Un evangelio diferente

El evangelio que muchos presentan hoy día ha perdido unos aspectos muy importantesl ¿Tienen relación la obediencia y la salvación? Por supuesto que sí. Y las obras que resultan de la fe en Jesús se manifiestan en la obediencia a sus mandamientos. No se deje engañar con un evangelio distorsionado.

El evangelio que muchos presentan hoy día ha perdido unos aspectos sumamente importantes. ¿Qué diría el apóstol Pablo a las iglesias de hoy día? En este artículo, queremos estudiar a fondo lo que enseña él en Efesios 2:8-9: “Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe”.

Hay cuatro palabras claves en este versículo: gracia, salvos, fe, obras. Queremos ver estas palabras, en su contexto, con la meta de entender el significado que Dios le da a cada una. En cada caso, veremos primero el significado impuesto sobre ella por el evangelio moderno.

Luego, trataremos de entender el significado sano, original e íntegro.

Gracia

El evangelio moderno

‘Gracia’ es el favor que Dios impartió al hombre en el Calvario cuando bajó de su trono de juicio en el cielo y llevó sobre sí el castigo por el pecado del ser humano.

‘Gracia’ significa ‘favor no merecido’. Aunque merecíamos la muerte en el lago de fuego a razón de nuestros pecados, Dios ofrece cancelar nuestra pena por medio del sacrificio de su Hijo Jesús.” 

Las explicaciones anteriores toman en cuenta solamente una pequeña parte de lo que significa la gracia. Sólo hacen referencia al perdón de los pecados del pasado, como si la gracia no significara más que eso. Si bien para muchos la gracia es únicamente un favor, el perdón, o hasta una licencia para pecar, la Biblia nos enseña que la gracia nos capacita para vivir en victoria sobre el pecado y llevar a cabo lo que Dios nos encomienda.

La gracia según la Biblia

  • La gracia capacita al que anuncia el evangelio y le proporciona el poder necesario (Hechos 14:26)
  • La gracia convierte en justo al impío; convierte en reto al malvado (Romanos 3:24)
  • La gracia da el poder para vivir en victoria sobre el pecado (Romanos 5:17)
  • La gracia provee dones para el ministerio, la profecía, la enseñanza, y la exhortación, etc. (Romanos 12:6)
  • La gracia capacita al hombre para que sea un arquitecto sabio en el reino de Dios (1 Corintios 3:10)
  • La gracia lleva al hombre a una vida de sencillez y sinceridad ante Dios (2 Corintios 1:12)
  • La gracia impulsa al pobre a dar con liberalidad (2 Corintios 8:1-2)
  • La gracia impulsó a Cristo a vivir en pobreza voluntaria para enriquecer al hombre (2 Corintios 8:9)
  • La gracia hace que el creyente abunde para las buenas obras (2 Corintios 9:8)
  • La gracia le proporciona fuerza al débil (2 Corintios 12:9)
  • La gracia le enseña al creyente a negarse a sí mismo y a vivir una vida piadosa (Tito 2:11-12)
  • La gracia capacitó a Jesús para sufrir la muerte (Hebreos 2:9)
  • El Espíritu Santo se refiere al Espíritu de gracia (Hebreos 10:29)
  • La gracia nos capacita a servirle a Dios de forma aceptable (se traduce a “gratitud” en la Reina Valera) (Hebreos 12:28)

Cuando decimos que la gracia de Dios se refiere solamente al favor que Dios nos impartió en el Calvario, limitamos severamente su significado. En los versículos anteriores podemos ver que la gracia de Dios es su poder que obra en el ser humano. Pero parece que muchos de los que leen Efesios 2:8 entienden la gracia de Dios de forma muy limitada, creyendo que se trata sólo del perdón de los pecados pasados o de la actitud benévola de Dios para con una humanidad perversa.

Salvos 

El evangelio moderno

“’Ser salvo’ significa el perdón de todo pecado, y un boleto seguro al cielo. Aunque mi vida no refleje un cambio, yo soy salvo. Yo no tuve ninguna participación en el proceso de llegar a ser salvo, así que tampoco puedo perder esa salvación.”

No hay duda alguna de que “ser salvo” abarca el perdón de nuestros pecados pasados. Pero el que ha hallado la salvación es el que anda en la justicia (rectitud) y la santidad de Dios. De manera que está en condiciones de enfrentar el juicio de Dios, pues la sangre de Jesucristo le ha librado del poder del pecado y le ha proporcionado fuerza para cumplir los mandamientos de él. Cuando la Biblia habla de “salvación”, se refiere a “rescatar” algo. Si se le han perdonado los pecados, pero no logra detenerse de pecar, no ha sido salvado del pecado. Además, la gracia que ha recibido no es la verdadera gracia, porque no lo capacita para vivir en victoria. Si empezamos por el Antiguo Testamento y recorremos hasta el final de la Biblia, encontramos una gran cantidad de casos en que "salvación" se refiere inequívocamente a la liberación, y no al perdón. Veamos algunos de los muchos ejemplos:

“Y mirándole Jehová, le dijo: Ve con esta tu fuerza, y salvarás a Israel de la mano de los madianitas. ¿No te envío yo?”( Jueces 6:14). En este caso, Gedeón salvó a los israelitas, no con un holocausto, procurando el perdón, sino por medio de librarlos de sus enemigos.

“Entonces los entregaste en mano de sus enemigos, los cuales los afligieron. Pero en el tiempo de su tribulación clamaron a ti, y tú desde los cielos los oíste; y según tu gran misericordia les enviaste libertadores para que los salvasen de mano de sus enemigos” (Nehemías 9:27). Donde dice “libertadores” aquí, la palabra original es la misma que en el versículo anterior. Es decir, Jehová envió “salvadores” para que los salvaran.

Vemos la misma idea en el Nuevo Testamento. Resulta obvio que el significado de “salvación” en el Nuevo Testamento incluye el perdón de los pecados pasados, pero el enfoque no es ése. Además, vemos la idea de “sanar” en algunos casos en que se usa la palabra “salvar” en el Nuevo Testamento. La misma palabra original a veces se traduce “salvar” y otras veces “sanar”.

En los siguientes casos, “salvar” se refiere definitivamente a rescatar y no a perdonar.

“Pero al ver el fuerte viento, tuvo miedo; y comenzando a hundirse, dio voces, diciendo: ¡Señor, sálvame!” (Mateo 14:30). Queda claro que Pedro no buscaba el perdón de pecados en esta ocasión, sino que clamaba a Jesús para que lo rescatara de las olas.

Y no apareciendo ni sol ni estrellas por muchos días, y acosados por una tempestad no pequeña, ya habíamos perdido toda esperanza de salvarnos” (Hechos 27:20). Claramente da a entender que esperaban la muerte en el mar.

La lista pudiera seguir. Hay muchos ejemplos de esto. Pero se clarifica que “salvar” tiene el evidente significado de “rescatar”. A la vez, tenemos otros casos en que el contexto no nos indica el significado con tanta claridad. Entender el uso común de la palabra, nos ayuda a entender mejor los versículos que presentamos a continuación:

Y dará a luz un hijo, y llamarás su nombre JESÚS, porque él salvará a su pueblo de sus pecados” (Mateo 1:21). ¿Cómo “salva” Jesús a alguien si solamente le perdona los pecados pasados sin hacer más por él? Si sólo hay poder para perdonar los pecados del pasado pero no existe la fuerza para vencer la tentación del pecado presente y futuro, la persona no ha sido salvada en verdad de sus pecados.

Mas el que persevere hasta el fin, éste será salvo” (Mateo 24:13). Aquí nos encontramos con el mismo dilema. Si somos salvos sólo de los pecados que cometimos en el pasado pero no tenemos el poder de perseverar en el futuro, ¿habremos sido salvados de nuestros pecados?

Nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia, por el lavamiento de la regeneración y por la renovación en el Espíritu Santo” (Tito 3:5). ¿Cómo efectuó Dios la salvación en nosotros? Por medio de la regeneración y del bautismo del Espíritu Santo. La “regeneración” se refiere a construir de nuevo, y la “renovación” significa “hacer como nuevo”. Ambas palabras indican una transformación de carácter de la persona que va mucho más allá del perdón de los pecados pasados.

El bautismo que corresponde a esto ahora nos salva (no quitando las inmundicias de la carne, sino como la aspiración de una buena conciencia hacia Dios) por la resurrección de Jesucristo” (1 Pedro 3:21).

La salvación es efectuada por la resurrección de Jesús. Es decir, tenemos que experimentar la misma muerta, y la misma resurrección de Jesús en nuestro corazón. Tenemos que morir con él a nuestro egoísmo y resucitar con él a una nueva vida por medio de él. La resurrección de Jesús es lo que produce este hecho; nos rescata del poder del pecado.

Ya hemos visto qué es la gracia, y que la gracia nos trae salvación. Ahora hablemos de cómo se obtiene la gracia.

El evangelio moderno

“La fe es sencillamente creer las verdades acerca de Jesús. La fe y las obras son incompatibles. No somos salvos por obras, sino por fe solamente. No hay necesidad de ‘andar en vida nueva’ ni ‘producir frutos de justicia’ para que la fe nos salve.” 

Fe

Esta explicación de la fe de la cual habla Efesios 2:8 es muy común. Pero, queremos investigar con mucho cuidado lo que la Biblia dice en verdad. Por favor lea los siguientes párrafos con mucho cuidado. ¿Qué nos dice la Biblia respecto al poner nuestra fe en el “sacrificio” de Jesús?

Para la gente hoy día es muy importante poner su fe en “la obra de Jesús”; en su sacrificio y en su sangre derramada. Pero la Biblia nos enseña a poner nuestra fe en la “persona” de Jesús. Debemos poner nuestra fe en todo aspecto de su persona. Todo el ministerio de Jesús es importante, no sólo su obra en la cruz. Él bajó al mundo no sólo para perdonarnos, sino para darnos vida nueva y para romper las cadenas del pecado. Los que se arrepienten y se rinden al señorío de él, y no los que confían sólo en “su obra en la cruz”, son los que en verdad llegan a participar en la vida eterna. Jesús no es como un cheque en blanco, al que usted le pone las cifras y le da el uso que quiera. Creer en Jesús implica una manera específica de vivir. Él es el único camino al padre. “Nadie viene al padre, sino por mí” (Juan 14:6) y estas palabras de Jesús se refieren a mucho más que su sacrificio en la cruz.

Es cierto, el creer con fe nos pone en el camino correcto para alcanzar la salvación del pecado. Sin embargo, la fe que no obra es una fe muerta. El fruto malo sólo procede del árbol malo. El que pretende alcanzar la salvación a través de una fe muerta, se encontrará seriamente decepcionado. No es la fe muerta la que abre las puertas del cielo.

La definición de fe ha sido distorsionada gravemente. Hay quienes se atreven a decir que la fe pura resulta contaminada cuando se habla de obras. En este punto, existe una gran confusión entre los cristianos de hoy día. La gente no hace distinción entre las obras de la ley y el fruto de justicia. ¿Qué Esperanza hay para los perdidos si los “hijos del reino” no andan como es digno de su vocación cristiana?

Lo que salva no es la fe solamente. Tampoco la fe junto con las obras puede salvarnos. Lo que salva es “la fe que obra por el amor.” (Gálatas 5:6)

Notemos que Efesios 2:8 no dice que la fe nos salva. Nos dice que somos salvos “por medio de la fe”. La fe es un medio para lograr un fin. La palabra que se traduce “por medio de” viene de la preposición griega “dia” de la cual viene nuestra palabra “diámetro”, que significa la medida a través (por medio) del centro. Esa preposición griega da la idea de que uno tiene que pasar por en medio de algo para llegar al destino. Es decir, un canal o camino que se utiliza para llegar al punto deseado.

Así que, la fe nos lleva a la salvación, pero no es la salvación en sí. El que cree, el que tiene esa fe está en el camino correcto para alcanzar la salvación. “Por gracia sois salvos por medio de la fe” La gracia libera la obra salvadora en nosotros y la fe es sencillamente un canal por el que la gracia (el favor y poder de Dios) puede fluir.

El evangelio moderno

“Las obras no tienen relación con la salvación.”
“Puedo vivir en pecado y siempre ir al cielo.”
“La salvación no tiene relación con la obediencia.”

Obras

Es probable que usted haya oído algunas de las ideas anteriores. Pero estas ideas son el resultado de haber distorsionado la frase “no por obras” que encontramos en Efesios 2:9. Dice: “no por obras, para que nadie se gloríe”. Hemos visto que la gracia es la fuerza o potencia de Dios que nos libra del pecado. También vimos que la fe es el camino o el medio por el cual tenemos acceso a este poder. Ahora el apóstol Pablo nos explica de dónde viene eso. La salvación no viene “de” las obras. La salvación de Dios para nosotros no se efectúa por medio de nuestras obras.

Entonces, ¿qué quiere decirnos la frase, “no por obras”? En la Biblia existen distintos tipos de obras. Por ejemplo, la Biblia habla de las obras de la mano de Dios, de las obras muertas, de las obras de la ley, y de las obras de amor. ¿A cuál de estas obras se refiere Pablo en este pasaje?

Es entendible que el lector de este versículo puede confundirse. El contexto de Efesios 2:8 no dice claramente a cuál tipo de obras se refiere. Sin embargo, cuando estudiamos el contexto en que Pablo utiliza la misma frase en Romanos y Gálatas, no nos cuesta entender que se refiere a “las obras de la ley” de Moisés (Romanos 9:32, Gálatas 3:2,5). En el contexto de estos pasajes, Pablo se dirige a los judíos que exigían que los creyentes gentiles guardaran la ley de Moisés. Ellos decían: “Es necesario circuncidarlos, y mandarles que guarden la ley de Moisés” (Hechos 15:5).

La confusión de algunos judíos

No nos debe extrañar la confusión en la mente de muchos de los judíos. Ya por muchos siglos traían esta enseñanza del deber de guardar la ley de Moisés. Sólo por medio de observar las muchas ceremonias y los ritos, se podía gozar de una relación con Dios. De hecho, Dios esperaba la obediencia de su pueblo.

Sin embargo, ellos habían pasado por alto algo muy importante. La base de la relación con Dios era la fe: confiar en Dios y creer lo que él les había dicho. Pero lo que no tomaban en cuenta era que aun en la ley de Moisés existía la base de fe. El apóstol Pablo, al escribir estas cartas a varias iglesias, destaca el hecho de que, pese a que la ley de Moisés sirvió como una estructura válida y buena para el pueblo de Dios bajo el antiguo pacto, la base de la fe existía antes de la ley de Moisés como también después. De hecho, esa base de fe se extendía para incluir a Abraham, y aun a Noé y a Adán. Todo ser humano, en cualquier época en que haya vivido, ha de basar su relación con Dios sobre esa misma base de la fe. Los del Antiguo Testamento tuvieron que construir sobre esa base como también hoy se construye el reino de Dios sobre la base de la misma fe.

Pablo usa el ejemplo de Abraham para ayudar a los judíos a entender mejor esa base de fe (Gálatas 3:6). Ningún judío hubiera dudado de que Abraham fuera justo.

Luego, Pablo les hizo la pregunta: ¿Hace Dios su obra en ustedes a través de las obras de la ley o por el oír con fe? Sus oyentes sabían bien la respuesta. Y a esa respuesta tácita, Pablo agrega que de la misma manera, Abraham creyó a Dios y a Abraham le fue contado por justicia.

A estas alturas, quizá los judíos empezaron a comprender lo que Pablo les quería decir. Abraham vivió varios siglos antes que Moisés. Así que, quedó claro que Abraham no llegó a ser justo por observar las ceremonias y hacer los sacrificios de la ley de Moisés. Ahora, ¿será que Abraham llegara a ser justo por circuncidarse? Tampoco. El apóstol Pablo aclara que Abraham era justo antes de que fuera circuncidado. ¿Entonces, cómo fue justificado Abraham?

La respuesta es clara. Abraham creyó a Dios. Creyó lo que Dios dijo tal como lo dijo. Para Abraham, cuando Dios mandaba algo, era razón suficiente para entregar toda su vida al cumplimiento de lo que decía. Esa entrega radical y total a creer la palabra de Dios y obedecerla se llama “fe”. Cuando Dios vio la fe de Abraham, la notó y la acreditó a la cuenta de Abraham como hechos justos.

La fe sin obras es muerta

El Nuevo Testamento es claro acerca del lugar de las buenas obras en la vida del creyente. Es decir, no las obras de la ley, sino las obras que resultan de la fe viva, y de una fe que obra por el amor como vimos anteriormente. Hoy día, se habla de obras sin hacer ninguna distinción entre las obras de la ley, y las obras buenas en las que Dios espera que andemos. Si dejamos atrás el pasaje que estamos estudiando, y seguimos leyendo hasta el versículo 10, encontramos estas palabras: “Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas” Efesios 2:10. ¿Qué nos dice aquí? Que Dios preparó obras para que nosotros las hiciéramos (anduviéramos en ellas).

Muchos hoy quieren restarle importancia a la epístola de Santiago por su manera tajante de hablar de la importancia de las obras. Santiago nos manda a ser “hacedores de la palabra, y no tan solamente oidores” (Santiago 1:22). Nos dice que el que no refrena su lengua tiene una religión vana (Santiago 1:26). Nos reta a vivir la religión pura: “visitar a los huérfanos y a las viudas en sus tribulaciones, y guardarse sin mancha del mundo”. Por último, nos dice que la fe sin obras no trae ningún beneficio, además de que es muerta (Santiago 2:14, 17).

Sin embargo, si usted es de los que está presto a desechar la epístola de Santiago, y decir que no es una carta inspirada por Dios, notemos lo que dice Juan en sus epístolas. El apóstol Juan parece ser el preferido de quienes niegan el lugar de las obras en el plan de salvación.

Las cartas de Juan nos dicen que el que conoce a Dios guarda sus mandamientos (1 Juan 2:3). El que dice que conoce a Dios y no obedece sus mandamientos es mentiroso (1 Juan 2:4). El que obedece los mandamientos de Dios es el que también recibe lo que pide (1 Juan 3:22). En 1 Juan 5:2, vemos que el que no guarda los mandamientos de Dios tampoco puede decir que ama a los hijos de Dios.

¿Tienen relación la obediencia y la salvación? Por supuesto que sí. Y las obras que resultan de la fe en Jesús se manifiestan en la obediencia a sus mandamientos.

“Nunca os conocí”

Seguir un rumbo desviado y un significado distorsionado de estas cuatro palabras: gracia, salvos, fe, y obras, puede llevarnos al destino equivocado. Qué lamentable sería oír las palabras de Mateo 7:23: “Nunca os conocí; apartaos de mí”. El acto inicial de creer y alcanzar el perdón de pecados es de suma importancia. Pero igualmente, es de suma importancia hallar y seguir el camino que lleva a la vida eterna. El apóstol Pablo, después de un encuentro personal con Cristo, y después de haber sido “arrebatado” al cielo para ver y oír cosas inefables, reconoce con humildad: “Golpeo mi cuerpo, y lo pongo en servidumbre, no sea que habiendo sido heraldo para otros, yo mismo venga a ser eliminado” (1 Corintios 9:27). Si Pablo podía perder el galardón, usted y yo también podemos perderlo. “Amados míos… ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor” (Filipenses 2:12).

El apóstol Pablo dijo a los gálatas: “Estoy maravillado de que tan pronto os hayáis alejado del que os llamó por la gracia de Cristo, para seguir un evangelio diferente” (Gálatas 1:6). Hoy día, muchas personas viven engañadas por esa presentación moderna del evangelio. De esa forma, nunca experimentan la vida plena en Jesús y la gracia que puede rescatarlos y llevarlos a una vida santa. Por la distorsión del evangelio de Jesús, su vida se ha desviado y no llegarán al destino del eterno galardón. No se deje engañar con una versión distorsionada de las palabras en Efesios 2:8.

Tomado y adaptado de: The Heartbeat of the Remnant

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Español
مؤلف
Mike Atnip
الناشر
Publicadora La Merced
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