La autoridad en el cuerpo de Cristo

Parece que hay una tendencia hoy día hacia la independencia en las iglesias. Ese espíritu individualista milita en contra de la enseñanza de Dios. Pero algo que ha distinguido a la iglesia peregrina es ese espíritu manso y humilde en cada uno; sumisión a los que Dios ha puesto como autoridad.

Quiero compartir algo que creo ser una gran necesidad en la vida de muchos creyentes. Temo que muchos hemos absorbido demasiado la idea del individualismo que es tan prevalente en el mundo de hoy. Este escrito es un llamado a entregar nuestra propia agenda a las debidas autoridades en nuestra vida. Es un llamado a tener un espíritu manso y humilde al escucharlos como si fuera Dios hablándonos. Yo no soy pastor, ni tengo ninguna responsabilidad como líder en la iglesia. Así que, en lo que escribo no estoy reclamando nada para mí mismo. Pero deseo ver a otros recibir dirección sabia de los que Dios ha puesto sobre ellos. A la vez, quiero decir que de ninguna manera pueden los líderes tomar el lugar de una relación personal con Jesucristo. Tampoco pueden reemplazar la necesidad de invertir mucho tiempo en el estudio de la Palabra de Dios. Estoy consciente de que hay líderes que han abusado de su autoridad, y quizá usted ha sido herido por tal abuso. Lo siento mucho si es ése el caso. Pero recuerde, una mala experiencia no significa que todos los líderes son abusivos. Permítame iniciar con una alegoría.

Adrián

El hermano Adrián tenía problemas con el manejo de sus asuntos financieros. Esto estaba a la vista de todos los que lo conocían, pero a Adrián le costaba mucho reconocerlo. Sin embargo, un día tuvo la humildad de llamar al hermano Elías para que le ayudara a ordenar sus cuentas y planificar un presupuesto. Iban a ver juntos las necesidades de su familia y decidir cómo enfrentar la lucha de pagar las deudas. Después de su primera reunión con el hermano Elías, Adrián volvió a la casa con nuevo ánimo de dedicarse de lleno al asunto. Pero al pasar el tiempo, Adrián se dio cuenta de que no era fácil perder la costumbre de malgastar el dinero. Siempre enfrentaba el dilema que creía “necesitar” algo que no cabía dentro del presupuesto que juntos habían establecido. Además, había unas deudas que no le había contado al hermano Elías. Así que, la próxima vez que se reunió con el hermano, la situación no había mejorado. El hermano Elías le explicó al hermano Adrián que para que funcionara el plan que habían elaborado, Adrián no podría gastar ningún dinero que no estuviera ya previsto en el presupuesto. Con un suspiro, Adrián consintió.

Pasó otro mes y se reunieron de nuevo. Esta vez, el hermano Elías tuvo que recordarle al hermano Adrián que no siempre seguía el plan que habían formado y que los intereses sobre las deudas iban en aumento. Ya a estas alturas, Adrián empezó a sentir cierto resentimiento al escuchar a Elías, aunque él mismo sabía que tenía un problema. Así que, cuando el hermano Elías prosiguió a examinar los gastos que él presentaba, Adrián comenzó a ponerse a la defensiva. Él razonó así: “Es una cantidad pequeña y no vale la pena preocuparse por eso. ¿Por qué se preocupa Elías por eso? Es demasiado exigente.” Pero no le habló de sus sentimientos al hermano.

Cuando se reunieron de nuevo, parecía que las cosas iban de mal en peor y los intereses se seguían acumulando. El hecho de no haber podido ayudar al hermano, decepcionó al hermano Elías. Así que él puso algunas guías específicas para Adrián en un último esfuerzo para ayudarle. Le dijo que si él en verdad quería ayuda, debía dejar de comer en los restaurantes. Le advirtió que ni siquiera debiera pasar a tomarse un refresco o un café. Le dijo también que cuando necesitaba hacer una compra, que procurara comprar el artículo usado. Pero ya a estas alturas, Adrián no quería oír más consejos del hermano Elías. Empezó a sentir que mucho del problema era con Elías mismo. Así que, le dijo a Elías que no sería necesario continuar con la consejería. Le dijo que el dinero le pertenecía a él por lo que él mismo decidiría cómo gastarlo. Así dejó Adrián al hermano Elías y sus consejos. Siguió manejando sus propios asuntos a su propio juicio.

El hermano Elías estaba muy decepcionado. Había llegado a amar a su hermano y deseaba mucho poder ayudarle a arreglar su vida y a encontrar la estabilidad económica. A la vez, él había sentido que a veces su consejo no fue apreciado. De hecho, Adrián no lo siguió. A la vez, creía que de alguna manera debiera haber podido ayudar más al hermano Adrián. Después de unos días, decidió llamarlo para saber si hubiera cambiado de opinión y aceptara de nuevo su ayuda. ¿Reconocería el hermano Adrián su necesidad o seguiría su propio camino?

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¿Ha estado usted alguna vez en el lugar de Adrián en ese mismo campo de finanzas o en algún asunto espiritual? ¿Alguna vez ha denegado recibir el consejo de algún hermano que buscaba el bien para su vida? ¿Se ha vuelto defensivo cuando alguien quiso darle consejos? Es cierto, a nuestra naturaleza humana no le gusta reconocer que necesitamos la ayuda de otro cuando nos creemos capaces de manejar nuestros propios asuntos.

Examinemos el corazón de Dios en cuanto a este tema. ¿Es correcto que haya personas con autoridad en la iglesia que tienen el deber de instruir y guiar a otros? ¿O hay bases bíblicas para decir que Dios y su Palabra son la única autoridad en mi vida y no hace falta que otro me diga lo que debo hacer? Veamos lo que nos dice la misma Palabra de Dios.

Sométase toda persona a las autoridades superiores; porque no hay autoridad sino de parte de Dios, y las que hay, por Dios han sido establecidas” (Romanos 13:1).

Yo reconozco que este versículo habla acerca de nuestra responsabilidad ante las autoridades civiles. Pero si ellas han sido establecidas por Dios para ejercer autoridad, cuánto más las autoridades que Dios ha puesto en la iglesia.

Y constituyeron ancianos en cada iglesia, y habiendo orado con ayunos, los encomendaron al Señor en quien habían creído” (Hechos 14:23). “Por esta causa te dejé en Creta, para que corrigieses lo deficiente, y establecieses ancianos en cada ciudad, así como yo te mandé” (Tito 1:5). Aquí encontramos dos versículos que nos muestran cómo la iglesia primitiva ordenaba varones para ser los líderes espirituales de la congregación.

Acordaos de vuestros pastores, que os hablaron la palabra de Dios; considerad cuál haya sido el resultado de su conducta, e imitad su fe” (Hebreos 13:7).

Donde nos dice “acordaos de vuestros pastores” en el texto original, nos da a entender que debemos obedecer a los que tienen la autoridad sobre nosotros. La palabra “pastores” aquí significa los que son jefes o gobernadores o jueces… los que tienen el mando sobre otros. Esta idea choca un tanto con la idea moderna de ser independiente y libre, ¿verdad? Pero, diez versículos más adelante, el escritor nos da esta exhortación:

Obedeced a vuestros pastores, y sujetaos a ellos; porque ellos velan por vuestras almas, como quienes han de dar cuenta; para que lo hagan con alegría, y no quejándose, porque esto no os es provechoso” (Hebreos 13:17). Aquí tenemos la misma palabra “pastores” y nos dice que debemos obedecerlos… a éstos que están como gobernadores sobre nosotros en la iglesia.

Una advertencia para los líderes

En la Biblia también tenemos una enseñanza clara para los líderes de la iglesia. Ellos no deben buscar

su propio honor, ni abusar de la autoridad que se les ha dado. En Santiago 3:1 nos dice: “Hermanos míos, no os hagáis maestros muchos de vosotros, sabiendo que recibiremos mayor condenación”. En Ezequiel 33 Dios le dijo a Ezequiel que le puso a él por “atalaya”, uno que vela por la seguridad del pueblo. Así también, el pastor de la iglesia es responsable por la seguridad y protección del pueblo de Dios. Dice que si no advierte al pecador de su pecado, su sangre la demandará de la mano del atalaya.

También en Mateo 20:20-28 notamos que Jesús corrige a Jacobo y Juan por desear la gloria y el poder de un puesto de autoridad, en lugar de verlo como una oportunidad de ser siervo.

Jesús nos enseña claramente que su sistema de gobierno es totalmente distinto a lo que practica el mundo. Si la persona quiere ser “alguien” en su reino, le es necesario humillarse y ser siervo. La naturaleza humana es desear la fama, el poder, y el honor que se consiguen con puestos de autoridad. Pero el siervo de Dios no debe buscar honor para sí mismo, sino solamente para su Rey.

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¿Cómo debemos ver a los que tienen autoridad? Hay los que ponen a los líderes en un pedestal alto y los tienen como personas totalmente distintas a los otros hermanos de la iglesia. Otros pasan al otro extremo y los tienen por iguales a cualquier otro hermano y no les dan el honor y el respeto que se merecen.

Pero, ¿qué dice la Biblia? Veamos unas instrucciones de la Palabra inspirada de Dios en cuanto a cómo debemos tratar a los líderes de la iglesia.

Debemos respetarlos

Debemos, según la Palabra de Dios, respetar a los que Dios ha puesto sobre nosotros. 1 Timoteo 5:17: “Los ancianos que gobiernan bien, sean tenidos por dignos de doble honor, mayormente los que trabajan en predicar y enseñar”.

Debemos obedecerlos

Ya hemos visto el deber de obedecer a los que tienen la responsabilidad de gobernar sobre nosotros y someternos a su autoridad. Se da por sentado, en un lugar de trabajo, que haya un jefe que diga qué es lo que hay que hacer, y que mande cómo hacerlo. Si todos tuvieran igual autoridad, habría mucho desorden. Es cierto que puede haber varias maneras correctas de hacer una cosa, pero la cooperación entre todos al mando del jefe hace que todo fluya de manera ordenada y productiva. Lo mismo es aplicable al matrimonio. El esposo tiene el deber de guiar y la esposa el deber de sujetarse a él. Al contrario, el matrimonio tendrá dificultades serias. De igual manera, el grupo de creyentes que forman una hermandad tiene que tener pastores que dirijan para que las cosas caminen bien.

Debemos apoyarlos

Debemos orar por nuestros pastores para que puedan escuchar la voz de Dios y no solamente predicar palabras bonitas que nos agradan. En 2 Tesalonicenses dice: “Por lo demás, hermanos, orad por nosotros, para que la palabra del Señor corra y sea glorificada, así como lo fue entre vosotros”. Yo creo que esto es muy importante. Este versículo nos dice que la Palabra de Dios es glorificada cuando el pastor tiene la libertad de predicar lo que Dios le ha puesto en el corazón. Varias de las cartas de los apóstoles en el Nuevo Testamento terminan con la petición de que los lectores oren por ellos. Es una muy buena manera de dar nuestro apoyo a los pastores.

Ahora quisiera examinar algunos ejemplos de la Biblia.

Moisés, Aarón y María

En Números 12:1-10, encontramos el relato de la rebeldía de Aarón y su hermana, María. Ellos se opusieron a la autoridad de Moisés y exigieron que compartiera el derecho con ellos. Es importante que notemos la actitud de Moisés en esta ocasión. Dice que él era muy manso en su carácter. Esta característica en un líder es de suma importancia. Pero dice que Dios también escuchó lo que Aarón y María habían dicho y su ira se encendió contra ellos. Él los reprendió fuertemente y castigó a María con lepra por hablar en contra del siervo de Dios.

Moisés y Coré

Tenemos la historia de Moisés y Coré en Números 16:1-11. Coré, junto con otros, se levantó en contra de la autoridad de Moisés y Aarón. Ellos acusaron a Moisés y a Aarón de levantarse sobre la congregación, diciendo que ellos no eran los únicos santos en la congregación. Aquí de nuevo notamos la reacción de Moisés, un gran ejemplo del líder piadoso. Él se postró sobre su rostro. Moisés dejó todo en la mano de Dios pero no sin primero tomar en mano la situación de la gran falta de respeto que mostraron ellos. De nuevo, Dios intervino y mostró el gran respeto y apoyo que él exige para con los que él ha puesto en autoridad.

Jesús y los fariseos

Los fariseos tampoco aceptaron la autoridad de Jesús. Cuando retaban a Jesús, él los avergonzaba con respuestas sabias. Al rechazar la autoridad de Jesús, los fariseos estaban rechazando la autoridad de Dios. “Y le dijeron: ¿Con qué autoridad haces estas cosas, y quién te dio autoridad para hacer estas cosas?” (Marcos 11:28).

Pablo y los corintios

En 1 Corintios 9, la gente retó la autoridad del apóstol Pablo. Él les dijo que el mismo hecho de que ellos formaban una iglesia era prueba de que él era apóstol (versos 1 y 2).

El centurión

El ejemplo de uno que sí entendió el concepto correcto de autoridad es el centurión en Mateo 8:8-13 Él era un hombre con autoridad. Tenía bajo su mando a cien hombres. Él podía decirles que hicieran cualquier cosa y tenían que hacerla. Pero lo que sobresale es su actitud para con Jesús. Él reconoció que Jesús tenía la autoridad de hacer lo que bien le parecía y mandar a hacer lo que quería. Él reconoció su propia indignidad y la importancia de la sumisión al que está en autoridad. Jesús dijo que hasta entonces no había visto una fe tan grande como la de este centurión.

La vida práctica

Ahora queremos notar la vida práctica en cuanto a la autoridad en la iglesia. ¿Sobre cuáles áreas tienen autoridad los pastores de la congregación? ¿Tiene usted en el corazón alguna resistencia en donde no permite que los pastores se metan?

La doctrina y la práctica de la iglesia

Es muy importante que los hermanos de la iglesia estén unidos en la creencia y la manera en que ponen en practica las enseñanzas bíblicas. Los pastores tienen un papel muy importante en esto. Ellos deben dirigir las decisiones que toma la congregación. A la vez, los pastores necesitan a los hermanos que también se preocupan por la doctrina y práctica de la iglesia de tal manera que estén dispuestos a orar por los pastores y dialogar esos asuntos con ellos y ver las Escrituras juntos. Los pastores deben enseñar los principios bíblicos, pero también deben ayudarles a los miembros a poner por obra en la vida práctica los principios que Dios nos enseña.

La vida personal de los miembros de la congregación

¿Qué tal de la vida personal de los miembros? ¿Tienen los pastores la autoridad de tratar con los miembros a ese nivel? Si hay pecado en la iglesia, toda la iglesia es afectada. Se debilita y se enferma espiritualmente si no se trata el problema. Es cierto que debemos examinarnos a nosotros mismos para ver si hay algo en nuestra vida que no agrada a Dios, pero es fácil cegarnos a ciertas debilidades que tenemos. Necesitamos la ayuda y la amonestación del hermano amoroso que se preocupa por la vida de los miembros y que tiene el valor de confrontar el pecado.

Consejería

En conclusión, podemos hacernos la pregunta: ¿Hasta qué punto tengo que someterme a los pastores y obedecerlos? ¿Qué tal si yo siento que Dios me está diciendo otra cosa? Recuerdo muy bien cuando en cierta ocasión yo pedí consejo de mi pastor y lo que me aconsejó no me pareció. Hoy, estoy muy contento de que me humillé y siempre escogí seguir el consejo de él. Yo dije para mí: “Está bien, Señor. Tú sabes lo que es mejor.” Era una tremenda bendición ver cómo Dios obró de manera que yo mismo podía ver la sabiduría del consejo del hermano. Que esto sirva de testimonio del poder de Dios en bendecir al que está dispuesto a humillarse y aceptar la dirección de otro en la vida.

Compare su vida con lo que la Biblia le dice. La Biblia nos insta a probar los espíritus para saber si son de Dios. Debemos escudriñar las Escrituras. Es cierto que el pastor es humano y comete errores. Es posible que él no vea todo el cuadro de una situación. Sin embargo, si a usted no le parece lo que le está aconsejando, no lo juzgue muy rápido. Es importante no tomar ninguna decisión precipitadamente. Es importante tratar de entender su punto de vista. Recuerde lo que la Biblia nos enseña en cuanto a nuestra responsabilidad para con los que Dios ha puesto sobre nosotros. No podemos esperar su bendición si no estamos dispuestos a someternos a sus principios.

Hoy en día hay muchas iglesias afectadas con la idea de que la iglesia debe operar con la misma ideología democrática con que operan algunos gobiernos: el voto de la mayoría es lo que determina las decisiones. ¿Estamos dispuestos a escuchar lo que Dios nos quiere decir a través de los pastores, o tenemos la actitud que tenían Aarón, María, y Coré? Mi consejo es que honremos a los pastores así como Dios lo ha diseñado. Eso no significa que los elevemos a una posición desmedida de manera que sean infalibles o que ocupen el lugar de Dios para nosotros. Sin embargo, evitemos a toda costa la actitud que dice: “A mí no me tienen que decir lo que debo hacer”. Y si usted es un Adrián, con serias dificultades en su vida, ¿denegará la ayuda el consejo de los pastores? ¿Dirá usted: “Mi vida es mía y yo hago lo que quiero”? ¿Puede usted ver al pastor como la mano de Dios en su vida, dándole dirección o dice como muchos que tiene que darle cuentas solamente a Dios?

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