Tal vez por tus propias fuerzas puedas dejar de tomar por un tiempo, pero no serás verdaderamente librado del alcohol si no te libra Cristo.

Ahora ya ni tengo el deseo de beber, ni tengo la tentación de entrar en la cantina cuando paso cerca. Mi esposa y yo ahora vivimos juntos. Además, somos miembros de una iglesia que predica y practica la Palabra de Dios. ¡Y somos felices!

Jesús también me ha dado victoria sobre otros pecados. Jesús nos transforma en “nuevas criaturas” (2 Corintios 5:17), pues un espíritu nuevo, el Espíritu Santo, ya mora en nosotros. Amamos lo que antes aborrecíamos y aborrecemos lo que antes amábamos.

Ahora mi vida es una vida de paz y gozo, no sólo porque ya no tomo sino porque sé que si Jesús viniera en este momento, yo me iría a estar con Él.

Si me hubiera muerto antes del 21 de noviembre de 1973, ahora mismo estaría en el infierno, un lugar a donde van los borrachos y todos los pecadores (1 Corintios 6:10). Doy gracias al Señor por haber seguido tocando mi corazón hasta que me rendí a Él. Dios no tenía la obligación de hacerlo, pero lo hizo.

Sé cómo es ser un borracho y no tener ni dinero ni amigos. Porque mientras tenía dinero, tenía amigos, pero cuando me quedé sin dinero, también me quedé sin amigos. Pero ahora, puedo confiar en mis amigos cristianos. Sé que son mis amigos, porque me aman. Me aman porque aman a Jesucristo y Él también los ama a ellos. Jesús me ama a mí y asimismo te ama a ti. Él murió para que podamos tener la victoria sobre los vicios.

¿Vas a permitir que Dios te ayude? Él quiere hacerlo. Él te ha guardado de la muerte hasta este momento. Agradécele por la vida que te da.

Si deseas ayuda, habla con la persona que te dio este folleto o utiliza la dirección que se encuentra en la última hoja para comunicarte con alguien que te pueda ayudar. Diles que necesitas ayuda. Ellos harán todo lo posible para ayudarte. Si no puedes encontrar a nadie que te ayude a buscar a Dios, consigue una Biblia y lee el Evangelio de Juan. La Biblia es la Palabra de Dios; ella guiará al corazón sincero a un entendimiento de la verdad.

Amigo, que Dios te bendiga como me ha bendecido a mí. Él lo hará, si se lo permites.

—Richard Mummau

“¿Para quién será el ay? ¿Para quién el dolor? ¿Para quién las rencillas? ¿Para quién las quejas? ¿Para quién las heridas en balde? ¿Para quién lo amoratado de los ojos? Para los que se detienen mucho en el vino, para los que van buscando la mistura. No mires al vino cuando rojea, cuando resplandece su color en la copa.

Se entra suavemente; mas al fin como serpiente morderá, y como áspid dará dolor. Tus ojos mirarán cosas extrañas, y tu corazón hablará perversidades” (Proverbios 23:29-33).

“El vino es escarnecedor, la sidra alborotadora, y cualquiera que por ellos yerra no es sabio” (Proverbios 20:1).

“Deje el impío su camino, y el hombre inicuo sus pensamientos, y vuélvase a Jehová, el cual tendrá de él misericordia, y al Dios nuestro, el cual será amplio en perdonar” (Isaías 55:7).

 

El texto bíblico ha sido tomado de la versión Reina-Valera © 1960 Sociedades Bíblicas en América Latina; © renovado 1988 Sociedades Bíblicas Unidas. Utilizado con permiso.
Reina-Valera 1960® es una marca registrada de American Bible Society, y se puede usar solamente bajo licencia.

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