El cuento verídico de Dirk Willems, un cristiano en los Países Bajos de Europa en 1529, en quien se exhibió la gracia de Dios en una forma espectacular para salvar la vida de su perseguidor al costo de su propia vida
Dirk Willems fue convertido al cristianismo en los Países Bajos de Europa durante la gran persecución que se había desatado contra los creyentes. Era el año 1529 y los españoles se habían apoderado de los Países Bajos. En un esfuerzo de estabilizar al país, procuraban eliminar a los anabaptistas y otros grupos cristianos radicales que no se conformaban a la religión del estado. Aparentemente, Dirk era uno que no podía callar lo que sentía. Hablaba libremente de su fe y testimonio y aun permitió que algunos fueran bautizados en su casa.
El palacio del rey en lo que hoy es Asperen fue convertido en una prisión. Dirk fue arrestado y después de un juicio, lo condenaron a prisión por su fe. Un día ideó una manera de darse a la fuga. Unió las sábanas de su cama con un nudo, y desde una ventana se descolgó por el muro de la prisión. Desafortunadamente, uno de la guardia lo vio, y dio aviso al “cazador de ladrones” que de inmediato lo persiguió.
Dirk huyó rápidamente y logró pasar por encima de un canal cubierto de hielo que rodeaba el palacio, pues era la época del invierno. El hielo estaba delgado todavía, pero resistió el peso de Dirk cuando lo cruzó. Sin embargo, el “cazador de ladrones” era un hombre corpulento y no corrió con la misma suerte de Dirk. Cuando intentó cruzar el canal, el hielo no aguantó su peso y se rompió. El perseguidor se hundió en el agua fría a una muerte segura, a no ser que alguien lo rescatara.
Dirk, habiendo cruzado el canal, siguió huyendo. De repente oyó los gritos desesperados de su perseguidor, pidiendo auxilio. Cuando se volvió para ver lo que sucedía, percibió el peligro en que se hallaba el otro. Oyó que rogaba que le salvaran la vida.
Muchas veces me he preguntado lo que pasara por la mente de Dirk en este momento. Delante de él tenía la vida, la libertad. Lo único que tenía que hacer era seguir huyendo. ¿Quién lo culparía por no socorrer a su perseguidor? De todos modos, él había sido encarcelado siendo inocente; era sólo por su fe en Jesucristo. Devolverse para ayudar a su perseguidor inevitablemente le costaría la vida.
Pero Dirk había muerto a sí mismo hacía unos años cuando había entregado su vida a Cristo, como decía el apóstol Pablo (1 Corintios 15:31). No sabemos cuál fue la lucha que se desarrolló en su corazón en este momento, pero lo cierto es que Dirk no siguió huyendo.
Dirk había aprendido de Jesús a amar a sus enemigos, darles de comer, y aun bendecirlos. Él también sabía que Cristo había hecho exactamente esto mismo con él. Ahora le tocaba a él hacer lo mismo por este hombre que se ahogaba en el agua fría. La historia nos cuenta que inmediatamente, al oír los gritos, Dirk se devolvió y sacó del agua a su perseguidor, salvándole así la vida.
El “cazador de ladrones” fue muy conmovido por la compasión que Dirk le había demostrado, y quiso dejarlo en libertad. Pero el oficial que observaba le gritó, recordándole de su juramento de lealtad al estado. Tristemente, el oficial convenció al “cazador de ladrones” de ser leal al estado antes de mostrarle compasión al fugitivo. Así que, lo arrestó y lo llevó de nuevo a la prisión.
De vuelta en la prisión, los perseguidores de Dirk lo trataron sin misericordia a pesar de lo que éste había hecho por su enemigo. Esta vez lo condenaron a la muerte por su crimen de herejía y por ser bautizado por segunda vez. Se cuenta que el trato con Dirk en la prisión fue cruel mientras esperaba su castigo. Cuando llegó el día señalado, lo llevaron para ser quemado en la hoguera. Esta manera de morir era sumamente terrible. Los que presenciaron su muerte ese día describieron la escena así: Cuando prendieron fuego a la leña, soplaba un fuerte viento desde el oriente. El viento soplaba el fuego de manera que sólo le quemaba las piernas al preso. Tal fue su dolor que le oyeron clamar a Dios más de 70 veces: “Oh, ¡Señor mío, Dios mío!” Por fin, un oficial a caballo vio lo que sucedía y ordenó que arreglaran el fuego de tal forma que Dirk muriera rápidamente.
En el libro titulado, El espejo de los mártires, donde se ha conservado este relato, el escritor comenta acerca del testimonio de Dirk. Dice: “Por el hecho que Dirk Willems había puesto su fe, no sobre la arena movediza de mandamientos de hombres, sino sobre la roca firme de Jesucristo, pudo, a pesar de los vientos malignos de doctrinas de hombres, y las fuertes lluvias de la severa persecución, mantenerse inmovible y firme hasta el fin. Por lo cual, cuando el Príncipe de los pastores se manifieste en las nubes y junte a sus escogidos de todos los confines de la tierra, el hermano oiría las palabras: ‘Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor’ (Mateo 25:23).”
¡Oh, que cada uno de nosotros tuviéramos un testimonio como éste! Un testimonio de una vida entregada por completo a Dios. Así, cuando lleguemos al fin, podremos correr hacia los brazos abiertos de Jesús y oír las palabras gloriosas: “Entra en el gozo de tu señor”.
~Dean Taylor
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El hermano Dean tomó algunos de los detalles de esta historia del libro de “El espejo de los mártires” (“The Martyrs’ Mirror”). Él dice: “Una de las obras más destacadas referente a un cristianismo radical y la persecución que los creyentes han sufrido a través de la historia es un libro que fue publicado después de la Reforma. El libro se llama, “El espejo de los mártires”. Las historias que se encuentran en esa obra fueron compiladas por Thieleman J. van Braght de los Países Bajos en el año 1660 A.D.