No hablemos de una casa actual, sino más bien de una vida. Y la Roca a que se refiere es lo único que nunca se moverá, la Palabra de nuestro Señor. ¿Cómo edificamos la casa sobre la Roca?
Un día Jesús hizo esta pregunta: “¿Por qué me llamáis, Señor, Señor, y no hacéis lo que yo digo?” (Lucas 6:46). Amigo, lector, meditemos un poco en estas palabras.
¿Qué quiere decir “Señor, Señor”? Es una invocación que se dirige a una persona que merece todo nuestro respeto y que ejerce toda autoridad. Así que, cuando nos dirigimos a Jesús, estamos invocan - do al “Señor” que merece TODO, que exige TODO nuestro respeto, y que tiene TODA autoridad (Filipenses 2:9-11).
Jesús sigue diciendo: “¿…y no hacéis lo que yo digo?” Recordemos que todo el Nuevo Testamento es el mensaje de Jesús para nosotros. Él es el autor de cada palabra. ¿Con que cara, pues, nos presentamos ante Jesús y al mismo tiempo buscamos razones para no obedecer sus palabras? Cuando abrimos la Biblia y nuestro propio deseo u opinión choca con un mandamiento sencillo y claro, ¿estamos prontos a hacer morir ese pensamiento nuestro y poner por obra lo que la Biblia dice? La cultura del siglo veintiuno es muy distinta a la de los siglos pasados. Se dice que es necesario entender la Biblia según los tiempos en que vivimos. ¿Será cierto? ¿Estamos tan dispuestos a desafiar la eterna Palabra de Dios frente a la cultura pasajera de hoy?
Jesús sigue con una comparación: “Todo aquel que viene a mí, y oye mis palabras y las hace, os indicaré a quién es semejante. Semejante es al hombre que al edificar una casa, cavó y ahondó y puso el fundamento sobre la roca” (Lucas 6:47-48).
Las palabras “cavó” y “ahondó” me llaman la atención. Nos muestran a un hombre que no mira a su alrededor para ver cómo edifican otros su casa. Este hombre no se conforma con las maneras populares y convenientes. Él sabe que edificar sobre la arena tan movediza de nuestra cultura sería perder el tiempo y las fuerzas. A decir verdad, es todo un cristiano el que no escatima lágrimas ni sudor con el fin de cimentar su casa sobre lo único que nunca se moverá, la Palabra de nuestro Señor.
¿Cómo, pues, podemos con toda verdad y derecho llamarlo “SEÑOR”? ¿Cómo edificamos la casa sobre la roca? Por medio de ajustar nuestra propia voluntad, nuestra cultura, nuestras costumbres, nuestras creencias, y toda nuestra manera de vivir a lo que enseña la Biblia (1 Pedro 1:14-15; Romanos 12:1-2). Por mostrarlo en nuestras palabras, en el hogar, en el trabajo, en la calle, en la iglesia, y aun en lo secreto del corazón.
Queremos ahora destacar algunos fundamentos bíblicos que constituyen la ROCA verdadera. Con cada uno de estos fundamentos, queremos también mostrar cómo se cava y ahonda y edifica la casa en toda su manera de vivir.
La roca: “Pero yo os digo: No juréis en ninguna manera…. Pero sea vuestro hablar: Sí, sí; no, no; porque lo que es más de esto, de mal procede” (Mateo 5:34-37).
Cómo edificar la casa: No practicar ningún tipo de juramento, ni por escrito ni por boca. Si se nos pide una declaración jurada, testificaremos de lo que la Biblia enseña y daremos fe de que diremos la verdad con un SÍ o un NO.
Abstenerse de cualquier oficio que requiera un juramento para poder ejercerlo.
Practicar la honradez en todo. Aunque tengamos que sufrir pérdidas de nuestros bienes, humillación, o cualquier clase de persecución por decir la verdad y practicarla, no nos acobardaremos ni lo tendremos por pérdida, sino como ganancia y tesoro en el cielo.
Practicar la verdad en el pago de impuestos, en traspasos de propiedades, y en juicios aunque nos cueste multas o grandes sumas de dinero. En ningún caso, sea grande o pequeño, se justifica la mentira.
La roca: “Por tanto, lo que Dios juntó, no lo separe el hombre” (Marcos 10:9). “Porque la mujer casada está sujeta por la ley al marido mientras éste vive…. Así que, si en vida del marido se uniere a otro varón, será llamada adúltera” (Romanos 7:2-3).
Cómo edificar la casa: No aceptar el divorcio ni las segundas nupcias como opciones a la ley del matrimonio. Son adulterio. Ninguna ley humana podrá anular el matrimonio mientras ambos cónyuges vivan.
En caso de que una persona haya estado viviendo en adulterio y se arrepiente, le será necesario separarse del pareja y procurar la reconciliación con el primer cónyuge.
Ser fiel al compromiso matrimonial; ser castos y respetuoso en los pensamientos, en la conducta delante de otros y en el hablar. Guardarse solamente para el cónyuge.
La roca: “Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos” (Mateo 5:44). “No paguéis a nadie mal por mal; procurad lo bueno delante de todos los hombres” (Romanos 12:17).
Cómo edificar la casa: No alzar arma alguna contra ningún ser humano.
No participar en ningún operativo militar ni en ningún programa que resulte en la destrucción de vidas humanas. Escoger morir antes que desobedecer este mandamiento del Señor.
Participar únicamente en trabajos que sean para el bienestar de la humanidad. No participar en la producción ni en la venta de productos perjudiciales como las bebidas alcohólicas, los cigarrillos, las armas de guerra, y las drogas. Rechazar lo que destruye la moral, tal como la televisión, la radio, la música mundana, los bailes, y cualquier lugar de diversión inmoral.
No llevar a juicio a otro, sea ladrón o cualquier otro criminal, para pedir castigo contra él.
La roca: “Si alguno enseña otra cosa, y no se conforma a las sanas palabras de nuestro Señor Jesucristo, y a la doctrina que es conforme a la piedad, está envanecido, nada sabe, y delira acerca de cuestiones y contiendas de palabras” (1 Timoteo 6:3-4).
Cómo edificar la casa: Reconocer que todos los mandamientos del Nuevo Testamento son sana doctrina y que han de practicarse para nuestro bien. Hoy día se desecha como innecesario obedecer los mandamientos sobre asuntos como el vestuario humilde y decoroso (1 Timoteo 2:9), el velo de la mujer cristiana (1 Corintios 11:1- 16), el orden y la sumisión de la mujer en el culto (1 Corintios 14:26- 35), el ósculo santo (Romanos 16:16) y el lavamiento de los pies (Juan 13:1-17).
La roca: “Huye también de las pasiones juveniles, y sigue la justicia, la fe, el amor y la paz, con los que de corazón limpio invocan al Señor” (2 Timoteo 2:22). “A las jovencitas, [exhortarlas] como a hermanas, con toda pureza” (1 Timoteo 5:2).
Cómo edificar la casa: Practicar en la juventud la pureza en todas las relaciones sociales. Que la jovencita tenga una conducta casta y reservada en presencia de los hombres. Evitar los balnearios y las playas públicas, los cines, y cualquier otro lugar que promueva el sexo y la desnudez.
Usar ropa que cubra el cuerpo y lo oculte bien, tanto hombres como mujeres, reconociendo que tan impuro es provocar a otros como entretener pensamientos lascivos.
Evitar los contactos físicos entre novios como los besos y las caricias, y las actividades que provoquen estímulos sexuales. También evitar lugares aislados y actividades a horas avanzadas de la noche. El joven cristiano sabe que estas actividades despiertan los impulsos sexuales. Por su temor a Dios, el joven cristiano debe conducirse con todo respeto y castidad.
El pastor no debe hablar con una hermana de la iglesia sin tener presente a la esposa.
La roca: “Y no participéis en las obras infructuosas de las tinieblas, sino más bien reprendedlas” (Efesios 5:11). “No os unáis en yugo desigual con los incrédulos” (2 Corintios 6:14).
Cómo edificar la casa: Refrenarse de las palabras y chistes vulgares del mundo. Apartarse de las modas, la música mundana, los deportes, y las otras cosas semejantes que corrompen la mente, enviciando y comprometiendo a los que participan en ellas.
Tener cuidado en formar parte de comités seculares para no ser participantes en sus malos hechos. No participar en huelgas ni protestas de grupos pacifistas. Nuestro deber para con el gobierno es obedecerlo en el Señor, pagar los impuestos, y orar por los que gobiernan.
Evitar asociaciones con incrédulos que nos comprometan con ellos o que nos hagan cómplices con ellos.
No unirse en matrimonio con incrédulos ni con personas de otras creencias religiosas.
La roca: “De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios. Os es necesario nacer de nuevo” (Juan 3:3, 7).
Cómo edificar la casa: Humillarse como un niño, arrepentirse de todos los pecados y confesarlos, y desechar todo orgullo, soberbia, y malicia.
Experimentar un cambio completo en la vida y andar en esta nueva vida conforme a la regla de Cristo en el Nuevo Testamento: nuevos pensamientos, nueva conducta, nuevas palabras, nuevas metas, y nueva disposición hacia la vida. Y todo esto por obra del Espíritu Santo.
Abrigar un deseo por la Palabra de Dios, y una fe sencilla en Dios. Crecer en las virtudes y los frutos del Espíritu Santo.
Muchos dirán que esta doctrina es bella, pero demasiado dura. Si en realidad es así, dígame cómo es posible creer en la Palabra de Dios y al mismo tiempo acomodarla a nuestro gusto en la vida diaria. Hoy día hay muchos hogares, muchos jóvenes y adultos, y muchas iglesias que son arrastrados por las corrientes de este mundo por esto mismo. ¿Qué hará usted?
Cito de nuevo lo que dijo Jesús: “¿Por qué me llamáis, Señor, Señor, y no hacéis lo que yo digo?” ¿Qué significa hacer lo que Jesús nos dice? La respuesta es clara: Poner por obra en toda nuestra manera de vivir los mandamientos tan claros del Nuevo Testamento. Significa no escatimar ni lágrimas ni sudor para cavar y ahondar, y edificar nuestra casa sobre la roca. No hay otra opción para salvar nuestra casa y perseverar hasta el fin. Si hacemos esto, con todo derecho podremos clamar: “Señor, Señor”.