Llevas tú como padre un peso por el bienestar espiritual de tu haciendo para suministrar el sustento espiritual que tus hijos necesitan? Dios ha puesto a los padres como los responsables de instruir a sus hijos con la Palabra de Dios.

Una manera práctica y formal para llevar a cabo la instrucción en la familia es lo que llamamos el culto familiar. Se trata de un espacio que se aparta en la rutina diaria para reunir a la familia en torno a un tiempo de adoración a Dios. Para esta actividad se puede leer una porción de las Escrituras, o una historia bíblica, o alguna otra lectura de inspiración espiritual. Se pueden, además, incluir unas alabanzas. La oración debe ser una parte integral del culto familiar.

¿Qué importancia tiene el culto familiar?

El culto familiar ha sido de mucha importancia para la familia cristiana y le ha traído mucho beneficio. Ha sido un medio formal y práctico para guiar a la familia en los caminos de Dios y edificar el hogar sobre el fundamento de su Palabra. El salmista nos advierte sobre la importancia de esta responsabilidad cuando dice: “Si Jehová no edificare la casa, en vano trabajan los que la edifican” (Salmo 127:1).

La familia enfrenta muchos retos, tanto materiales y emocionales como espirituales. Conversar como familia durante el culto familiar forma vínculos espirituales y emocionales que tanto necesitan los hijos con los padres. Les da una base para enfrentar los retos del día. Facilita que los hijos se amolden a la Palabra y crezcan en su conocimiento de Dios. Desde una edad temprana aprenden a ser sensibles a la voz de Dios y a dar importancia a dedicarle la vida a Dios. También es un medio formal a través del cual los padres pueden enseñarles los valores cristianos a los hijos.

¿Existen bases bíblicas para la práctica del culto familiar?

En la Biblia vemos el ejemplo de Abraham. El peso que él llevaba por el bienestar espiritual de su hogar es muy obvio. A menudo, él se detenía en sus jornadas como nómada para edificar un altar a Dios. (Véase Génesis 12:8; 13:4; 13:18; 22:9.) El ejemplo de Abraham también se confirma con el testimonio que Dios mismo dio de él en Génesis 18:19 cuando dijo: “Porque yo sé que mandará a sus hijos y a su casa después de sí, que guarden el camino de Jehová”.

En Deuteronomio 6:4-9 hallamos que Dios ordena a su pueblo a instruir a los hijos. Dice: “Oye, Israel: Jehová nuestro Dios, Jehová uno es. Y amarás a Jehová tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y con todas tus fuerzas. Y estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón; y las repetirás a tus hijos, y hablarás de ellas estando en tu casa, y andando por el camino, y al acostarte, y cuando te levantes. Y las atarás como una señal en tu mano, y estarán como frontales entre tus ojos; y las escribirás en los postes de tu casa, y en tus puertas.”

El salmista recalca esto mismo con la siguiente amonestación: “Escucha, pueblo mío, mi ley; inclinad vuestro oído a las palabras de mi boca. Abriré mi boca en proverbios; hablaré cosas escondidas desde tiempos antiguos, las cuales hemos oído y entendido; que nuestros padres nos las contaron. No las encubriremos a sus hijos, contando a la generación venidera las alabanzas de Jehová, y su potencia, y las maravillas que hizo. Él estableció testimonio en Jacob, y puso ley en Israel, la cual mandó a nuestros padres que la notificasen a sus hijos; para que lo sepa la generación venidera, y los hijos que nacerán; y los que se levantarán lo cuenten a sus hijos, a fin de que pongan en Dios su confianza, y no se olviden de las obras de Dios; que guarden sus mandamientos” (Salmo 78:1-7).

En el Nuevo Testamento, el apóstol Pablo nos amonesta diciendo: “Y vosotros, padres, no provoquéis a ira a vuestros hijos, sino criadlos en disciplina y amonestación del Señor” (Efesios 6:4). La disciplina y amonestación del Señor significa “darles formación a nuestros hijos e instruirlos en los caminos de Dios”. Hay variados métodos que los padres cristianos puedan utilizar para llevar a cabo este deber y entre ellos está el culto familiar. Esto contribuye a hacer “volver el corazón de los padres hacia los hijos, y el corazón de los hijos hacia los padres” (Malaquías 4:6). Esta unión de corazón a corazón entre padres e hijos es de suma importancia en la preparación de los hijos para los retos de la vida.

¿Cómo se dirige el culto familiar?

El padre de familia debe dirigir el culto familiar con amor y firmeza. De este modo promueve la confianza en Dios. En la ausencia del padre, la madre asume esta responsabilidad, o puede encargar a un hijo mayor que lo haga. En su capacidad de madre, el aporte de ella en la crianza de los hijos es sumamente importante. Con palabras sencillas y gestos amorosos, la madre capta la atención del infante como ningún otro puede hacerlo. Ella debe utilizar esta capacidad para enseñarles de Dios a sus hijos. La Biblia nos presenta el ejemplo de Timoteo que fue instruido en los caminos de Dios desde su niñez por su abuela Loida y su madre Eunice (2 Timoteo 1:5 y 3:15).

Cuando los padres les leen o les cuentan historias bíblicas a sus hijos, ponen una base en la vida del niño para comprender las cosas de Dios. Primero, lo captan según su comprensión infantil, y a medida que van creciendo, su comprensión también aumenta. Así se van preparando para comprender más tarde el poder del Evangelio y el plan de la salvación en Jesucristo. El tiempo y esfuerzo que los padres dedican a esta instrucción nunca es tiempo perdido; llevará fruto y serán recompensados.

Así que, el culto familiar debe ser un rato agradable de adoración a Dios y comunión familiar. El predicador Jonathan Edwards dijo: “Cada familia cristiana debe ser como una pequeña iglesia consagrada a Cristo, influenciada y gobernada por sus leyes”.

¿Cuánto tiempo debe dedicarse al culto familiar?

Parece que, con el paso de los años y el aumento de los quehaceres de la vida moderna, cada vez hay menos tiempo para dedicarlo a los asuntos más importantes de la vida. El tiempo para reunir a la familia a celebrar el culto familiar es uno de estos asuntos importantes que se nos dificulta lograr. Para algunos, aun hallar el tiempo para el estudio personal de la Palabra y la oración se les hace difícil. ¿Por qué enfrentamos esto? ¿Será que cada vez le damos más prioridad a la vida material a costa de la vida cristiana?

Cierto día un hermano me comentó que le habían ofrecido un empleo con un buen salario. Me contó que él rechazó la oferta debido a que el horario de trabajo no le permitiría el tiempo para celebrar el culto familiar en su hogar. Me dijo que él considera el culto familiar como una hora indispensable en que los hijos aprenden a respetar las cosas de Dios y a guardar orden y silencio mientras se les enseña la Palabra de Dios. Me sentí amonestado por las palabras del hermano.

¿Qué le impide como padre apartar un rato cada día para celebrar con la familia un pequeño culto? ¿Qué son “unos minutos” en el día para dedicarlos a Dios en familia? ¿Cuál horario no permitirá esto? ¿Habrá alguna forma de reorganizar el horario y los compromisos cotidianos de manera que podamos cumplir con éste nuestro deber?

¿Cuánto tiempo debe apartarse para el culto familiar?

Fijar un plazo de tiempo específico es un tanto difícil y no se ajustará a las circunstancias de cada hogar de la misma forma. En todo caso, debemos apartar el tiempo suficiente de manera que podamos disfrutar un buen rato juntos de adoración y oración. No debe ser un rato en que se siente la presión de los apuros de otros compromisos. Debe escogerse una hora en que toda la familia pueda estar presente. Las horas muy tarde en la noche o muy temprano en la mañana quizá no sean convenientes. Debe celebrarse en una hora en que los niños no tengan mucho sueño.

¿Pueden los cultos en la iglesia sustituir al culto familiar?

El apóstol Pablo le mandó a Timoteo: “Que prediques la palabra; que instes a tiempo y fuera de tiempo” (2 Timoteo 4:2). Si esto es necesario para los pastores de la iglesia, también es importante para los padres del hogar. Es importante asistir a los cultos de la iglesia para escuchar la Palabra de Dios. Pero esto jamás puede reemplazar la instrucción diaria por parte de los padres en el hogar. Es en el hogar, donde los hijos aprenden a cantar, leer la Biblia, y orar juntos. Los hijos deben oír a sus padres orar fervientemente con ellos y por cada uno de ellos. Es una manera importante de prepararlos para servir a Dios en esta vida y para la eternidad. Lamentablemente, hay muchos padres de familia que no estiman la importancia de estos valores.

Una preparación importante para llevar a cabo eficazmente el culto familiar

A veces los hijos se aburren en el culto familiar. ¿Cuáles serán las razones? ¿Será necesario variar el programa del culto familiar para que no pierdan el interés? Quizá fuera buena cierta variación, pero la causa principal de que el culto familiar se vuelve aburrido, por lo general no es el programa. Es probable que el padre de familia no esté en las mejores condiciones espirituales para desempeñar su deber, y que éste sea el verdadero problema. Quizá a él mismo le falta interés y motivación personal. Quizá su propia relación con Dios se haya enfriado a causa del descuido espiritual o debido a sus ocupaciones materiales. El padre que tiene una buena relación con Dios y que siente entusiasmo por la vida cristiana, siempre hallará inspiración en la Palabra de Dios. De este modo, también será capaz de dirigir el culto familiar con entusiasmo.

¿Qué resultados se esperan del culto familiar?

Dichosos los niños que desde su infancia han sido instruidos en la Palabra y que han aprendido a orar y cantar alabanzas a Dios. Pero algunos, cuando llegan a la adolescencia, se rebelan contra la enseñanza recibida y escogen el camino del mundo. ¿Quiere decir esto que los padres no cumplieron debidamente con su responsabilidad? Aunque lamentablemente se dan estos casos, no siempre es así. Dios nos creó con libre albedrío, y se dan situaciones en que el hijo menosprecia lo que le fue enseñado y escoge su propio camino.

El rey Salomón afirma en Proverbios 22:6: “Instruye al niño en su camino, y aun cuando fuere viejo no se apartará de él”. ¿Quiere decir esto que si el padre cumple fielmente con este consejo, el hijo no se va a descarriar? No necesariamente. Sin embargo, lo que el hijo no podrá hacer nunca es olvidar los valores que ha aprendido. Los recuerdos de la instrucción que haya recibido lo seguirán durante toda la vida y le servirán de tormento en el corazón por haber desechado la instrucción. Existen casos en que el hijo no le entrega nunca su vida a Cristo a pesar de que haya sido instruido en los caminos de Dios. Quizá llegue a ser una persona que no teme a Dios. Sin embargo, en su conciencia persistirán los valores que aprendió. Lo que se le enseñó no se pierde nunca. Aunque escoja seguir su propio camino, el esfuerzo que hicieron los padres no ha sido en vano. Si en el día de mañana vuelve arrepentido, la enseñanza estará allí a su favor.

Padre, no descuide su deber en la iglesia

Un hermano me contó que cuando llegó a la adolescencia se rebeló contra la enseñanza de sus padres. Llegó a sentir un odio por las cosas de Dios hasta el extremo que peleaba dentro de sí mismo contra Dios. Sin embargo, lo que había aprendido no se le borraba de la mente. Un día, a la hora del culto familiar, la familia cantó el himno que dice: “Tan triste y tan lejos de Dios me sentí, y sin el perdón de Jesús; entonces su voz amorosa oí que dijo: ‘Oh, ven a la luz’”. En ese momento sintió que el Espíritu Santo le hablaba. Tan fuerte fue el sentimiento que no pudo cantar. Bajó la cabeza y toda la familia notó que algo le sucedía. Esto es un ejemplo de lo que el Espíritu Santo puede hacer en el momento oportuno con la enseñanza que ha quedado grabada en el corazón de un niño. En el caso de este hermano, allí mismo, en el culto familiar, se arrepintió, y desde entonces ha servido fielmente a Cristo. Sus padres no habían trabajado en vano.

Si usted como padre no tiene la costumbre de celebrar un culto familiar en su hogar, ahora es el momento de empezar. Las bendiciones y los beneficios son incalculables. Son eternos.

~ José Adán García Büschting

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