Así como en una heladería donde se puede elegir entre tantos sabores de helados, hoy se ofrece una gran variedad de gustos y expresiones sexuales. Muchos menosprecian las limitaciones de la intimidad sexual en el matrimonio que Dios estableció; prefieren ser libres para experimentar a gusto.
Nuestro mundo moderno está enfermo. A pesar de los grandes avances en la ciencia y la tecnología, el hombre como persona se encuentra derrotado. Esto me lo confirmó una educadora frustrada que dijo que a pesar de que están tratando de fortalecer a los niños con la enseñanza del humanismo, los niños van de mal en peor. En medio de tantas facilidades modernas, las personas no hallan una realización personal. Más bien, parece que cada vez se logra menos una vida satisfactoria y útil. En lugar de más realización verdadera hay cada vez más drogadicción, alcoholismo, violencia, y suicidio.
Un campo que demuestra más este problema es la vida sexual. Los placeres sexuales se anuncian abiertamente y están tan fácilmente al alcance de cualquiera. Así como en una heladería moderna donde se puede elegir entre tantos sabores de helados, hoy se ofrece una gran variedad de gustos y expresiones sexuales. Muchos menosprecian las limitaciones de la intimidad sexual en el matrimonio que Dios estableció porque prefieren ser libres para experimentar según sus propios gustos y deseos. Sin embargo, no hallan la satisfacción ni la realización sexual. Muchos defienden a toda costa la libertad sexual sin tomaren cuenta los resultados desastrosos que eso trae consigo. Cada día vemos menos matrimonios que permanecen y que logran el éxito. Cada día hay menos relaciones duraderas que proporcionan el amor que buscan. Es decir, que lo que más se promociona y se hace disponible, cada vez se logra menos. ¿Por qué?
Esto sucede porque no se toman en cuenta las instrucciones de Dios nuestro Creador. No se entiende que seguir las instrucciones del que nos creó con nuestra sexualidad es para nuestro bien y libertad. Es como las instrucciones y restricciones que da el fabricante de una refrigeradora. Éstas nos ayudan a aprovechar mejor lo que la refrigeradora nos puede ofrecer. De la misma manera, seguir las instrucciones y limitaciones que nos da Dios nos beneficia a nosotros.
¿Cuál es el plan de Dios para nuestra sexualidad? ¿Cuáles son sus propósitos por crearnos con esta capacidad?
En el primer capítulo de la Biblia hallamos la historia de cuando Dios creó al hombre con la capacidad sexual y por qué lo hizo así. En Génesis 1:26-28, se nos revela que Dios planeó que el hombre llevara la imagen y la gloria de Dios y lo demostrara por medio de su vida. Al crear al ser humano con este fin, lo creó en dos partes, varón y hembra. En el capítulo dos nos cuenta que los dos juntos consisten en una sola carne (Véase también Mateo 19:5). Según el plan de Dios en la creación, la unión del varón con la mujer crea una unidad muy bella y especial. En Génesis 1:31 Dios dice que esto era bueno en gran manera. Hasta el día de hoy, la unión matrimonial sigue siendo un diseño especial y bello de nuestro Creador. Según el plan de Dios, el hombre y la mujer dejan su hogar para formar una unión nueva. ¡Qué sabiduría de Dios para diseñar y crear algo tan especial y único! Que nadie se engañe en esto; lo que Dios creó es algo limpio, bello, y bueno. La intimidad sexual en el matrimonio revela de manera muy única la imagen y la gloria de Dios.
La Biblia nos confirma que la práctica sexual entre esposos es buena. Nos enseña que esta relación provee al ser humano de las necesidades físicas, y emocionales. También nos muestra que es el medio por el cual la raza humana se procrea. En Génesis 1:28 Dios manda que el hombre fructifique y llene la tierra. Leemos en Proverbios 18:22: “el que halla esposa halla el bien”. En Proverbios 5:18-19 dice que Dios quiere que el hombre se alegre con la mujer de su juventud y que se goce en sus caricias y amor. También vemos que Dios manda la práctica sexual entre esposos en 1 Corintios 7:3-5. Todo el libro de los Cantares de Salomón revela el corazón de Dios en cuanto a una relación íntima entre el esposo y la esposa. Dios la aprueba y la manda.
La Biblia también habla claramente sobre la práctica sexual fuera del plan de Dios. La condena como una práctica mala, sucia, perversa, y destructiva.
Cuando Dios dijo que un hombre y una mujer se unirán en una sola carne, claramente quiso decir que la unión matrimonial es entre solamente dos personas. Dios no planeó que tres se unieran en una sola carne. La unión matrimonial puede realizarse solamente entre un hombre y una mujer. El momento en que una tercera persona interfiere en esa unión, se sufren graves resultados. Jesús dijo: “…lo que Dios juntó, no lo separe el hombre” (Mateo 19:6).
La unión matrimonial va enlazada estrechamente con los principios de la fidelidad, lealtad, y moralidad. También refleja la unión que Cristo quiere gozar con su iglesia. La entrada de otra persona en esta unión destruye estos principios entre los esposos y mancha la imagen de Dios que se refleja en esta relación. Además, crea una unión falsa y perversa. ¿Por qué? Porque el diseño del Creador es que la relación íntima se comparte con una sola persona. Cualquiera que trate de cambiar el diseño de Dios es culpable de pecado y sufre graves consecuencias.
El diseño de Dios también exige que la relación íntima se realice entre varón y hembra. Cualquier relación sexual entre dos hombres o dos mujeres, es una perversión y un desvío del plan de Dios. Es una búsqueda de placer personal que no concuerda con el plan de Dios. Es una relación estéril que no puede resultar en la procreación. La misma función física del hombre y de la mujer comprueba el diseño que Dios tuvo en crearnos para cumplir con su plan original. Dios la ve como pecado, y condena esa actividad como una perversión contra la misma naturaleza. Él la clasifica como “pasiones vergonzosas”.
La unión matrimonial es de tal índole que exige fidelidad de los cónyuges mientras ambos vivan. Cuando se unen en una sola carne por medio del pacto matrimonial, no se puede romper y desgarrar esa unión. Y los que pretenden hacerlo causan mucho daño y dolor. Dios estableció que si dos personas se unen en matrimonio, no pueden deshacer esta unión e iniciar una relación con otra persona. Ningún juez, ni abogado, ni ninguna ley humana tiene la autoridad de deshacer lo que Dios juntó (Romanos 7:3).
Cualquier práctica sexual o relación de pareja que no esté según el modelo de Dios es prejuicioso y prohibido, y constituye pecado. La unión libre, las segundas nupcias mientras el primer cónyuge vive, el concubinato, y el sexo libre son desviaciones del plan de Dios y constituyen adulterio y fornicación. Por lo tanto, son pecado. La masturbación y la bestialidad son perversiones que provienen del egoísmo y no de la imagen y la gloria de nuestro Creador.
Dios nos advierte en Colosenses 3:5-6: “Haced morir, pues, lo terrenal en vosotros: fornicación, impureza, pasiones desordenadas, malos deseos y avaricia, que es idolatría; cosas por las cuales la ira de Dios viene sobre los hijos de desobediencia.” En Efesios 5:3,5-6 dice: “Pero fornicación y toda inmundicia, o avaricia, ni aun se nombre entre vosotros, como conviene a santos... Porque sabéis esto, que ningún fornicario, o inmundo, o avaro, que es idólatra, tiene herencia en el reino de Cristo y de Dios. Nadie os engañe con palabras vanas, porque por estas cosas viene la ira de Dios sobre los hijos de desobediencia.”
Romanos 1:26-27 dice: “Por esto Dios los entregó a pasiones vergonzosas; pues aun sus mujeres cambiaron el uso natural por el que es contra naturaleza, y de igual modo también los hombres, dejando el uso natural de la mujer, se encendieron en su lascivia unos con otros, cometiendo hechos vergonzosos hombres con hombres, y recibiendo en sí mismos la retribución debida a su extravío.”
Dios es explícito en sus normas para la práctica sexual. Él exige que se cumplan. Nos advierte del fin de los que practican estos desvíos: “Pero los cobardes e incrédulos, los abominables y homicidas, los fornicarios y hechiceros, los idólatras y todos los mentirosos tendrán su parte en el lago que arde con fuego y azufre, que es la muerte segunda.” (Apocalipsis 21:8)
No podemos evadir el hecho de que este mundo moderno está empapado de las desviaciones del plan de Dios. Han llegado a ser una parte integral de la sociedad moderna. ¿Debemos como cristianos apartar a las personas que se encuentran atrapadas en estos pecados y menospreciarlas? O bien, ¿sería mejor aprobar sus hechos y aceptarlos tal y como son de la manera que muchos dicen hoy en día?
La Palabra de Dios nos enseña claramente cuál debe ser nuestra relación con el pecado y el pecador. Ya vimos que debemos hacer morir estos pecados e inclinaciones pecaminosas en nosotros. No deben ni aun nombrarse entre nosotros. El apóstol Pablo también manda en 2 Corintios 6:17; “Por lo cual, salid de en medio de ellos, y apartaos, dice el Señor. Y no toquéis lo inmundo; y yo os recibiré.” Continúa diciendo: “Limpiémonos de toda contaminación de carne y de espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios.” (2 Corintios 7:1)
Sin embargo, la Biblia también nos enseña a demostrar el espíritu de Cristo hacia aquellos que se encuentran atrapados en estos pecados. Queremos mostrar el amor y el corazón de Jesús a los que practican tales cosas. Jesús vino al mundo como un médico para ayudar a los enfermos y sanar a los heridos. Él fue amigo de pecadores (Mateo 11:19). Jesús en ningún momento aprobó el pecado, pero amaba a los que se encontraban hundidos en el desvío. Él nunca habló con menosprecio y odio contra los pecadores.
Al igual que Jesús, debemos amar a los pecadores y demostrarles que deseamos ayudarlos. El adúltero, el ladrón, el homicida, y el homosexual deben sentir que los amamos como personas creadas por Dios. Deben saber que nosotros no los rechazamos como personas, sino que deseamos siempre ayudarles a salir del pecado con la ayuda de Cristo. Tenemos un mensaje de esperanza para toda persona pecadora. Jesús ofrece perdón, limpieza, vida nueva, y amor, y su iglesia ofrece aceptación por medio de la obra que hace Jesús en la persona.