El camino a la victoria, la vida, y el éxito, está, al parecer humano, en dirección contraria a la que uno generalmente llevaría para adelantarse.
“¡Permítame morir, no sea que me muera!’’ Lo anterior, escrito por un cristiano de hace muchos siglos, parece ser una contradicción o paradoja. La vida cristiana tiene numerosas paradojas.
Éstas son paradojas, porque el camino a la victoria, la vida, y el éxito, está, al parecer humano, en dirección contraria a la que uno generalmente llevaría para adelantarse. La búsqueda para victoria causa frustración en el hombre natural. Él quiere lo bueno, los beneficios, y los galardones, pero desecha el camino que se los trae.
Quiere vencer, pero rehusa rendirse.
Quiere ser fuerte, pero no quiere reconocer su debilidad.
Quiere ganar, pero no quiere rendir lo que tiene.
Quiere vivir, pero no quiere morir.
Quiere ser enaltecido, pero odia la humillación.
Quiere ser jefe, pero se niega servir.
Quiere reinar, pero huye del sufrimiento.
El cristiano, en cambio, está absorto en rendirse, perder, morir, servir, y sufrir. Él no lo estima un mal temporal en su carrera a la meta. Él más bien lo ve como parte de la vida del cristiano; una manera de andar en la sombra para que se vea Cristo. Él quiere ser débil y humillado, para que Cristo sea enaltecido. Él quiere morir, para que Cristo viva en él. Él quiere ser último, para que Cristo sea primero.
Que Cristo, no yo, sea honrado, amado, y exaltado.
Que Cristo, no yo, sea visto, conocido, y escuchado.
Que Cristo, no yo, esté en cada mirada y hecho.
Que Cristo, no yo, esté en cada pensamiento y dicho expresado.
Y luego, cuando venga la exaltación, es completamente de parte de la gracia de Dios. No existe en el cristiano una satisfacción de haberla merecido.
Se puede medir la cualidad de nuestra entrega y nuestro compromiso por la voluntad dispuesta que mostramos al enfrentar y experimentar el lado difícil de estas paradojas. La victoria es obra de Dios. Él cumplirá completa y libremente Su parte en Su tiempo. Mientras tanto, sigamos muriendo, no sea que muramos. Sigamos perdiendo, no sea que perdamos. Y así, encontraremos fuerza en nuestra debilidad actual, y seremos recompensados con una exaltación y una vida que viene sólo por la gracia de Dios.
“Entonces Jesús dijo a sus discípulos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame. Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí, la hallará. Porque ¿qué aprovechará al hombre, si ganare todo el mundo, y perdiere su alma? ¿O qué recompensa dará el hombre por su alma?’’ (Mateo 16:24–26).
Querido lector, escoge hoy la fórmula que da Dios para alcanzar la victoria. Rinde tu corazón y tu vida a Dios, y encuentra la paz y el gozo que sólo Dios puede dar.
El texto bíblico ha sido tomado de la versión Reina-Valera © 1960 Sociedades Bíblicas en América Latina; © renovado 1988 Sociedades Bíblicas Unidas. Utilizado con permiso.
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