Moisés tenía miedo. El día anterior había salido a ver a los hebreos, sus hermanos. Observó sus duras tareas bajo la mano cruel del faraón, rey de Egipto. Éste había esclavizado a los hebreos y amargaba su vida con dura servidumbre.

Moisés observó algo que le indignó tremendamente. Un egipcio golpeaba cruelmente a un hebreo. Moisés miró a su alrededor, y creyendo que nadie lo veía, mató al egipcio. Luego lo enterró en la arena para que nadie lo descubriera.

Ahora Moisés había vuelto a salir a visitar a los hebreos. Esta vez vio a dos de los hebreos que reñían entre sí. Trató de hacer las paces entre ambos, pero no aceptaron su ayuda, sino reclamaron lo que había hecho el día anterior. De esta forma, Moisés se enteró de que su acto había sido descubierto.

Muy pronto el mismo faraón se enteró del caso y buscó a Moisés para matarlo. Por eso, Moisés tenía miedo, y huyó de Egipto. Esta historia se relata en Éxodo, capítulo 2.

¿Quién era Moisés? ¿Por qué salió a ver a los hebreos en sus duras tareas como esclavos? ¿Por qué se metió en semejante lío si él vivía muy bien? Moisés era hijo adoptado de la hija del faraón. Durante 40 años había gozado de toda la gloria y el poder que ofrecía Egipto. Humanamente, no le faltaba nada. ¿Por qué, pues, salió de Egipto para nunca más volver como hijo de la hija del rey? ¿Sería sólo por el problema en que se metió con el faraón?

En Hechos 7:20-36, se relata de nuevo la historia de Moisés en Egipto. En el versículo 22 dice: “Y fue enseñado Moisés en toda la sabiduría de los egipcios; y era poderoso en sus palabras y obras”.

En Hebreos 11:24-29 aparecen más detalles: “Por la fe Moisés, hecho ya grande, rehusó llamarse hijo de la hija de Faraón, escogiendo antes ser maltratado con el pueblo de Dios, que gozar de los deleites temporales del pecado, teniendo por mayores riquezas el vituperio de Cristo que los tesoros de los egipcios; porque tenía puesta la mirada en el galardón”.

Analicemos lo detalles de estos dos pasajes que nos dan cierta luz sobre la vida de Moisés en Egipto.

No se sabe con certeza quién fue la princesa que adoptó a Moisés, ni el faraón de aquellos días. Pero, a la luz de estos pasajes que citamos, sabemos que la adopción de Moisés en la familia del rey le dio mucha grandeza y prestigio. Le abrió la puerta a grandes oportunidades.

En esta condición, Moisés gozaba de todos los placeres y riquezas de Egipto. La Biblia los llama “los deleites temporales del pecado” y “los tesoros de los egipcios”. Nada le impedía disfrutar a lo máximo de deleites y riquezas.

Como hijo de la familia real, Moisés sin duda también gozaba de una posición importante en el gobierno. La Biblia dice que era “poderoso en sus palabras y obras”. Al lado de su madrastra, su palabra era ley. En cuanto a las obras públicas que se realizaban, su nombre figuraba entre los de renombre.

Egipto también era el líder mundial en las artes y ciencias más avanzadas de aquel entonces. Los templos, pirámides, estatuas, pinturas, y sistemas de riego eran productos de una ciencia que hasta el día de hoy causa admiración. La educación en las escuelas egipcias era muy avanzada. La Biblia dice: “Y fue enseñado Moisés en toda la sabiduría de los egipcios”.

Humanamente, Moisés no podía desear más. Sin duda, él era la envidia de muchos que deseaban el prestigio que él gozaba. Sin embargo, ahora lo vemos huyendo de Egipto para nunca más volver como hijo de la hija del faraón.

¿Por qué tomaría la decisión de huir? ¿Sería sólo por miedo del faraón?

Las decisiones importantes de la vida, las que marcan rumbo y destino, por lo común no sé toman en base a la casualidad o a una emergencia. Hay factores mucho más profundos en la vida que paso a paso van formando conceptos e ideas que al final llevan a la persona a tomar sus decisiones, sean éstas para bien o para mal.

Eso fue lo que sucedió con Moisés. Algo ardía en lo profundo del corazón mucho antes de que se metiera en el lío con el egipcio y luego con los dos hebreos que reñían. Era como un fuego que ardía en el corazón cada vez con más fuerza, como la inquietud creciente del instinto de las aves migratorias cuando se acerca la hora de su partida. Obviamente, era algo que el mismo Moisés aún no entendía. Parece que lo interpretaba como un llamado a usar su capacidad de líder para liberar a sus hermanos de la servidumbre (Hechos 7:25).

¿Qué era ese fuego, ese instinto que inquietaba a Moisés? La Biblia lo llama fe. Era la fe que él había aprendido de sus padres en los primeros años de su vida, y que había formado los conceptos e ideas que ahora dominaban su ser entero. Era la certeza de que llegarían a ser realidad las promesas y bendiciones que Dios le había dado al vituperado pueblo de los hebreos. Era el convencimiento de que los valores de Egipto y los valores del pueblo de Dios eran irreconciliables, y que no sería posible abrigar ambos. Era la decisión de poner en balanza estos dos tipos de valores para luego escoger el que tenía más peso.

¿Cómo se explica la fe que tenía Moisés? Y para ti, estimado lector, ¿cómo se expresa la fe en la vida tuya?

No creo que Moisés fuera un teólogo en asuntos de fe. Quizá ni hubiera podido explicar en palabras lo que es la fe. Pero lo que se desarrolló en su corazón y lo que hizo, definen claramente lo que es la fe y explican cómo actúa.

Vemos a continuación cómo la fe actuó en la vida de Moisés. Y junto con esto, quiero hacerte una pregunta a ti, lector: ¿Cómo actúa la fe en tu vida.

La fe le enseñó que los valores de este mundo y los valores del pueblo de Dios no son compatibles.

Como ya vimos en los relatos acerca de Moisés, la Biblia subraya lo que ve el mundo secular como valores y verdadero éxito en la vida. Es decir, una alta posición social, gozar de placeres, riquezas, una alta posición política, fuerza militar, renombre en obras públicas, una educación avanzada entre otros, son valores que el mundo pone en alta estima.

Estos relatos bíblicos también recalcan lo que ve el pueblo de Dios como valores y verdadero éxito en la vida. Son las promesas de Dios y sus bendiciones para su pueblo. En 2 Pedro 1:3-4 dice que las promesas de Dios incluyen “todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad” y que son “preciosas y grandísimas”. En Efesios 1:3 leemos que las bendiciones de Dios incluyen “toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo”.

Al analizar Hebreos 11:24-26 junto con muchas otras escrituras, en tendemos que no es posible abrazar los valores del mundo junto con los valores del pueblo de Dios. Son dos formas de pensamiento irreconciliables. Los egipcios tenían muchos dioses; los hebreos temían al único y verdadero Dios. Los deleites de los egipcios eran temporales y pecaminosos. La ciencia y educación estaban empapa das de filosofías humanas y perversiones. En cambio, las promesas de Dios y su bendición en las que esperaba el pueblo de Dios provienen del cielo; son eternas, y exigen una vida santa y apartada del mundo.

La política de Egipto consistía en una constante lucha de poder. La casta de los sacerdotes y la de los faraones a menudo chocaban por sus ambiciones de poder. Entre las mismas familias de los reyes, los celos y la ambición por el poder eran una constante amenaza. El mismo faraón miraba a los hebreos con recelo y no los comprendía. Por lo contrario, los valores del pueblo de Dios promueven el servicio humilde a Dios y al prójimo. No busca las grandezas de este mundo.

Para mí es de maravillar lo que llega a entender una persona, por sencilla que sea, que se humilla y obedece a la fe. Jesús mismo se maravilló de esto cuando dijo: “Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque escondiste estas cosas de los sabios y de los entendidos, y las revelaste a los niños” (Mateo 11:25). La fe sencilla en el corazón de los humildes es un verdadero maestro. Ilumina y enseña lo que en los centros de educación de este mundo no se enseña, o lo que la ciencia no puede explicar.

Moisés entendió claramente que sería imposible abrazar los valores de Egipto y también identificar se con el pueblo de Dios. ¿Lo entendemos nosotros?

La fe le enseñó a poner en balanza los valores

Para escoger sabiamente entre dos posiciones contrarias y conflictivas es necesario pesar bien los valores de ambas partes. Esto fue lo que hizo Moisés. Humanamente, lo que se veía en el pueblo de los hebreos jamás igualaba a los valores de los egipcios. ¿Qué ventaja habría en unirse con una gente vituperada, maltratada, y que representaba una amenaza para el éxito de la sociedad egipcia? ¿Qué peso tenía esa gente para contrapesar los valores de los egipcios en una decisión?

Sin embargo, como vimos antes, Moisés percibió en el pueblo de Dios un elemento que la ciencia de los egipcios no alcanzaba a entender, pues sólo el ojo de la fe lo puede ver, y sólo el corazón de los humildes lo puede entender. Eran las promesas de Dios y su bendición para su pueblo. La Biblia las llama “el galardón” (Hebreos 11:26). Y cuando Moisés puso estos valores en juego, la balanza se inclinó a favor del pueblo de Dios.

La fe le enseñó a dar el primer paso, tomar una decisión

Ya vimos que la inquietud del rumbo y destino en la vida de Moisés ardía en su corazón. Pero nada sucedería hasta que él voluntariamente se acercara a la encrucijada y tomara una decisión. Fue la decisión de romper su parentesco con la hija del faraón y echar su suerte con el pueblo de Dios y sus valores. La Biblia dice que Moisés escogió “antes ser maltratado con el pueblo de Dios” (Hebreos 11:25).

Moisés ya había entendido claramente que sería imposible goza de los valores de los egipcios y abrazar los valores del pueblo de Dios al mismo tiempo. Sin embargo, dar ese primer paso, tomar la decisión, fue lo que hasta el día de hoy pocas personas están dispuestas a hacer.

Como dije antes, me he maravillado muchas veces de lo que entiende una persona, por sencilla que sea, cuando humildemente obedece la fe. Pero aun más increíble es cómo actúa la gracia de Dios en la vida del que por la fe da ese primer paso.

Volvamos a la escena allá en el desierto cuando Moisés mató al egipcio, y después el lío en que se encontró con el faraón. Pareciera que fue una desgracia lo que le sucedió, una página oscura en la historia de su vida. Sin embargo, yo veo que fue la obra de la gracia de Dios en su vida. Simplemente fue el empujón que él necesitaba junto con la puerta abierta para cortar por completo sus lazos con Egipto. Su fe lo había preparado, y ahora estaba listo para emprender el camino que definiría su rumbo y destino espiritual. Ahora la gracia de Dios podía obrar a su favor sin limitaciones.

La escuela de Dios en el desierto de Madián fue intensa y el tiempo de esperar en Dios se extendió 40 años. Pero la gracia de Dios pudo obrar de una manera extraordinaria en Moisés. Dios pudo usarlo como libertador de su pueblo y como uno de los profetas más grandes de la historia.

En resumen, quiero dejar el ejemplo de Moisés como un reto para nosotros. Él entendió que los valores de Egipto y los valores del pueblo de Dios no son compatibles. Puso en balanza estos valores y tuvo la valentía de tomar la decisión más sabia e importante de su vida, una decisión que cambió su vida. Y como resultado, salió de Egipto.

Esto se llama fe.

Detalles
Idioma
Español
Autor
Pablo Schrock
Editorial
Publicadora La Merced
Temas

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