“Feliz Navidad, y un próspero Año Nuevo”: son palabras que suelen decir en la época de la Navidad, la celebración de su primera venida. Pero si el Señor volviera de aparecer por segunda vez en este instante, ¿sabes que la mayoría de personas en el mundo se llenarían de temor?
Era una noche cualquiera con la misma monotonía de siempre para aquellos pastores de Palestina que vigilaban su rebaño. Pero, de pronto presenciaron algo que marcaría el cambio histórico más grandioso que jamás se haya visto. Un ángel se les apareció y los rodeó con un gran resplandor. Estos pastores no habían experimentado nunca antes cosa tan impresionante, y tuvieron gran temor.
“No temáis...”. Las palabras del ángel hacen eco en aquel momento impresionante. De la boca del que les causó temor, ahora oyen palabras de consuelo que dicen que no tienen necesidad de atemorizarse. Es un momento grandioso. El ángel les trae buenas nuevas que cambiarían al mundo para siempre. Son las noticias de que había nacido el Salvador del mundo, Cristo el Señor. Son palabras de paz, y de gran gozo. Su gran temor ahora se convierte en alegría y esperanza. “¡Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz, buena voluntad para con los hombres!” El temor se desvanece.
Ahora, ¿en qué consiste este cambio tan fenomenal del temor al gozo que los pastores experimentaron? ¿Cómo se compara la alegría que hoy se celebra con el gozo que trajo el anuncio del ángel a los pastores? Si ahora mismo los cielos se abrieran y todo el mundo viese la gloria de Dios y a Cristo que aparece en las nubes, ¿quiénes alzarían las manos con regocijo para recibirlo?
En la época de la Navidad y el Año Nuevo, se acostumbra saludarse con: “Feliz Navidad, y un próspero Año Nuevo”. Por todos lados se escuchan los villancicos tan conocidos de modo que muchas veces hasta pasan desapercibidos.
¡Paz! ¡Bendiciones! ¡Felicidad! Todos las deseamos, especialmente en la época de la Navidad. Y aunque el Señor vino para darnos todo esto, su propósito no fue el de colmarnos de diversiones, risas, y fiestas.
Si el Señor apareciera en este instante, ¿sabes que la mayoría de personas en el mundo se llenarían de temor? Y con mucha razón.
Ya vimos que los pastores tuvieron gran temor cuando les apareció el ángel. Pero ellos eran humildes y sinceros. Creyeron el anuncio del ángel, y su temor se convirtió en gran gozo. No sabemos qué hicieron los pastores con el rebaño, pero sí se nos informa que fueron en busca del bebé que sería el Salvador del mundo.
La mayoría de las personas de hoy día no son como aquellos pastores. No temen a Dios y no lo obedecen. No quieren que se les interrumpa su agenda, especialmente cuando se trata de una carrera profesional o los placeres que ofrece el mundo, entre muchas cosas más. No están dispuestos a rendirse al Hijo que Dios envió para salvarlos de sus pecados. La mayoría ni siquiera reconoce que tienen una naturaleza pecaminosa.
Muchos son los que cantan el canto, “Feliz Navidad” sin pensar ni un momento en aquel que brinda la verdadera felicidad. Celebran las fiestas y buscan las diversiones, pretendiendo ser felices. No sienten la necesidad de un Salvador, ni se les ocurre considerar a Jesús como Señor de su vida.
Jesús vendrá otra vez. De repente, y con poder y gran gloria, su presencia interrumpirá toda actividad terrenal. Para aquellos que lo conocen, lo aman, y lo obedecen, será un día de gran gozo y de suprema felicidad. Para los que no se han preparado para aquel día y no lo obedecen, sino que viven para agradarse a sí mismos, será un día espantoso y de vergüenza y remordimiento inexplicable. “Se manifestará el Señor Jesús desde el cielo con los ángeles de su poder, en llama de fuego, para dar retribución a los que no conocieron a Dios, ni obedecen el evangelio de nuestro Señor Jesucristo; los cuales sufrirán pena de eterna perdición, excluidos de la presencia del Señor” (2 Tesalonicenses 1:7-9).
En Romanos 2:6-11 el apóstol Pablo afirma que en el juicio final Dios “pagará a cada uno conforme a sus obras”. Después explica que Dios dará “vida eterna a los que, perseverando en bien hacer, buscan gloria y honra e inmortalidad”. Él nos dice que habrá “gloria y honra y paz a todo el que hace lo bueno”. Pero habrá “ira y enojo a los que son contenciosos y no obedecen a la verdad, sino que obedecen a la injusticia; tribulación y angustia sobre todo ser humano que hace lo malo”.
Luego concluye diciendo, “porque no hay acepción de personas para con Dios”. Es decir, Dios juzgará a todos según una misma regla; sus juicios serán justos.
Si sabemos esto, ¿por qué quisiéramos sustituir a las fiestas de egoísmo y pecado por la celebración del nacimiento de Cristo?
Recrearse, reír, cantar, y dar regalos en sí pueden ser actividades que edifican las buenas relaciones entre personas si se practican en el temor de Dios, y se regulan con lo que le agrada a Dios, y se hacen en santidad. Pero las borracheras, la inmoralidad, el despilfarro, el egoísmo, la codicia, y el exceso que muchos llaman Navidad, no honran al humilde y santo Hijo de Dios que murió para redimirnos del pecado.
Jesús vino por ti. Dios te ama tanto que mandó a su único Hijo a morir en sacrificio por tu pecado.
Si no sirves a Jesús, estás aún en pecado. Por naturaleza eres pecador. Es una condición que por cuenta propia no puedes cambiar. Te encuentras en el camino con destino a la condenación eterna del infierno.
Dios te ofrece la solución por tu condición de pecador. Apártate del pecado, y pon tu fe en Jesús, el cual murió para salvarte. Cree que él murió por ti, y entrega tu vida a él, porque él es digno de ser tu Señor. Si haces esto, él te salvará. Te transformará. Te ayudará a apartarte del pecado y te convertirá en una nueva criatura en Cristo Jesús. Quitará tu temor, y te dará gozo y paz.
¿Aceptarás esta oferta de Dios? Confía en Jesús y recibe “gozo inefable y glorioso” (1 Pedro 1:8). ¿Rechazarás el gran precio que Dios pagó para liberarte del pecado? Si lo desprecias, no te queda otro medio de salvación “sino una horrenda expectación de juicio, y de hervor de fuego” (Hebreos 10:27).
¿Quieres esto: “En tu presencia hay plenitud de gozo; delicias a tu diestra para siempre” (Salmo 16:11)?