¿Qué es la iglesia cristiana?¿Será que es el gran edificio que se encuentra frente al parque? ¿O es cierta congregación u organización? Exactamente, ¿qué es?
La iglesia cristiana... Según usted, ¿en qué consiste la iglesia cristiana? ¿Será que es el gran edificio que se encuentra frente al parque? ¿O es cierta congregación u organización? Exactamente, ¿qué es la iglesia cristiana?
La iglesia cristiana consta de todos los cristianos que existen en todo el mundo, los que de corazón limpio practican las enseñanzas de la Biblia. Ésta es a la que llamamos la iglesia cristiana universal.
Además, el plan de Dios es que todas las personas que son miembros de la iglesia universal se congreguen en iglesias locales. Por todo el Nuevo Testamento leemos acerca de la iglesia organizada en congregaciones locales. Por ejemplo, el Señor, en el libro de Apocalipsis, se dirige a la iglesia de Éfeso, a la iglesia de Pérgamo, a la iglesia de Tiatira, etc. El Señor aún se dirige a las congregaciones locales, no únicamente a individuos aislados. La iglesia cristiana, pues, es el cuerpo local de Jesús, conformado por creyentes que han sido salvos por la sangre del Señor y, además, viven fieles a su palabra.
Tal como su nombre lo indica, Cristo fue quien estableció la iglesia cristiana. Él compró a la iglesia a costa de su propia sangre (véase Hechos 20.28). Todo aquel que quiera hacerse miembro de esta iglesia tiene que arrepentirse de sus pecados, confesar, como lo hizo Pedro, “Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente” (Mateo 16.16) y ser bautizado.
El objetivo de este tratado no es el de destacar a ninguna denominación. Más bien, lo que aspiramos es hacer destacar la alta norma establecida en el Nuevo Testamento, aplicable a cualquier persona o iglesia que quiera verdaderamente formar parte de la “iglesia cristiana”.
Entre tantas iglesias que se denominan “cristianas”, la iglesia verdaderamente cristiana se destaca en primer lugar por su pureza.
Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella, para santificarla, habiéndola purificado en el lavamiento del agua por la palabra, a fin de presentársela a sí mismo, una iglesia gloriosa, que no tuviese mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuese santa y sin mancha (Efesios 5.25–27).
La anterior descripción de una iglesia purísima no es solamente un idealismo que Dios recomienda, sino una realidad que Dios requiere.
Ninguna iglesia puede ser más pura de lo que es la vida diaria de sus miembros. La clave, pues, para que una congregación local forme parte de la iglesia cristiana universal, es admitir como miembros únicamente a las personas que han renacido y se han limpiado en la sangre de Cristo y viven vidas puras.
El Señor tiene tanto interés en la pureza de su iglesia que nos dejó muchas instrucciones en el Nuevo Testamento para que se mantenga pura.
La predicación de la palabra es uno de los métodos que Dios ordenó para preservar la pureza de la iglesia.
Te encarezco (...) que prediques la palabra; que instes a tiempo y fuera de tiempo; redarguye, reprende, exhorta con toda paciencia y doctrina (2 Timoteo 4.1–2).
La disciplina de la iglesia es otro método. Esto se ejecuta tanto para salvar al errante como para advertir a los demás acerca de la forma de mantener la pureza en la iglesia cristiana. Si se descubre que hay pecado en la vida de algún miembro, sólo quedan dos opciones: (1) Tal persona tiene que arrepentirse (2) o ser excomulgada.
¿No sabéis que un poco de levadura leuda toda la masa? Limpiaos, pues, de la vieja levadura, para que seáis nueva masa, sin levadura (1 Corintios 5.6–7).
La disciplina es la única manera de limpiar a una iglesia contaminada. Hay tres clases de disciplina que se mencionan en el Nuevo Testamento y se aplican a tres clases de pecado:
Si tu hermano peca contra ti, ve y repréndele estando tú y él solos; si te oyere, has ganado a tu hermano. Mas si no te oyere, toma aún contigo a uno o dos, para que en boca de dos o tres testigos conste toda palabra. Si no los oyere a ellos, dilo a la iglesia; y si no oyere a la iglesia, tenle por gentil y publicano (Mateo 18.15–17).
Al hombre que cause divisiones, después de una y otra amonestación deséchalo (Tito 3.10).
No os juntéis con ninguno que, llamándose hermano, fuere fornicario, o avaro, o idólatra, o maldiciente, o borracho, o ladrón; con el tal ni aun comáis. (...) Quitad, pues, a ese perverso de entre vosotros (1 Corintios 5.11, 13).
La disciplina en la iglesia es para la salvación de la persona que peca. Le ayuda a entender cuán grave es su pecado.
El tal sea entregado a Satanás para destrucción de la carne, a fin de que el espíritu sea salvo en el día del Señor Jesús (1 Corintios 5.5).
El juicio y la misericordia del Señor se unen en la disciplina que se aplica en la iglesia. La iglesia que no la practica es injusta y cruel por dejar que el pecador vaya al infierno sin advertirle debidamente. Tal iglesia no puede formar parte de la iglesia Cristiana.
La iglesia cristiana en las diferentes épocas de los dos milenios pasados se ha guardado apartada del mundo. Cualquier iglesia que viva de tal forma que no se note una distinción clara entre ella y el mundo no puede considerarse como parte de la verdadera iglesia cristiana.
La amistad del mundo es enemistad contra Dios (Santiago 4.4).
La iglesia de Cristo, siendo tan santa y pura en un mundo lleno de maldad, estará separada del mundo en su modo de vivir, de hablar, de vestirse y en su forma de pensar.
Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional. No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento (Romanos 12.1–2).
No conformarnos “a este siglo” significa en lenguaje sencillo apartarnos de las cosas del mundo. La renovación de nuestro entendimiento cambiará completamente nuestra manera de pensar. Cuando la mente cambia, todas las acciones cambian. Todas las atracciones del mundo pierden su seducción. Al convertirse uno al Señor, no deseará otra cosa más que únicamente servirle y obedecer su santa voluntad. Tal deseo hará que uno se aparte del mundo.
Una área donde nuestra separación del mundo se muestra claramente es en la no resistencia a la persona que es mala.
No resistáis al que es malo; antes, a cualquiera que te hiera en la mejilla derecha, vuélvele también la otra; y al que quiera ponerte a pleito y quitarte la túnica, déjale también la capa; (...) y al que quiera tomar de ti prestado, no se lo rehuses. (...) Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen; para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos (Mateo 5.39–45).
¿Quién, amando al enemigo, lo matará? La iglesia cristiana no puede admitir como miembro a ninguno que forme parte de cualquier institución que Dios haya puesto para ejercer juicio en el mundo, como el ejército o la policía. Todo pleito, lucha y contienda se irán de la vida de la persona que se convierta en seguidor de Cristo, el Príncipe de paz. ¡El miembro de la iglesia cristiana puede morir en cualquier situación, pero no debe pelear!
La Biblia enseña una clara separación entre la iglesia cristiana y el estado civil. Los que gobiernan en los asuntos del mundo tienen una obra muy distinta a la misión que tiene la iglesia cristiana. Lea Romanos capítulos 12 y 13. Estos capítulos destacan la diferencia entre la obra que ejercen esas dos instituciones: la iglesia y el estado. Al Cristiano Dios le manda que no se vengue, sino que venza con el bien el mal. Pero el estado ha sido establecido por Dios para hacer cumplir la ley. Como cristianos debemos obedecer toda ley que no se oponga a la ley de Dios. Pero no podemos llevar la espada que castiga al malhechor porque Cristo nos manda a nosotros los cristianos a guardar la espada en su lugar (Romanos 13.4; Mateo 26.52).
Los administradores de la ley son siervos de Dios, pero no son hijos de él. El que vota en las elecciones se hace parte del gobierno del estado. ¿Qué será peor, ser alcalde o apoyar a otra persona para que sea alcalde? En los países democráticos el pueblo es el que gobierna... a menos que no vote (y que no participle en cabildeos, sugerencias, consultas o conspiraciones). Así que, no votar (y no participar en eventos de democracia,) es la única posición que el miembro de la iglesia cristiana puede tomar. Piénselo.
La iglesia cristiana obedece de buena voluntad todos los mandamientos que Dios le ha dado en el Nuevo Testamento. ¿Acaso una iglesia puede ser verdaderamente cristiana si rehúsa someterse a los mandamientos de Cristo y los apóstoles? La Biblia dice que “al que sabe hacer lo bueno, y no lo hace, le es pecado” (Santiago 4.17). Considere, por ejemplo, estos siete mandamientos:
Bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo (Mateo 28.19).
El que creyere y fuere bautizado, será salvo (Marcos 16.16).
Es la aspiración de una buena conciencia hacia Dios.
El bautismo que corresponde a esto ahora nos salva (no quitando las inmundicias de la carne, sino como la aspiración de una buena conciencia hacia Dios) por la resurrección de Jesucristo (1 Pedro 3.21).
Haced esto en memoria de mí (Lucas 22.19).
Todas las veces que comiereis este pan, y bebiereis esta copa, la muerte del Señor anunciáis hasta que él venga (1 Corintios 11.26).
El sufrimiento y la muerte de Cristo son la base de nuestra salvación. Cristo quiere que no olvidemos esta gran verdad.
La santa cena pierde su valor espiritual cuando se celebra con incrédulos.
El que come y bebe indignamente, sin discerner el cuerpo del Señor, juicio come y bebe para sí. Por lo cual hay muchos enfermos y debilitados entre vosotros, y muchos duermen. Si, pues, nos examinásemos a nosotros mismos, no seríamos juzgados [el uno por el otro]; mas siendo juzgados, somos castigados por el Señor, para que no seamos condenados con el mundo (1 Corintios 11.29–32).
Si yo, el Señor y el Maestro, he lavado vuestros pies, vosotros también debéis lavaros los pies los unos a los otros (Juan 13.14).
En este humilde acto de servidumbre, el Señor soberano dio el ejemplo perfecto de humildad e igualdad para sus seguidores. La humildad y la igualdad son esenciales para la unidad y el amor en la iglesia cristiana. Sin estas cualidades la iglesia pierde su misma alma.
Según 1 Corintios 11, el tener la cabeza descubierta le tiene que ser vergonzoso a la mujer. Sin el velo ni siquiera puede orar ni profetizar. El velo no posee poder mágico, pero la obediencia sí le trae facultad divina y bendición sublime. Para la mujer cristiana aún permanece el mandato divino: “Que se cubra” (1 Corintios 11.2–16).
Dios instituyó el matrimonio en el Huerto de Edén. Sirve para guardar la pureza del género humano, así como para su felicidad y para la misma reproducción de la humanidad. Mientras los dos cónyuges vivan, su matrimonio nunca puede ser anulado.
No son ya más dos, sino una sola carne; por tanto, lo que Dios juntó, no lo separe el hombre (Mateo 19.6).
La Biblia prohíbe el divorcio y las segundas nupcias (Mateo 5.32; Marcos 10.11–12; Romanos 7.1–3).
Este mandato se encuentra cinco veces en el Nuevo Testamento (Romanos 16.16; 1 Corintios 16.20; 2 Corintios 13.12; 1 Tesalonicenses 5.26; 1 Pedro 5.14). El ósculo santo no es un beso común que se use con el fin de mostrar afecto natural. Entre los miembros de la iglesia cristiana, el ósculo santo se practica hermano con hermano y hermana con hermana como señal de amor santo.
Esta ordenanza es para la sanidad del cuerpo. El aceite no sana, sino “el Señor lo levantará”. A través de la oración de fe encomendamos al enfermo al Señor. Le pedimos al Señor que lo sane, si es su santa voluntad, ungiéndolo con aceite conforme a lo que dice Santiago 5.13–16.
Hemos tratado brevemente algunas de las enseñanzas de Cristo y de los apóstoles para la iglesia cristiana. Tal vez usted se pregunte: “Pero, ¿por qué no veo hoy en día ninguna congregación que practique estas normas bíblicas o por qué hay tan pocas congregaciones que las practican?” La respuesta a estas interrogantes se la damos en pocas palabras: es por causa de la gran apostasía. La apostasía de la iglesia fue predicha aun desde los primeros años de la iglesia cristiana. Cristo mismo dijo:
No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos (Mateo 7.21).
El apóstol Pablo advierte:
El día del Señor (...) no vendrá sin que antes venga la apostasía, y se manifieste el hombre de pecado, el hijo de perdición (2 Tesalonicenses 2.2–3).
Hablándole a la naciente iglesia de Éfeso, Pablo dijo, apenado:
Yo sé que después de mi partida entrarán en medio de vosotros lobos rapaces, que no perdonarán al rebaño. Y de vosotros mismos se levantarán hombres que hablen cosas perversas para arrastrar tras sí a los discípulos (Hechos 20.29–30).
Y en otra ocasión le escribió a Timoteo:
Pero el Espíritu dice claramente que en los postreros tiempos algunos apostatarán de la fe, escuchando a espíritus engañadores y a doctrinas de demonios (1 Timoteo 4.1).
Amigo, vivimos en esos “postreros tiempos”. Por todos lados se ven congregaciones que no practican las altas normas bíblicas. A estas mismas iglesias se refirió el apóstol Pablo cuando dijo que “algunos apostatarán”. Las profecías se han cumplido. La venida del Señor se acerca. ¡Vele, cristiano! “Velad y orad, para que no entréis en tentación” (Mateo 26.41). El peligro de dejar la fe es más grande ahora que nunca, pues abundan las iglesias falsas, y no disminuyen los impulsos de la carne.
Casi todas las iglesias han apostatado, y ahora, ¿qué diremos? ¿Nos lamentaremos y diremos que no hay esperanza? ¡Nunca! Pues aún hay esperanza. Mientras que las congregaciones puedan ir cambiando de mal en peor, la Biblia permanece igual. Dios es el mismo, y si sinceramente queremos volvernos a Dios, su Espíritu Santo siempre estará con nosotros. El Señor Jesucristo puede aún salvar a los pecadores hoy en día. Él quiere edificar su iglesia actual sobre la misma base que tuvo la iglesia cristiana del primer siglo. Y la iglesia cristiana actual aún mantiene en acción las normas bíblicas.
Si en su pueblo o aldea todavía no hay alguna iglesia cristiana con el verdadero sentido bíblico, déjenos presentarle tres puntos claves para el avivamiento verdadero.
“Sobre esta roca edificaré mi iglesia; y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella” (Mateo 16.18).
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